Siete lecciones zapatistas para activistas luchadores por la justicia social

Territorio ZJustin Wedes* en radio bilingüe

Zuccotti Park, Nueva York
La crónica de un neoyorquino sobre los zapatistas durante su visita a Chiapas a principios de año. Este autor es un educador de veinticinco años de edad y también uno de los impulsores iniciales del movimiento Occupy Wall Street, que está traduciendo la lucha del oprimido al lenguaje del opresor en la capital del imperio financiero, la ciudad de Nueva York.

En la víspera de 2014 me encontré en San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas, al extremo sur de México, justo en la frontera con Guatemala. El nombre colonial de la ciudad en sí es como una traición, en una especie de solidaridad con los pueblos nativos de esta tierra: Bartolomé de las Casas, acompañante de Cristóbal Colón —si bien no tan conocido—, primer obispo de Chiapas, fue un feroz defensor de los pueblos indígenas en contra de la esclavitud y de las matanzas cometidas por los colonizadores. El 1º de enero de 1994, cuando los activistas indígenas tomaron esta ciudad —el día que el TLC, entró en vigor—, se encontraron con una población que daba la bienvenida a su llegada: incluyendo al obispo Samuel Ruiz, (un Fray Bartolomé) De las Casas en versión moderna.
Los pueblos tzetzales y tzotziles le dan a este lugar el nombre de Jovel: “el lugar en las nubes”.

Esta noche, el aire huele a luces de bengala y fuegos artificiales, combinado con el aroma de tamales frescos y ponche de piña que preparan y sirven en pequeños carritos los humildes vendedores callejeros. Una mujer de piel clara que lleva perlas y una corona de Feliz año nuevo ríe a carcajadas desde el interior de un restaurante en la esquina. Extravagancia y miseria se mezclan en el atardecer de la fresca montaña.

Mujer con hij@
Los zapatistas no están aquí en la ciudad, sino en las profundidades de la Selva Lacandona que nos rodea, y han convocado a una Escuela de la Libertad Zapatista en el vigésimo aniversario de su levantamiento para mostrar a los activistas, periodistas y académicos de todas partes del mundo cómo han progresado en la construcción de su gobierno autónomo en Chiapas.


Tras la revuelta armada del 94 y el éxito que tuvieron los zapatistas reclamando a los rancheros (terratenientes mexicanos) y defendiendo enormes franjas de tierra, el gobierno mexicano inició una estrategia de guerra de baja intensidad militar y económica para tratar de aislar, dividir y, en última instancia, vencer a la creciente insurrección. Los zapatistas respondieron dando un giro a su estrategia: del conflicto armado, la cambiaron a la resistencia civil no violenta, al tiempo que fortalecieron y cohesionaron sus estructuras organizativas “con un movimiento civil y pacífico”, tal como proclamaron en su Sexta Declaración de la Selva Lacandona en 2005. Este movimiento, en todos sus más intrincados detalles, es lo que yo he venido a ver directamente en acción.

Diez días después, emerjo de la selva y regreso a San Cristóbal de las Casas con una nueva perspectiva de lo que es este valiente trabajo de construcción comunitaria. Y aunque quizás el gobierno autónomo —verdaderas estructuras autónomas e independientes de gobierno— no sea el objetivo exacto de todo activista luchador por la justicia social, no cabe duda de que el buen gobierno comienza por gobernarse a uno mismo y a su propia comunidad local. He aquí siete lecciones que humildemente les presento a ustedes, basadas precisamente en los Principios de Buen Gobierno de los rebeldes zapatistas:


1. Mandar obedeciendo
Logo
Una de las consecuencias más desafortunadas de vivir en una sociedad que gasta tanto dinero y energía en las campañas electorales es que los “líderes” políticos se convierten en figuras de culto. A lo largo de los siglos, el culto a la personalidad ha sido reconocido como una amenaza contra la verdadera democracia, y es lo que condujo a los antiguos griegos a establecer el ostrakismos (ostracismo) que desterró de la sociedad durante 10 años a los atenienses que estaban detentando una excesiva influencia. La política no debería ser un desfile de modas ni un concurso de popularidad. Debería ser un trabajo nada glamoroso pero esencial de servicio civil.


Los zapatistas consideran que los líderes políticos son mejores servidores públicos al ser instalados de manera rotativa a nivel local para satisfacer aquellas necesidades particulares de la comunidad local y regional que no pueden cumplirse sin colaboración. No hay períodos de campaña porque estos empleos no son glorificados ni son lucrativos: muchas veces, hay personas que son elegidas para ocupar puestos de autoridad sin que ellas lo soliciten, y el trabajo nunca es pagado con salario. Esto no es visto como una imposición ni como un peso, porque todo zapatista sabe que ellos tienen la obligación de servir a su comunidad a través de su trabajo colectivo sin goce de sueldo. Sin embargo, este trabajo nunca les toma más de la mitad de su tiempo, para que puedan concentrarse en su trabajo individual, que es igualmente importante, para mantener a sus familias y mantenerse.

Imaginen que sus gobernantes políticos locales trabajaran solamente medio tiempo como servidores públicos y que aun así tuvieran sus empleos para mantener a sus familias. Imaginen que ellos consideraran que su papel no es decidir por nosotros cuál es la mejor forma de vivir nuestras vidas —luego de consultarlo, por supuesto, con sus amos de las corporaciones empresariales—, sino el de ayudarnos a organizarnos mejor para planificar iniciativas y confrontar los problemas que inevitablemente surjan. Los candidatos mejor calificados para hacer estos trabajos serían identificados por la comunidad entera en asambleas de barrio y se votaría por ellos democráticamente. Me imagino que los políticos no tendrían que pasar la mayor parte de su tiempo haciendo campaña para las siguientes elecciones si su trabajo fuera enmarcado de esta manera.

2.- Representar y no suplantar
Niña
Una interminable cantidad de pixeles digitales ha salpicado las pantallas en nuestro movimiento respecto a la democracia representativa y sus fallas. Yo no sé de cierto si la democracia representativa o la democracia directa, o incluso la democracia en cualquiera de sus formas, sea el mejor sistema de gobierno. Lo que sí sé es que cualquier sistema que sirva al pueblo debe estar basado en el consentimiento de los gobernados, y que eso requiere confianza. Cuando proclamamos: “¡Tú no nos representas!”, sospecho que lo que algunos de nosotros queremos decir es: “¡Tú no puedes representarnos!”. Creo que ambos grupos tenemos algo que aprender de los zapatistas.


El sistema zapatista de gobierno está basado en la noción de obediencia, tal como se describió arriba, y está fundamentado en la confianza colectiva popular respecto a que toda forma de conflicto civil puede ser resuelta dentro de la comunidad a través del diálogo y con una mediación honesta. Esta confianza compartida es reforzada por los ancianos y maestros de los pueblos, quienes nos recuerdan que, “antes de que llegaran los conquistadores, los pueblos indígenas sabíamos cómo gobernarnos”. La autogestión está en su ADN.

Los zapatistas se toman extremadamente en serio el autogobierno, tal como muy pronto aprendí al llegar a la selva. Una anécdota:

3-ene-14. Los periódicos Occupied Wall Street Journals que traje han creado un pequeño problema para mi “guardián”: el joven zapatista que está cargo de cuidarme durante la Escuelita. Cuando le di un ejemplar, lo aceptó, pero estaba preocupado por el hecho de que no debía estar aceptando un regalo de mí sin consultarlo primero con sus superiores. (Tod@s sus superioras, en toda la cadena de mando hasta la Junta de Buen Gobierno —el cargo más alto de la Zona—, son mujeres).

Mujeres 1
Hoy, después del desayuno, una mujer con una libreta le dice que lleve a la Junta el regalo y cualquier otro ejemplar adicional. Vamos caminando a la oficina de la Junta, que tiene dos escritorios grandes y un área con bancas donde la gente puede sentarse. Es extraordinario el parecido a una sala de tribunales de Nueva York. Casi todas las personas a cargo son mujeres. Apuntan mi nombre y mi organización. Son tres mujeres las que escriben diligentemente por triplicado. En seguida, me piden que pase al frente y explique. Todo tiene un aire muy oficial, sólo ligeramente traicionado por las silenciosas y cálidas sonrisas de las mujeres.


Les entrego los 10 ejemplares que llevo y cautelosamente me retiro junto con mi guardián. Él me dice que van a leerlos y después a distribuirlos por todas las diferentes zonas, a fin de asegurarse de que nadie sea excluido. Yo respiro con alivio: sobrevivo a mi primer encuentro con la Junta.

Tras la traición a los Acuerdos de San Andrés y los muchos intentos de diálogo por la paz con dignidad, las y los zapatistas comprenden que la única alternativa ante los más de 500 años de opresión de los europeos es formar su propio gobierno autónomo y no tener que depender de los colonialistas con sus partidos políticos, o como ellos dicen: “los partidistas” para su propio bienestar. Ven el buen gobierno y la representatividad popular como una clave de esta estrategia. Tal como dice el letrero que nos da la bienvenida en su territorio:

Dibujo
ESTÁ USTED EN TERRITORIO ZAPATISTA

Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece


3. Bajar y no subir
Cada zapatista con quien hablé describía su trabajo colectivo con una dedicación casi religiosa. El doctor en la clínica de salud de mi pueblo describía meticulosamente la farmacia y cada una de las hierbas medicinales que contiene. Cuando le pregunté cuáles son los padecimientos más comunes, contestó: fiebre, dolores de estómago y diarrea. Dijo que viaja en carro a los pueblos cercanos para dar pláticas sobre salubridad y sobre hervir el agua para eliminar las bacterias. No percibe salario y trabaja 8 días al mes en la clínica. Ni los costos de su viaje ni ninguno de los costos de la clínica se cubren cobrándoles a los pacientes por atención médica, ni añadiéndole una prima al “precio justo” de los medicamentos. La clínica opera de manera transparente con base en una ganancia de prima de 5 pesos sobre todos los artículos que se venden en la tienda zapatista cercana sobre la carretera principal. Si no le creo, simplemente puedo revisar las cuentas completas de la clínica, las cuales se hacen en un pizarrón en la sala de espera de la clínica.

Hay también un dentista (angloparlantes: ¡traten de decir rápido “dentista zapatista” cinco veces!) con una silla de alta tecnología en su humilde clínica. El dentista no tomó cientos de miles de dólares de préstamos estudiantiles para ganarse su carrera, sino que fue seleccionado por la comunidad para participar en un programa de capacitación impartido por un médico practicante general suizo hace cinco años. Hoy, él hace limpiezas rutinarias, tapa cavidades y otro trabajo dental por 20 pesos cada visita. Eso equivale a cerca de $1.50 dólares de EUA. Si usted no es zapatista, vale 30 pesos. (Traté de explicar al dentista por qué cuesta cerca de 30 mil pesos tapar una muela en Estados Unidos, no lo logré. En el futuro, si necesito trabajo dental, quizás sería más barato para mí venir a verlo, incluyendo el gasto del pasaje de avión y el viaje de tres horas en la selva.)

Cada uno de estos profesionales está haciendo su trabajo colectivo, y más que como una carrera profesional, lo ve como una obligación hacia su comunidad. Cuando pregunté si el mal gobierno (el término que usan para referirse al gobierno federal mexicano) había tratado de seducirlos con promesas para sacarlos de su trabajo, ellos reconocieron que eso siempre está ocurriendo. Becas escolares para jóvenes indígenas estudiantes, sistemas de drenaje, empleos más lucrativos y toda clase de ofertas seductoras aparecen periódicamente por parte del mal gobierno, pero la mayoría de los zapatistas las rechaza debido a un sentimiento muy arraigado de compromiso con sus compañer@s. Sus vecinos no zapatistas, llamados hermanos y hermanas, parecen beneficiarse de esta guerra económica de baja intensidad como los recipientes de la muchas escuelas, caminos y hospitales financiados por el gobierno, entre otros servicios gubernamentales que de otra manera no se les habrían proporcionado, si no hubieran estado ahí los zapatistas, rivalizando por su lealtad.


4. Servir y no servirse

Pastora
Para todos todo, para nosotros nada

Lema del Ejército Zapatista de Liberación Nacional

Hay una cultura profunda de ayuda mutua y apoyo en la comunidad zapatista; no sólo en el gobierno, sino a nivel local y familiar. Existe una vibrante economía de trueque y de compartir entre los pueblos. Si un visitante llega a tu casa a la hora de la comida, es costumbre invitarlo también a comer. El duro trabajo es altamente valorado, y quienes trabajan en la milpa (tu parcela de tierra donde siembras maíz, frijol, etc.) se aprecian diligentemente como modelos para la juventud. “La tierra es de quien la trabaja” es un socorrido decir aquí. Al mantener una responsabilidad personal hacia la propia familia y el propio pueblo, los zapatistas se aseguran de que la gente pueda cuidarse a sí misma y no tenga que depender del gobierno mexicano para tomar empleos pagados con pesos o tomar becas escolares.

Este principio de servir a los demás no debe ser considerado como una autoabdicación o como una especie de ascetismo religioso. De hecho, lo opuesto: la cultura zapatista gira en torno a equilibrar el trabajo colectivo de uno y su trabajo individual, así como a optimizar los beneficios de ambos. Las tareas que se hacen mejor entre grupos de compañero/as se designan como trabajo colectivo, y los beneficios de este trabajo se comparten equitativamente entre la comunidad. Hay una panadería colectiva, un dispensario de salud colectivo, un rebaño de borregos colectivo, un ganado colectivo, e incluso músicos colectivos que organizan mariachis o músicas de bandas tradicionales. Aún así, los zapatistas reconocen que tu trabajo colectivo no debe nunca invadir tu vida: una lección que muchos activistas a los que conozco pueden tomar seriamente.

Las máscaras que los compañer@s usan —las llaman pasamontañas— son otro símbolo de la unidad de los zapatistas, y las usan siempre que viajan o en grandes reuniones públicas zapatistas, como la Escuelita. Las máscaras hacen visible el compromiso profundo de uno hacia la organización, y ocultar el rostro también sirve para generar intriga y, con algo de esperanza, empatía por parte de quienes podrían apoyar. El subcomandante Marcos, un notable y famoso combatiente zapatista, dijo alguna vez a un reportero que su máscara era un “espejo” en el que se reflejaba el espectador. Para quien la usa, la máscara también sirve para descolonizar la mente y diferenciar a los pueblos indígenas de su opresor.

Jovenes
13-ene-14: En la comida, mi guardián se quitó su máscara para comer. Ahora veo su joven rostro; probablemente de mi misma edad. Tras la máscara, sus ojos indígenas se veían sabios y viejos. Ahora se ve joven y vital.


“Es mi prima la que está ahí”, me dice señalándome a una joven que está del otro lado del camino. Ella también se ha quitado su máscara y es de una belleza despampanante. La saludo con la mano y ella sonriendo, señalando a mi guardián y diciendo con los labios: “mi primo”.

5. Convencer y no vencer
Un colorario del concepto de consentimiento de los gobernados es que el buen gobierno no es impuesto por la fuerza, sino que crece desde abajo hacia arriba por el debate, y convenciendo a la gente. Esta idea casi se ha perdido entre muchos de nuestras autodenominadas sociedades “democráticas”. Ya sea electos o designados, los funcionarios realizan unas farsas de “asambleas públicas” en las que simulan escuchar a los padres, a los estudiantes, a los maestros, a los trabajadores, a los granjeros afectados por derrames químicos o a alguna otra circunscripción electoral. En seguida, sacan su BlackBerry y le mandan un texto telefónico a su amigo de la corporación empresarial más poderosa ubicada por ahí para informarle que estarán ellos a salvo y que podrán seguir cobrando sus ganancias de nosotros, los peones. No es ninguna sorpresa que sigan apareciendo en YouTube incontables reuniones de juntas directivas escolares con padres indignados a los que sacan a rastras los golpeadores de seguridad. ¡No están escuchando, mucho menos tratando de convencernos!

La cuestión es que es más fácil vencer que convencer. Convencer requiere tener argumentos lógicos, tener en consideración muchos puntos de vista, requiere conversación, debate, revisión, reflexión y una buena dosis de humildad. Es muchísimo más fácil pasar por alto toda esa complicada y revuelta cosa de la democracia y simplemente pisotear la voluntad de la gente. Para los zapatistas, eso no es ni siquiera una opción.

Todos somos todos
Cada nuevo proyecto o propuesta en la comunidad convoca a una asamblea comunitaria, donde tanto hombres como mujeres por igual se congregan para hablar de los asuntos relacionados. Estos encuentros no tienen por qué ser agotadores: son reuniones de cuatro horas, y a menudo se fusionan con convivios (reuniones sociales, literalmente “convivir”, “vivir juntos”), que incluyen comida deliciosa, cuyos restos se van a las ollas familiares para ser consumidos más tarde en casa. El espíritu de la Resistencia es lo que impulsa estas reuniones, y tal como muchos hemos aprendido en Zuccotti Park [la plaza que fue tomada en Nueva York por el Movimiento Occupy Wall Street]: el consenso es más fácil de lograr cuando la gente está tratando de llegar a un acuerdo.


6. Construir y no destruir
La antiexplotación está en el corazón de la mentalidad zapatista. Como dice el himno zapatista:
Nuestro pueblo exige ya / Our people demand now
acabar la explotación / An end to exploitation
nuestra historia dice ya / Our history says now
lucha de liberación / Struggle for liberation!

5-ene-14.— El padre de mi guardián y yo estamos parados en la cima de una colina contemplando el pueblo en el que me estoy quedando. Cientos de acres de tierra fértil que alguna vez pertenecieron a un solo ranchero que los tenía sólo para poner ahí a vivir a su familia y a sus amigos. Ahora, cientos de indígenas —algunos zapatistas, otros no— viven en esa tierra. El anciano me cuenta de una compañía petrolera que en 1994 estaba preparando una perforación en los bordes de esta tierra, cuando comenzó el levantamiento. Después de oír que los zapatistas habían tomado el rancho y la tierra, la empresa empacó sus maletas y se fue sin siquiera una pelea. No querían estar en ningún lugar cerca de los zapatistas.

El principio de no destruir se aplica tanto a las relaciones humanas como a la tierra, tal como lo evidenció el singular sistema de justicia zapatista. Se parece a la justicia restaurativa; la alternativa al sistema de justicia retributivo (o punitivo: de castigo). Ve el crimen como una ofensa contra un individuo o una comunidad en lugar de contra el Estado, y busca resolver los conflictos restaurando la justicia para todas las partes lastimadas por el acto. (Esto incluye al infractor, el cual tiene también necesidades no satisfechas.)

El alcohol y las drogas están prohibidos en las comunidades zapatistas, y son estigmatizados como herramientas del mal gobierno para mantener a la gente humillada y confundida. Estas historias se vuelven bastante creíbles para uno si se toma en consideración el alcoholismo galopante en la sociedad occidental en todos los estratos de la sociedad y también entre los nativos americanos indígenas de Estados Unidos.

Zapatista
La educación es central en la cultura zapatista, y las escuelas autónomas existen en cada pueblo para enseñar a los más jóvenes su larga historia de resistencia y autogobierno.


Esto último es en particular un orgullo para los zapatistas, quienes frecuentemente cuentan la historia de una joven zapatista que fue a la escuela autónoma y que después se fue durante un tiempo de la región para estudiar en una escuela no zapatista. En la nueva escuela, su maestro estaba sorprendido de qué tan competente era ella en todas las materias, y sabía que debía provenir de una escuela zapatista. Pero una de las mayores amenazas para los zapatistas es que los estudiantes son seducidos con promesas de becas para las escuelas estatales, a fin de que abandonen sus comunidades. Esto se aprovecha de la cultura zapatista altamente no coercitiva, que no compele a la gente a que se quede en la organización, sino que más bien trata de convencerlos de su valor.

7.—Proponer y no imponer
La ultima y quizás la más importante lección qué aprender de los zapatistas es su imponente humildad. Ésta se deriva de una cultura de debate y autorreflexión, más que de arrasar hacia adelante sin visión ni contemplación. Proponer un camino por venir y no imponer uno es el ideal del zapatista, de la zapatista. Una frase que comúnmente se oía en la Escuela de la Libertad:

“Un mundo en que quepan muchos mundos / A world in which many worlds fit”

¿Es esto un movimiento populista? ¿Un movimiento separatista? ¿Ninguno de los dos? ¿Ambos?

Exactamente esto es lo que le pregunté al tío de mi anfitrión sobre la mesa de la cena, pues pude percibir que estaba informado sobre los acontecimientos actuales en el mundo e interesado en la política. La mirada en sus ojos me comunicó que yo estaba complicando innecesariamente el asunto. Me recordó el “mantra” zapatista:

Territorio Z
Aquí manda el pueblo y el gobierno obedece.


Esto es a la vez populista —en el sentido del noble ‘pueblo’ versus los pocos de la élite— y separatista. Pero ninguno de los términos le hace justicia, y los zapatistas del siglo XXI no se ven a sí mismos en una burbuja aislada, sino más bien como parte de un movimiento global por una verdadera democracia y un clima de justicia. No tienen como objetivo derrocar al gobierno de México, sino más bien hacer ascender (o quizás, en el lenguaje de la modestia de los zapatistas: hacer descender) al pueblo de México a un mayor ideal de vida en armonía entre unos y otros y con la tierra.

Todo esto me recuerda la Declaración de ocupación de la ciudad de Nueva York: un escrito al que uno de sus autores describió como: “un documento, como una estructura, con espacio adentro para todos nosotros”. Es un movimiento profundamente pluralista como el nuestro, al cual obliga solamente el compromiso de preservar la tradición de 500 años de su gente en contra de la arrasadora avalancha de desinformación y propaganda arrojada por las fuerzas coloniales de desestabilización. Es un meta-movimiento de movimientos locales.

6-ene-14 – La despedida. Se le llama convivio: cuando la gente se reúne así par simplemente pasar algún tiempo juntos, comer, hablar, pasarse el micrófono… ustedes saben.

En este convivio hay atole (agua dulce de maíz), y cada familia viene a llenar su jarro. También hay tamales rellenos de frijoles refritos. Nos sentamos con nuestras familias mientras se pasa el micrófono entre la multitud para pronunciar unas palabras de despedida; cada breve discurso va seguido de una breve cadencia de un grupo de mariachis situados en la esquina del auditorio al aire libre.

“Espero que nos volvamos a ver, pero si no, estaremos juntos en el cielo”, dice el anciano del pueblo.

*.- Justin Wedes es un educador y activista que vive y trabaja en Brooklyn, Nueva York. Es el fundador y codirector de la Escuela de la Libertad Paul Robeson (la Paul Robeson Freedom School): un espacio independiente de educación para jóvenes y adultos sobre justicia social, ubicado en Clinton Hill, Brooklyn. La semana pasada, él presentó un informe sobre su experiencia en Chiapas durante el convivio y sesión educativa que organiza en su escuela cada quince días. Formó parte del grupo de luchadores que impulsaron el movimiento Occupy Wall Street.

Traducción: Malú Huacuja del Toro. Original en inglés: http://occupywallst.org/forum/7-lessons-social-justice-activists-zapatistas/

Foto: Justin Wedes

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