Santiago Alba-Rico | Rebelión. Tras las valientes declaraciones en las que responsabilizaba a los padres de las revueltas juveniles que sacuden desde hace días las principales ciudades de Inglaterra, David Cameron ha seguido identificando, con implacable precisión, a los autores intelectuales de los actos de vandalismo.
Junto a los padres, son culpables también los abuelos, que no educaron bien a los padres y que han hecho dejación de su severa autoridad patriarcal de otros tiempos. También son culpables los primogénitos, que deberían evitar con su ejemplo que los hermanos pequeños se descarriasen; y los primos hermanos, cuya benéfica influencia siempre evitó que los primogénitos bombardeasen las casas de los vecinos. Tampoco están exentos de responsabilidad los tíos paternos, que en otras sociedades ejercen sabiamente su magisterio en ausencia de los padres; ni los tíos maternos, que en las llamadas “sociedades matrilineales” supieron meter en cintura hasta hace pocos años a los torturadores y a los banqueros. Alguna culpa tienen asimismo los cuñados, antes honestos y serios, y los yernos, que en épocas mejores sabían indicar a los jóvenes el camino de la iglesia, y por supuesto las nueras, dulces faros que antaño orientaban con su luz a los violadores de camareras. Algo habrá que reprochar sin duda a los suegros, cuyos solemnes consejos evitaron tantas veces que los gamberros fabricasen bombas atómicas o expulsasen de sus tierras a los campesinos. Pero la máxima responsabilidad es, obviamente, de las suegras.
“Detrás de todo saqueador”, ha afirmado Cameron, “hay siempre una suegra ofendida”.
Tras anunciar una reforma del código penal, el primer ministro ha añadido: “desgraciadamente, la influencia de las suegras ha contrarrestado todo el esfuerzo educativo de la publicidad comercial, las marcas, los concursos televisivos y los recortes sociales”.