Arnstein sostiene que la
participación ciudadana, cuando no es pura cosmética, es poder
ciudadano. Por lo tanto, aumentar la participación implica redistribuir
el poder (empoderament). La idea queda brillantemente expresada en
la imagen que podéis ver arriba, tomada de un poster del Mayo del 68
parisino. “La participación sin
redistribución del poder es un proceso vacío y frustrante para los que
carecen de poder. Permite a los poderosos declarar que han tenido en
cuenta a todas las partes, cuando sólo una se beneficia”.
Plano de la no-participación:
contiene dos peldaños ideados para sustituir a la genuina
participación, cuyo objetivo real es no permitir que la gente participe
en el diseño y gestión de los programas, sino conseguir que los
poderosos “eduquen” o “curen” a los participantes.
1. Manipulación
2. Terapia
Plano de la participación simbólica:
los escalones 3, 4 y 5 ascienden a niveles en los que se permite a la
ciudadanía escuchar, tener voz e, incluso, ser escuchada. Sin embargo,
bajo estas condiciones, carece de poder para asegurarse de que sus ideas
se toman en cuenta.
3. Información
4. Consulta
5. Apaciguamiento
Plano del poder ciudadano:
la ciudadanía participa en la toma de decisiones, mediante mecanismos de
negociación y acuerdo (6), o mediante la auténtica delegación o
subsidiarización del poder (7 y 8).
6. Partenariado (yo prefiero llamarla “consenso”)
7. Poder delegado
8. Control ciudadano
Este es el artículo original: Arnstein, Sherry R. "A Ladder of Citizen Participation," JAIP, Vol. 35, No. 4, July 1969. “Una escala de la participación ciudadana” –casi el mismo título, pero de hace 37 años. Espero que os apetezca leerlo.
¿No os atrevéis con el artículo de Arnstein entero? Tenéis un resumen en la Wikipedia.
Hart, partiendo de una propuesta de Arnstein relativa a la
participación adulta, propone para el caso infantil una tipología
en forma de escala (o escalera) que consta de ocho niveles o peldaños.
En realidad, como precisa Hart, los tres peldaños
más bajos no supondrían estrictamente verdadera
participación, sino sólo una apariencia de la misma.
1. El primer
nivel es el que este autor llama «manipulación», esto es,
cuando los niños no son muy conscientes de cuál es el asunto de
que se trata, y, por tanto, tampoco comprenden sus propias acciones.
2. La
«decoración» es el siguiente nivel: se utiliza a los
niños como vehículo de propaganda o como elemento decorativo para
alguna causa, sin que ellos tampoco la comprendan. La diferencia positiva de
este peldaño respecto al anterior es que en la manipulación se
pretende hacer creer que son los niños quienes han inspirado la causa y
aquí no.
3. El tercer peldaño es el de la «participación
simbólica»; en este caso se concede a los niños la
oportunidad aparente de expresarse, pero sin que sus opiniones vayan a tener
incidencia real alguna en los asuntos de los que se trate.
En los siguientes niveles que propone Hart ya puede
hablarse de participación genuina. Según él, para que se
produzca han de cumplirse, al menos, cuatro requisitos:
- que los niños comprendan las intenciones del proyecto;
- que sean conscientes de quién tomó las decisiones sobre su participación y los motivos de las mismas;
- que tengan un papel significativo, es decir, no sólo decorativo; y
- que, siendo conscientes de todo lo anterior, intervengan voluntariamente.
4. En este marco, el cuarto peldaño es el que Hart
denomina «asignados pero informados», es decir, los niños no
han intervenido en la planificación del proyecto o en la
asignación del papel que se espera que realicen, pero actúan
voluntariamente y siendo conscientes del sentido de la acción que se les
propone.
5. El quinto peldaño es el llamado «consultados e
informados», que se da cuando el proyecto es diseñado y dirigido
por los adultos, pero en el que estos solicitan y tienen en cuenta las
propuestas u opiniones de los niños; por decirlo de otro modo, los
niños juegan el papel de asesores o consultores de los adultos.
En la escala de Hart aparece ya una diferencia cualitativa
importante a partir del sexto peldaño: los niños participan
significativamente en la toma de decisiones.
6. En concreto, el sexto nivel es el
que correspondería a los «proyectos iniciados por los adultos pero
cuyas decisiones son compartidas con los niños».
7. Cuando los
proyectos son «iniciados y dirigidos por los niños», y los
adultos sólo intervienen facilitando el proceso, estaríamos en el
peldaño número siete.
8. Finalmente, el octavo nivel es el que
consiste en los «proyectos iniciados por los niños compartiendo las
decisiones con los adultos», es decir, cuando son los propios niños
quienes deciden incorporar a los adultos al desarrollo de sus propios y
genuinos proyectos.
La escalera de Hart es quizá la tipología
más conocida y citada de las que se refieren a la participación
infantil.
En el apretado resumen anterior hemos omitido los
clarificadores ejemplos que ese autor expone, cuando en realidad son tales
ejemplos los que mejor identifican la especificidad de cada uno de los
peldaños propuestos. Más que ofrecer una caracterización
conceptual de ellos, lo que él explicita es su ejemplarización
descriptiva.