Teresa Claramunt

«Ni obreras explotadas en las fábricas ni esclavas en el hogar o la familia: ¡Por una sociedad sin amos ni señores, comunista y libertaria, de hombres y mujeres libres!»





Antonio Santamaria | article complet a  iSabadell

Teresa Claramunt Creus nació el día 4 de junio de 1862 en la calle Lacy de Sabadell. Poco se sabe sobre su vida pero toda ella estuvo dedicada a luchar por los derechos de los trabajadores y las mujeres. Su lucha influyó tanto en actividades sindicales como en el ámbito educativo.

Con apenas 20 años, en mayo 1883, se lanzó por primera vez a la lucha obrera y fue una de las líderes de la Huelga de las Siete Semanas que reivindicaba la jornada laboral de diez horas. Esta huelga fue uno de los conflictos laborales más importantes que se dieron en Sabadell. 


En una entrevista concedida al periodista Francisco Madrid y publicada poco después de su muerte, explica que se hizo anarquista tras escuchar una conferencia en l’Obrera:

– Fue usted anarquista desde el primer momento.

-¡Oh, no! Incluso la primera vez que oí hablar de anarquismo me sonreí; sospechando que cuanto podía decir sería una utopía, pero al momento de escuchar las palabras de Francisco Abayá y Jaime Torrents en el centro obrero de Sabadell, quedé convencida y afiliada al anarquismo puro.

La represión que siguió a la huelga comportó la creación de diversos grupos clandestinos, entre ellos la Liga Anticlerical Monti Tognetti, fundada en septiembre de 1883, a la que se incorporó junto a José López Montenegro, José Miguel y Antonio Gurri.

El 22 de enero de 1884 contrajo matrimonio civil con su amigo y compañero de lucha, Antonio Gurri Vergés, un tejedor de Granollers. Se sabe poco de la vida privada de Teresa Claramunt. A través de las referencias de personas que la conocieron tenemos noticias que tuvo varios hijos. Federica Montseny, en su artículo Los que prepararon la revolución, explica:

Teresa pasando la mitad de su vida en la cárcel y la otra mitad por caminos y carreteras sembrando a manos llenas la idea entre los humildes, los iletrados, los más pobres y desvalidos; Teresa teniendo aún tiempo, en medio de esta vida de lucha y de sacrificio increíble, de parir cinco hijos, de los cuales no le vivió ninguno, y varios de ellos nacidos en la cárcel.

Precursora del feminismo


Después de la Huelga de las Siete Semanas, Teresa Claramunt formó parte de la dirección del anarquismo sabadellense, asistiendo a las reuniones de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), afiliada a la I Internacional. La primera vez que habló fuera de Sabadell fue en la Sala Tívoli de Barcelona y realizó su primera gira de conferencias a Xàtiva y Alcoi acompañada de Francisco Abayá, dirigente sindical internacionalista, y en la que destacó como una gran oradora.

También fue una precursora del feminismo. En octubre de 1884 fundó la Sección Varia de Trabajadoras Anarcocolectivistas cuya sesión constitutiva se celebró en Ateneo Obrero de Sabadell. En 1889 colabora en la fundación de la primera organización feminista creada por mujeres y para las mujeres: la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona. En 1902 aparece Humanidad Libre, publicación quincenal editada en Valencia, escrita mayoritariamente por y para mujeres, donde colaboran Teresa Claramunt, Soledad Gustavo, Louise Michel, Emma Goldman o Rosa Lidón. En 1905 publicó uno de los primeros folletos escritos por una obrera en torno a la condición social femenina: La mujer. Consideraciones generales sobre su estado ante las prerrogativas del hombre, un texto de referencia del feminismo.

En 1888 emigra a Portugal con Antonio Gurri, a causa de las dificultades para encontrar trabajo y por la ola de violencia que se apoderó de la ciudad.

Activismo y represión


Un año después, en 1889, regresa de Portugal y se instala en Barcelona. Desde entonces participa en numerosos y conferencias en los círculos obreros de toda Catalunya. La mayoría de las veces los asistentes a estas conferencias eran perseguidos por la policía, por lo que con frecuencia las reuniones se realizaban por la noche y en los lugares más insospechados como sótanos y descampados. Pronto su radio de acción rebasa las fronteras catalanas. Así destaca la exitosa gira que realizó por el País Valencià en 1891.

Estudio antropométrico realizado por la Inspección de Seguridad de Barcelona para identificar a los militantes anarquistas

En 1893 los sucesos del Teatro Calvo-Vico, en la Gran Vía barcelonesa, suponen su encausamiento en un consejo de guerra. Tras un multitudinario mitin anarquista, donde ella no pudo participar debido a la prohibición del gobernador civil de permitir la entrada a las mujeres, se produjeron enfrentamientos entre la policía y los asistentes al acto. Hubo intercambio de tiros y se quemó el uniforme de un agente del orden. Las autoridades y la prensa, incluida la liberal, culparon a Teresa Claramunt y a su marido de ser los instigadores de los disturbios. A causa de estos incidentes el matrimonio fue detenido en su domicilio, el 6 de febrero de 1893, y encarcelados en Montjuïc para, tres meses después, ser sometidos a un consejo de guerra junto a otros anarquistas.

El tribunal militar absolvió a Gurri por falta de pruebas y condenó a Teresa Claramunt a cuatro meses de arresto mayor y multa de 125 pesetas, substituidas en caso de insolvencia por un día de prisión por cada cinco pesetas. Así que hubo de continuar en la cárcel al no poder pagar la multa. Desde entonces las detenciones de Teresa se encadenaron casi sin interrupción.

Entre 1893 y 1897 se sucedieron en Barcelona una cadena de atentados anarquistas de extraordinaria virulencia. El 24 de septiembre de 1893 Paulino Pallás, un tipógrafo de Sitges, atentó contra el capitán general de Cataluña, Arsenio Martínez Campos, en la Gran Vía, provocando un muerto y ocho heridos. El 6 de octubre, como venganza por la ejecución de Pallás, Santiago Salvador lanza dos bombas, de las sólo explotó una, en el Liceo con el resultado de 14 muertos y numerosos heridos. Inmediatamente se suspendieron las garantías constitucionales y se inició una represión indiscriminada donde cayeron inocentes y culpables. Las detenciones se cifraron en 415 personas, casi todas catalanas, entre ellos Teresa Claramunt, que volvió a ser encarcelada en los calabozos de Montjuïc, aunque pronto fue puesta en libertad al demostrarse su falta de vinculación con el atentado.

El Proceso de Montjuïc

El domingo 7 de junio de 1896, al paso de la procesión del Corpus de la Iglesia de Santa María del Mar por la calle de Canvis Nous, estalló una bomba que causó seis muertos y 44 heridos. Sus consecuencias fueron devastadoras. El gobierno quiso dar un escarmiento, se detuvieron centenares de militantes obreros acusados de terroristas o de inductores al terrorismo, y se dio curso al famoso Proceso de Montjuïc. Una macrocausa contra el anarquismo, pero también contra aquellos que manifestaran simpatía por el movimiento obrero aunque no estuviesen implicados en los atentados. Asimismo se clausuraron centros obreros, publicaciones progresistas y escuelas laicas.

El matrimonio Claramunt-Gurri fue detenido por la Guardia Civil, el 14 de junio de 1896, en su casa de Camprodon donde residía desde hacía cuatro meses por motivos laborales. A pesar de no disponer de prueba alguna de su implicación en el atentado de la calle de Canvis Nous, ambos fueron detenidos y trasladados a Barcelona, donde fueron separados. Teresa fue conducida a la cárcel de mujeres, donde permanecerá tres meses, sufriendo el trato inhumano y humillante a las reclusas de las monjas encargadas del centro penitenciario.

Como castigo a su actitud rebelde frente a las monjas fue trasladada al castillo de Montjuïc donde la metieron en un húmedo calabozo. Según ella misma relató, no había más que un jergón, ratas y una manta llena de piojos. Allí permanecerá once meses -desde agosto de 1896 a julio de 1897- esperando la celebración del “famoso y triste proceso”. Desde su celda envió informaciones a diarios progresistas denunciando las torturas a los prisioneros y las condiciones inhumanas de la detención. El tiempo que pasó en el Castillo le dejará secuelas físicas, como el temblor de sus manos, que ya no desaparecería, y una parálisis progresiva.

El consejo de guerra se celebró en diciembre de 1896 a puerta cerrada. Se dictaron ocho condenas a muerte y 67 penas de cárcel. Cuatro meses más tarde se rebajaron las penas de muerte a cinco, ejecutadas el 4 de mayo, y a 20 las penas de prisión. El resto, entre ellos Claramunt y Gurri, fueron absueltos, pero castigados con la deportación al Sáhara español, al considerarlos un “peligro social”. El Proceso de Montjuïc desató una gran campaña internacional de solidaridad con los presos coordinados por el Comité Revolucionario Franco-Español y el Spanish Atrocities Commitee (SAC) británico.

El éxito de esta campaña motivó que el gobierno español permutase el destierro al Sáhara por el exilio en el país que éstos escogiesen, siempre que se pagasen el viaje y que el Estado receptor autorizase su entrada. Teresa y su marido, gracias a las gestiones del SAC, partieron de Barcelona el 3 de julio de 1897 junto con 25 persona hacia Gran Bretaña. En Londres participaron en un gran mitin donde denunciaron las torturas sufridas y acusaron a Cánovas del Castillo de la represión. Teresa Claramunt fue entrevistada en el Club de Mujeres de Londres, en su condición de única mujer encausada en el Proceso de Montjuïc, que posteriormente fue publicada por el Sunday Times.

Al no encontrar trabajo en Londres, la pareja se trasladó a Francia donde soportaron unas duras condiciones de vida. Primero se instalaron en Robaix, donde ambos trabajaron como tejedores. Más tarde fueron a París donde Teresa trabajó en una fábrica de corsés y Gurri en un taller de bicicletas. En febrero de 1898 se le permitió regresar a Barcelona, donde ella se sumó a la campaña por la revisión del Proceso, participando en el gran mitin del Teatro Tívoli.

La Huelga General

En 1901, por primera vez en mucho tiempo, los anarquistas disfrutaron en Barcelona de una libertad casi completa para organizarse. Teresa Claramunt y Leopoldo Bonafulla se integraron en la comisión de propaganda, fundando la publicación El Productor que fue suspendida tras la huelga general de 1902 y que reapareció en noviembre de ese año. Unas semanas más tarde, apareció en Barcelona otro periódico anarquista, La Huelga General, financiado por Francisco Ferrer i Guardia, y dirigido por Ignacio Clarià, donde colaboraron los grandes nombres del anarquismo catalán: Anselmo Lorenzo, López Montenegro, el propio Ferrer y Teresa Claramunt.

Entonces, por influencia del sindicalismo francés, será una ardiente defensora de la huelga general, frente al terrorismo, que será el instrumento para desencadenar la revolución social. Así participó activamente en la organización y agitación para lograr este objetivo como en la huelga del transporte de Barcelona en mayo de 1901 o la del metal de septiembre del mismo año. Sus intervenciones en los mítines fueron decisivas en la primera huelga general de Barcelona, del 17 al 24 de febrero de 1902, que se saldó con 12 muertos y 44 heridos y que le costó volver a ser encarcelada.

Puesta en libertad en septiembre se desplazó junto a Leopoldo Bonafulla a Andalucía, donde se vivía una situación de extrema agitación social, particularmente intensa en las provincias de Sevilla y Cádiz. La gira estuvo jalonada por las detenciones de ambos en Montjarque y Ronda (Málaga) y Puerto Real (Cádiz).

Sin embargo, esta estrategia no logró ninguno de sus objetivos: ni la oleada de huelgas desencadenaron la revolución social, ni tan siquiera se mejoraron las condiciones de trabajo. Esto provocó un periodo de confusión y desorientación entre los anarquistas e intensas polémicas entre el sector moderado y el radical donde militó Teresa.

Destierro y enfermedad 


La Semana Trágica (1909) volvió a desencadenar una feroz represión contra el movimiento obrero. Teresa Claramunt fue desterrada a Huesca el 1 de septiembre de ese año. Poco después se le permitió instalarse en Zaragoza, en casa del ferroviario catalán Dalmau. Allí colaboró en la organización del movimiento obrero de la ciudad y en la preparación de la huelga general de 1911.

También participó en la fundación de la CNT (1910) y su intervención fue decisiva para que la Federación Obrera de Zaragoza ingresase en bloque en la central anarcosindicalista. Frente a cierto ingenuidad de periodo anterior, la CNT estableció que el sindicalismo debía ser un medio de lucha con el objetivo claro de impulsar la transformación revolucionaria. También se matizó la consigna de la huelga general que no debía declararse para conseguir un aumento salarial o la disminución de la jornada, sino cuando el objetivo fuera la revolución y se asegurase que sería seguida al unísono por todos los asalariados del país.

Como consecuencia de la huelga general de Zaragoza, volvió a ser encarcelada en la prisión de Predicadores de esa ciudad el 17 de septiembre de 1911. El fiscal militar pidió para ella la pena de muerte, aunque finalmente sólo fue condenada a cumplir tres años de cárcel. A mediados de 1913, el conde de Romanones sucedió a Canalejas en el poder y concedió una amnistía para los condenados de 1911. Pese a salir de la cárcel, Teresa no pudo volver a Barcelona pues se mantuvo la pena de destierro de la Semana Trágica. Así decidió quedarse en Zaragoza en casa del anarquista Dalmau. Por estas fechas comenzó a desarrollarse la parálisis progresiva consecuencia de sus largos períodos en la cárcel. Por ello en 1918 se le permitió desplazarse a Barcelona para asistir a un tratamiento médico. Durante su estancia se alojó en casa de su amiga Francisca Saperas. Esta breve estancia será aprovechada para reunirse con las mujeres ácratas en el Centro Obrero de la calle Mercader.

En 1920, con la salud muy deteriorada, el fotógrafo anarquista Antonio Ojeda la invitó a residir en su casa de Sevilla esperando que el clima mejorarse su enfermedad. En Sevilla permanecerá dos años y continuó militando en el anarquismo aunque limitada por su delicada salud. Las últimas referencias su estancia en Sevilla son de un mitin en la primavera de 1923.

En 1923 se le permite regresar a Barcelona donde residió durante la dictadura de Primo de Rivera. Sin embargo, la enfermedad la mantendrá alejada del activismo. En Barcelona se alojó en casa de su hermana Purificación, en la calle Mendizábal 11, donde acudían cada sábado Federica Montseny y otras muchachas para escuchar sus consejos.

Desde 1928, el historiador anarquista Max Nettlau se desplazó con frecuencia a Barcelona para recabar información y solía visitarla. Emma Goldman, la famosa anarquista de origen ruso afincada en Norteamérica, también la visitó atraída por su prestigio internacional.

Las condiciones económicas de Teresa eran muy precarias. En sus últimos años vivió gracias a la solidaridad de sus compañeros. Murió el 11 de abril de 1931, a la edad de 69 años, dos días antes de la proclamación de la República. El entierro civil se celebró el 12 de abril en el Cementeri Nou de Barcelona. Como no había sepultura para ella fue enterrada en el mismo nicho de Amalia Domingo Soler, aunque después de la Guerra Civil sus restos serían trasladados a una fosa común.

Muchos años después, con motivo de la construcción de la escuela que lleva su nombre en Sabadell, se desencadenó una fuerte polémica a raíz de la oposición del grupo municipal del PP a que dicho centro escolar fuese dedicado a una “terrorista”.


Bibliografia

CASTELLS, Andreu. Sabadell, Informe de l’oposició. O tot o res 1904-1918. Edicions Riutort, Sabadell, 1978.
MASJUAN, Eduard. Un héroe trágico del anarquismo español. Mateo Morral, 1879-1906. Icaria, Barcelona, 2009.
PRADAS BAENA, María Amalia. Teresa Claramunt. La virgen roja barcelonesa. Virus Editorial, Barcelona, 2006.
VICENTE VILLANUEVA, Laura. Teresa Claramunt. Pionera del feminismo obrerista anarquista. Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 2006.

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