El caso Pablo | @elcasopablo. Un artículo dirigido a animadoras profesionales (a los que viven de esto).
El perfil de un/a animador/a, amén de lo que digan los teóricos, está definido por su temperamento, carácter y personalidad, lo que hará que su estilo vaya tomando forma con la experiencia (yo tengo claro que no soy el mismo animador que hace 13 años)
Siempre que hablamos de perfiles, hablamos del “ideal”, pues hoy quiero centrarme en aspecto que debemos evitar, si no queremos que nuestra figura se desvirtúe.
Este artículo va dirigido a animadores/as profesionales (a quienes vivimos de esto)
Algunas cosas a evitar…
La improvisación como metodología.
Debemos tener capacidad de reacción, pero no podemos tenerla como leitmotiv de nuestro trabajo. Nuestras intervenciones deben ser planificadas, en respuesta a los objetivos de los proyectos en los que estemos.
El buenismo
Yo soy gran defensor del buen rollo, me parece básico para trabajar con personas. Pero en ocasiones debemos marcar límites, “llamar la atención”. Y aunque seamos personas cercanas no somos colegas…
La tecnocratización
La convicción de que el conocimiento y utilización de unas técnicas suponen, por sí mismas, el desarrollo social. A este respecto Hicter indica que: si nos convertimos en tecnócratas de las relaciones, podemos caer en una manipulación, contraria a la democracia cultural.
La burocratización
Condenarnos a espacios cerrados, horas de visita, plazos, etc. La burocratización hace del /la animador/a un funcionario/a de despacho, nada más lejos de la creatividad de libertad exigidas por la animación.
El paternalismo
Lo negamos fervientemente pero a la par lo encubrimos en las más variadas formas de generosidad, ayuda y trabajo por los y las demás, en “aconsejar”…. cuidado, no es nuestro papel
No diferenciar trabajo de ocio
Vale que nuestra profesión tiene una carga social, vocacional y lúdica importante, pero ni es nuestro momento de ocio; ni en nuestro tiempo libre estamos trabajando. Hay momentos para todo