Santiago Alba Rico | Público. Cada vez es más frecuente que se instalen a vivir entre nosotros. Amparándose en una semejanza superficial, se rebelan contra su estado y cruzan discretamente la línea. Algunos lo hacen por amor. Se conoce el caso de muchas parejas mixtas en las que el marido o la mujer se han negado a aceptar su condición para evitar la separación. Cosas así han ocurrido siempre y hasta nos parecían conmovedoras y hermosas. Pero hasta ahora eran tan pocos que no era necesario establecer medidas de control. Desde hace algunos años, sin embargo, los motivos son más bien de orden económico y social, y tienen que ver con el temor, por ejemplo, a perder un trabajo o una pensión; o pueden ser incluso estéticos, como en el caso de una mujer de Avila que en febrero del año pasado no pudo soportar la idea de no volver a ver el río espumoso y la retama amarilla desde la ventana de su casa. Lo cierto es que cientos -quizás miles- se hacen pasar por uno de nosotros, de manera que ya no sabemos si nuestros hermanos, nuestros novios, nuestros profesores, nuestros políticos, están vivos o muertos.
Por eso el gobierno ha difundido algunas sencillas instrucciones que permiten distinguirlos sin posible equivocación.
1. Si se quedan absortos mirando las llamas de los incendios es que están vivos. A los muertos no les interesa el fuego.
2. Si se despiertan con la boca llena de arena es que están vivos. Los muertos duermen siempre con la boca cerrada.
3. Si no pueden recordar lo que ocurrió hace diez días es que están vivos. Los muertos nunca olvidan nada.
Colabore. Si entre sus allegados o compañeros de trabajo descubre a una persona viva, avise inmediatamente al Departamento de Población. Si nota algún síntoma de resurrección -el deseo de encender una cerilla o el de olvidar la historia de España- acuda al servicio de urgencias más cercano.