Santiago Alba Rico | Público. El fuerte viento procedente del norte de Africa que sopla desde hace diez días sobre Europa ha traído una nueva plaga a nuestras ciudades. Primero fueron las langostas las que cayeron a puñados desde el cielo; luego la anaranjada arena del desierto veló durante 48 horas el sol; ahora miles de esqueletos cruzan volando el estrecho y se precipitan sobre nuestras casas. Los tres primeros muertos los encontró hace dos días un vecino de Murcia al pie de uno de los árboles de su jardín, con la boca llena de hierba. Desde entonces el viento los ha llevado a todas partes, incluso a lugares tan distantes como Oslo y Copenhague, donde la Muerte había sido oficialmente erradicada en el año 2005.
“Suelen caer de tres en tres”, ha explicado el consejero de Sanidad de la UE, “aunque a veces el viento trae familias enteras”. Sólo en la tarde de ayer unos tres mil fueron recogidos en los Campos Elíseos de Paris mientras 12.500 cadáveres se retiraban de la Plaza de España de Roma. Según las previsiones meteorológicas, la nube más densa de muertos cruzará el mediterráneo mañana hacia las cinco de la tarde. “Será un espectáculo muy vistoso que quizás no vuelva a repetirse en muchos años”, han explicado fuentes del Instituto Nacional de Meteorología.
Algunos de los afectados por esta nueva plaga empiezan a manifestar su contrariedad. “Es verdad que al caer hacen un ruido molesto”, ha declarado un testigo en Berlín, “pero eso sería soportable si no fuese porque además hablan. Se les puede oír toda la noche -un murmullo de mar enfurecido- contando historias terribles de bombardeos, riquezas robadas y monstruos blancos. No es bueno que nuestros hijos escuchen estas cosas”.
Los gobiernos de la UE, reunidos en Estrasburgo, han pedido paciencia a los ciudadanos: “Se trata de un fenómeno pasajero. Lo verdaderamente grave sería que el viento los trajera vivos”.