Aurelio Arteta | Fronterad . En algunas ocasiones, y acuciado por cierta vergüenza, el espectador puede resolverse a mediar en la situación intolerable, pero sin que nadie pueda achacarle que está más con unos que con otros. Lo que hace es trazar una línea y en ella señalar un punto supuestamente a medio camino entre el agresor y el agredido… que resulta invariablemente útil al agresor. La víctima experimenta a este individuo «neutral» como otro de los peones al servicio de su enemigo. El propósito de tal equidistancia puede ser la coartada del espectador cauteloso, pero sin duda fomenta la complicidad en el mantenimiento de lo que hay. Pasemos revista a algunas de sus maniobras más socorridas.
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