Alba Rico. Nadie olvidará su trágico gesto: en marzo de 2007, en el circuito de Singapur, dominaba la carrera cuando frenó bruscamente su máquina a 320 km. por hora y metió la marcha atrás. Balance: ocho coches accidentados y dos pilotos muertos. Hoy Flavio Soares desmonta relojes viejos en un manicomio de Bahía.
-¿Por qué lo hizo?
- Vi brillar algo entre el público y me di cuenta de que mi mujer, mis amigos, las galletas y los árboles corrían muy deprisa en dirección contraria a la mía.
- ¿Y no valoró las consecuencias de meter la marcha atrás?
- Buscaba las miguitas, como Pulgarcito. Pero enseguida comprendí que también retrocedemos hacia adelante: las cosas seguían pasando a mi lado a toda velocidad.
- ¿Cuál es entonces la velocidad justa?
- La de un limón. Mozart camino de Praga se detuvo para contemplar un limón. Siempre seremos más rápidos que un limón, pero siempre seremos más malos que San Francisco. Los limones y San Francisco deben ser nuestra medida.
- ¿Y el espectáculo de la velocidad?
- Pruebe usted a besar a su novia a 300 km.por hora y por la ventanilla. Pruebe usted a podar un manzano desde un Ferrari. Pruebe usted a arreglar un Ferrari en plena carrera. Las cosas verdaderamente espectaculares las hacemos inmóviles y despacio. La mecánica es mucho más interesante que la velocidad.
- ¿Hemos perdido la carrera contra el tiempo?
- No podemos ganar tiempo ni ganar al tiempo: lo más que podemos hacer es frenarlo con la mirada. Los limones son frenos de emergencia. Entre tanto, ¿se acuerda de las carreras de sacos? Sólo los bomberos y los médicos deberían usar coches. Los demás deberíamos ir a todas partes dentro de sacos.
- ¿Fue ese brillo entre el público el que le volvió loco?
- Dicen que fue un signo de Dios. No les crea: fue la hebilla de un sombrero.