Santiago Alba Rico | Público. Tanto por su aspecto como por su funcionamiento hace pensar en un gran horno micro-ondas, aunque se trata de un hallazgo de una importancia mucho mayor. Gracias a este aparato inventado por científicos del Instituto Científico de Michigan la humanidad ha penetrado ya algunos de los secretos mejor custodiados por la Naturaleza y está a punto de descifrar el arcano más íntimo de nuestro papel en el universo. “Los principios son muy complejos”, ha explicado Frank Strawling, jefe del equipo investigador y candidato al Nobel, “pero su aplicación es sencillísima. Basta meter una anémona, girar el conversor filogenético y en tres minutos se convertirá en un molusco. Dos horas después será un pez de la familia de los clupeidos, y un día más tarde un reptil. Uno puede escoger dónde detener la evolución, pero si mantenemos encendido el acelerador 72 horas, la anémona se habrá transformado en un primate y luego en un homo sapiens”.
El “acelerador evolutivo”, nombre con el que se conoce la invención, ha resuelto los enigmas de la evolución, cuyo lento proceso de millones de años puede reducirse ahora a unos pocos días. Una reunión de expertos delibera en la ONU sobre la conveniencia de promocionar a todas las especies a la condición humana. “Sería injusto mantener a los animales en una escala moral inferior”, ha afirmado el conocido filosofo Condilo Abriganti. Muy distinta es la postura de los animalistas, que proponen hacer retroceder la humanidad a la inocencia natural de los bosques primigenios. Por su parte, multinacionales y gobiernos consideran la posibilidad de degradar selectivamente a las poblaciones superfluas a un estado manejable, comestible o exterminable: “en medio de la crisis alimentaria, nadie puede negar las ventajas de convertir a los vascos y los palestinos en mejillones”, ha declarado el ex-presidente Aznar.