BlogZak | @ganchillosocial. Con el crecimiento de las ciudades, las calles se han convertido en espacios para ir y venir, y no para relacionarse. La gente mayor recuerda cuando salía las noches de verano con toda la tranquilidad a tomar la fresca, pero hoy en día las calles están pensadas solo para el tránsito. En la mayor parte de la ciudad tienen privilegio las calzadas sobre las aceras, además, los espacios públicos tienen impuestas una serie de instrucciones sobre cómo debemos usarlos, o sobre las prácticas esperables en cada lugar.
¿Has probado a sentarte en la calle con una silla propia y comerte un bocadillo? Por lo menos unos cuantos cuchicheos y miradas te vas a llevar, pero no hay problema alguno si se hace en la terraza de un bar. Y es que, en el imaginario colectivo, están fijados los usos de las calles, plazas, parques, escaleras, etc. Sabemos dónde tenemos que comer, pasear o jugar y dónde no (a no ser que queramos ser juzgados por ojos ajenos). Esto no es una invitación al incivismo urbano, sino todo lo contrario, hablo de hacer un uso democrático de espacio común. Partiendo del respeto mutuo y la responsabilidad por la vía pública, las personas tenemos mucho que decir para aprovechar el espacio público sin temores ni críticas.
Porque la calle es el aglutinador de la vida de los barrios, son ese espacio de encuentro donde las cosas se juntan, donde tejemos relaciones, por eso que las personas nos reapropiemos de ellas tiene un sentido especial para el desarrollo comunitario.
Una de las herramientas que tiene El Ganchillo Social para recuperar esta relación con el entorno es #HacedoresDelRabal: una serie de talleres de construcción colectiva, en los que un grupo de personas que queremos modelar la ciudad para hacerla más amable, construimos objetos con este fin.
El pasado lunes 22 de mayo, La Remolacha volvió a ser escenario de despliegue de esta creatividad. Ya es el tercer taller de Hacedores, y cada vez son más las personas de los barrios colindantes a la Azucarera y de la ciudad que se apuntan a la aventura.
En esta ocasión dejamos los palets a un lado para hacer una propuesta más gamberra. Botellas de plástico, cajas, latas, neumáticos, piezas de bici, y un montón de objetos que consideramos basura fueron nuestra materia prima.
El porqué de usar basura es muy simple. La primera razón es ética, y es el mero hecho de ser responsables del exceso de residuos que generamos. Y la segunda es económica, y es el bajo coste que estos tienen.
El reto era fabricar objetos que reivindicasen el uso del espacio urbano entorno a tres ejes: el juego, la denuncia y los espacios de relación comunitarios.
¿El resultado? Surgieron muchas historias, sinergias entre gente que no se conocía y muchos objetos estupendos.
Taladro y atornillador en mano, las geniales Yolanda y Mercedes hicieron un balancín de juego, con maderos y neumáticos. Y como si se conocieran de toda la vida, Laura e Izan quisieron quejarse de las fuentes desconectadas y reclamar su funcionamiento, colocando en una de ellas una escultura luminosa que hicieron con restos de palets, cámaras de bici trenzadas y leds. Entre otras cosas, María Luz y José Antonio hicieron una puerco-papelera, un genial llavero de Hacedores del Rabal con plástico reutilizado, y con cartón y tapones, unos juegos comunitarios que ya están por el barrio. Con cajas de fresas y mucha imaginación, Silvia y Zoe hicieron un comedero-parque de atracciones para pájaros. Y María y Alba crearon un divertido jardín con madera y cartón para pedir más zonas verdes. A Joaquín y Macorina se les ocurrió fabricar una caja de objetos perdidos para el Arrabal. También, Katherin y Tam hicieron adornos para colgar en los árboles, un bebedero de perros para fuentes públicas o un cenicero para pipas. Y así fueron muchas más las historias y objetos que no caben en este párrafo, pero que merecen un artículo entero.
Después, cada persona del equipo Hacedores han soltado sus inventos por el barrio y algunos de ellos son cuidados por gente del entorno, como la rueda de la fortuna que Samuel y Jorge hicieron con piezas que la Ciclería nos donó y dejaron en el parque Tío Jorge.
Ninguno de estos objetos va acabar en los museos, es más, alguno de ellos puede que ni siquiera exista ya. Pero muchos van circulando por diferentes lugares de los barrios del Rabal provocando relaciones espontáneas entre vecinas y vecinos. Lo importante es empezar a hacer ciudad desde abajo.
Estamos buscando ideas e iniciativas para mejorar el barrio, mandanos un mail (elganchillosocial@gmail.com) o vente al próximo taller de Hacedores del Rabal y nos lo cuentas.