Santiago Alba Rico | Público. El conocido empresario y benefactor, Tristan Omega, admirado por sus fabulosas colecciones de objetos raros, ha denunciado a un joven marinero de Cantabria, quien el pasado 2 de agosto habría gritado “buenos días” ante al menos quince testigos. “En el mundo sólo hay cincuenta ejemplares de esa antigua expresión”, ha declarado el magnate, “y están todos en mis cajas fuertes”. Interrogado por la policía, el joven Bruno Santos ha confesado su delito: “Sí, es verdad, la robé para poder saludar a mi novia tras nuestra primera noche de amor; fue una bravuconada, lo admito, y todo el mundo me escuchó”. Santos ha sido condenado a cinco años de cárcel; además de devolver la expresión “buenos días” a su legítimo dueño, tendrá que indemnizar a Omega con tres de las 273 palabras que aún posee en propiedad, las menos comunes de su pobre repertorio: “cuerda”, “nube” y “carajo”, de la que sólo hay otros 11.300 ejemplares en todo el mundo.
Como es sabido, el Ajuste Geológico Global emprendió en 2003 una reforma lingüística a fin de convertir el léxico en un tesoro de recursos limitados e irreproducibles, de manera que las palabras, como todo lo demás, se incorporasen al libre intercambio de propiedades individuales. Muy pronto la mayor parte de las palabras, sobre todo las más escasas, se concentraron legítimamente en manos de la gente más rica e inteligente. El caso de Tristan Omega es notorio: en su extraordinaria colección se encuentran, entre otros, los únicos ejemplares de las palabras “libertad” y “justicia”, custodiadas día y noche por una guardia especial tras varias tentativas de robo. En cuanto a los dos últimos ejemplares de la palabra “democracia”, están depositados en las sedes de los dos partidos que desde hace treinta años se alternan en el gobierno.
Para escribir esta noticia he tenido que robar 23 palabras. Adivine cuáles son.