Alba Rico. Una mezcla de maravilla y angustia se ha apoderado de la población de El Cairo. Desde hace generaciones, los habitantes de Gizah abren las ventanas por la mañana y ven delante de sus ojos las enormes moles afiladas de las tres pirámides de Keops. Kefrén y Micerinos. Todos los días sienten la maravilla de que sigan en el mismo sitio; todos los días sienten la angustia de que, al abrir de nuevo la ventana, ya no estén allí. ¿Cómo explicar esa inmovilidad desconcertante? ¿Cómo explicar que no se hayan marchado todavía al amparo de la noche?
Según reporta nuestro corresponsal en Roma, lo mismo le ocurre a Carla Togliatti, pastelera napolitana de 28 años que heredó de su abuelo una gran cama de hierro. Todos los días, al regresar a casa, sola y cansada, la encuentra en su habitación, y siente al mismo tiempo un alborozado asombro y una cierta preocupación. La cama no se ha movido. Pero, ¿no se moverá?
La inmovilidad de las pirámides de Gizah, objeto de toda clase de polémicas, tiene sin embargo una explicación razonable. “Es Dios que las sujeta”, dicen los creyentes. Pero los más realistas saben que es la estricta vigilancia policial establecida por el gobierno de Mubarak la responsable. “Aquí no se mueve nadie”, ha declarado el opositor Adel Hussein.
Más misterioso es lo de la cama de hierro de Carla Togliatti. A veces Carla le tiende trampas, vuelve antes a casa para sorprenderla en otro sitio, se esconde para pillarla en un gesto. Pero la cama no se mueve.
“ Estamos investigando”, ha declarado el ministro del Interior del gobierno Berlusconi, “por si hubiera alguna irregularidad”.
“ Esa cama siempre careció de voluntad”, dice la abuela.
Pero Carla Togliatti cree que la cama tiene, sí, la voluntad de quedarse quieta.