De qué lado estamos. Una posición anarcosindicalista

Martín Paradelo | A las barricadas. España cae. Los restos ruinosos de un imperio degradado, en descomposición, se fragmentan. El simple hecho de presenciar la forma en que el imperio expresa sus últimos gestos de supervivencia debería ser suficiente para convencer a cualquier persona de ideas libertarias de cual debe ser su posición.



España cae. Los restos ruinosos de un imperio degradado, en descomposición, se fragmentan y se revuelven unos contra otros. El simple hecho de presenciar la forma en que el imperio expresa sus últimos gestos de supervivencia debería ser suficiente para convencer a cualquier persona de ideas libertarias de cual debe ser su posición. Errar el lado en que colocarse no parecía difícil. La dialéctica de guerra, las formas militares, la defensa fascistoide de la unidad de la metrópolis y la violencia abierta contra cualquier forma de expresión de la más mínima libertad, por un lado. Por el otro, la defensa incondicional del derecho de un pueblo a decidir sobre sí mismo aunque de manera equívoca, la condena de la represión salvaje a la expresión colectiva de una voluntad, la solidaridad incondicionada. Parecía muy fácil escoger, y sin embargo se ha dudado y algunos se han equivocado hasta el punto de autoproclamarse los últimos anarquistas de Catalunya y de certificar la muerte de un movimiento que, muy al contrario, crece y se expande en todos los sentidos.

Al fin, lo que hay detrás de esta divergencia y que por fin se ha esclarecido abiertamente y sin sombras de dudas, es la irreconciliabilidad entre dos formas opuestas de anarquismo. Uno que vive sus privilegios a la sombra del poder, un anarquismo de raíz burguesa que se expresa en los términos altisonantes y vanguardistas de la obligación permanente de ir al todo por el todo, con la consecuencia lógica de no ir nunca a por nada. Frente y contra esta grandilocuente defensa del status quo se sitúa un anarquismo de base obrera que busca imbricarse en lo popular y lo colectivo y que asienta su acción en la práctica cotidiana de las pequeñas conquistas en un proceso acumulativo, plagado de contradicciones, pero guiado por un finalismo revolucionario sincero y seguro de sí mismo.

La teoría la conoce todo el mundo. Puede sintetizarse de manera muy fácil en la idea de Bakunin según la cual solo a partir del derecho de un pueblo a separarse de otro pueblo en un acto de libre voluntad pueden construirse verdaderas alianzas internacionalistas, pero también que todo proceso de independencia nacional debe elegir si apoyarse en el pueblo o la burguesía, y en caso de suceder lo segundo, la independencia se producirá contra el pueblo en un movimiento retrógrado y contrarrevolucionario. No conozco a nadie que no vea que esta es la estrategia de los partidos del Parlament y cómo coinciden en ella desde la derecha tradicionalista del pujolismo al comunismo posmoderno de las CUP. El resto dudas teóricas que puedan surgir las esclareció Malatesta con mucha facilidad: “preferimos correr el riesgo de ser traicionados por otros que traicionarnos a nosotros mismos, hasta la extinción, por la inacción“. Y es que el anarquismo es movimiento y acción o no es.

Pero aquí también se abre una oportunidad histórica de intervención social en sentido revolucionario. Evidentemente, esta vía ha sido vista con lucidez por la mayor parte del movimiento libertario catalán y, a tenor de la participación en los movimientos de solidaridad con el pueblo catalán que se reproducen en el resto del Estado, también ha sido visto así por la mayor parte del anarquismo ibérico. La acción del anarquismo debe ser continuada y constante, pero es en los momentos de crisis institucional cuando el anarquismo debe acelerar su actuación, multiplicar y radicalizar su práctica, introducirse en el movimiento general y socializar sus propuestas.

A fin de cuentas debe decidirse entre dejar pasar una nueva oportunidad histórica y entregar el terreno de la lucha social a otros, o comprender la complejidad del momento, aceptar el peligro y asumirlo en un compromiso irrevocable con la libertad. Esto significa participar del movimiento con un discurso propio, antiestatal y basado en la solidaridad; construir espacios propios desde los que constituir formas prácticas de organización libertaria basadas en la autogestión que puedan ser ampliadas a nivel social; encontrar puntos de convergencia con las expresiones espontáneas de esa gran masa social en movimiento; acelerar la conflictividad social, orientar la lucha en un sentido totalizador, abrir perspectivas de acción más allá de los márgenes de lo político parlamentario; asumir un papel central y una referencialidad permanente en la huelga general, que debe ser dotada un contenido revolucionario y expandida temporal y geográficamente, en un movimiento global de largo alcance. Y esto es lo que está pasando ya

Esta misma perspectiva es la que debe guiar el movimiento libertario fuera de Catalunya. Activar la solidaridad internacionalista desde una perspectiva de lucha de clases. Defender las voluntades colectivas y los derechos y libertades que se han conseguido con miles de luchas y muertes por limitados que nos parezcan o aunque voluntariamente decidamos no ejercerlos. Extender la huelga de solidaridad a la totalidad del estado español. Serán terribles las consecuencias de no querer ver que la victoria del gobierno español sobre el pueblo catalán supondrá una regresión colosal en términos de derechos y libertades para la clase obrera y que la represión será ejercida con una brutalidad gradual y constante. Y es que en la jornada de ayer se evidenció tanto la fuerza del Estado como la potencia del pueblo. Ni todos los efectivos policiales del estado pueden combatir la unidad popular sin incurrir en una masacre. El pueblo puede tomar el poder, solo su ambición será el límite, y el alcance de esta ambición está por ver y se definirá también en función de los mensajes revolucionarios que reciba. Ese es el escenario que definitivamente ha quedado abierto.

Las contradicciones están ahí. Iremos ya a por el todo empezando en lo concreto y lo inmediato o lo dejaremos para otro día, el triste día en el que, irrelevancia tras irrelevancia, nos demos cuenta de que no hacemos falta y de que nadie nos quiere a su lado? La respuesta es clara, está en ese abrazo constante que revolucionarios y revolucionarias de todo el mundo mandamos a la dignidad colosal del pueblo catalán. El mundo es nuestro. La revolución empieza hoy.



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