¿Qué podemos hacer si lo viejo no funciona? ¿Renunciamos a la experiencia? ¿Tiramos cada cual por nuestro camino? ¿Nos abandonamos a la idea de que la revolución sólo será caótica y espontánea? Desde el 15M, llevamos dos años ensayando formas de organización masiva absolutamente innovadoras. Multitudes que se sincronizan masivamente para atacar o defenderse en momentos concretos a una velocidad vertiginosa, iniciativas que se desconectan del movimiento en momentos estratégicos para avanzar por su cuenta y abrir nuevos espacios de conflicto, dispositivos que son capaces de activar a sectores enormes de la población para movilizarse cuando más falta hace… Nuevas formas de movilización han llegado para quedarse. Estamos ensayando los métodos de auto-organización social masiva del futuro y hemos conseguido generar un escenario de conflictividad social y hegemonía como nunca hubiéramos soñado. Comprender cuáles son los modelos organizativos que nos han permitido llegar hasta aquí es fundamental para seguir avanzando.
@PinkNoiseRev a Madrilonia
El movimiento 15M parece hallarse en un impasse en el que no sabe cómo dar salida a sus múltiples victorias y su enorme apoyo público. Para desatascar la situación, numerosas organizaciones, asambleas y colectivos invocan recurrentemente a la idea de la unidad (de la izquierda, del movimiento, de “los de abajo”) como solución que permitirá alcanzar un nivel de coordinación necesario para plantar cara y derrotar al gobierno y los mercados. Sin embargo, por el momento no parece que las iniciativas puestas en marcha inspiradas en estas ideas estén suponiendo una mejora significativa en la capacidad organizativa del movimiento. Ya antes del 15M era bastante común ver espacios de coordinación o de convergencia de diferentes iniciativas de la izquierda que buscaban esa unidad, en general con pobres resultados. Nuestra hipótesis es que estas formas clásicas de organización política tienen graves límites que tenemos que revisar urgentemente.
¿Qué podemos hacer si lo viejo no funciona? ¿Renunciamos a la experiencia? ¿Tiramos cada cual por nuestro camino? ¿Nos abandonamos a la idea de que la revolución sólo será caótica y espontánea? Nada más lejos de lo que aquí os vamos a contar. Y es que, desde el 15M, llevamos dos años ensayando formas de organización masiva absolutamente innovadoras. Multitudes que se sincronizan masivamente para atacar o defenderse en momentos concretos a una velocidad vertiginosa, iniciativas que se desconectan del movimiento en momentos estratégicos para avanzar por su cuenta y abrir nuevos espacios de conflicto, dispositivos que son capaces de activar a sectores enormes de la población para movilizarse cuando más falta hace… Nuevas formas de movilización han llegado para quedarse. Estamos ensayando los métodos de auto-organización social masiva del futuro y hemos conseguido generar un escenario de conflictividad social y hegemonía como nunca hubiéramos soñado. Comprender cuáles son los modelos organizativos que nos han permitido llegar hasta aquí es fundamiental para seguir avanzando.
El enfoque reduccionista: la unidad como convergencia
En nuestra opinión, la mayoría de intentos de coordinar una ‘unidad del movimiento’ (o de la izquierda, o tu sujeto social favorito), parten de una perspectiva terriblemente reduccionista: la unidad como convergencia. El ejemplo más sencillo es una estructura de organizaciones coordinadas en forma de árbol, en la que se redirige la toma de decisiones o los procesos de consenso hacia una serie de nodos cada vez más centrales en la estructura. Desde asambleas ‘coordinadoras’ de colectivos o asambleas de una ciudad hasta estructuras estatales donde se unifica la actividad de organizaciones locales. Cuando se habla de convergencia, se apela también a la narrativa y los discursos; por ejemplo, consiensuando manifiestos unitarios como un gran ejemplo de unidad. Al final, todo se reduce a crear un espacio que actúa como representación última del movimiento. Una especie de “cerebro central” que en última instancia toma las decisiones y coordina de forma jerárquica todos los demás espacios. A pequeña escala o en estructuras organizativas simples la convergencia puede funcionar, pero en escenarios más complejos generalmente lleva a estructuras lentas, pesadas, costosas de mantener y con fronteras muy rígidas entre el adentro y el afuera, que enseguida se encuentran con dificultad para agregar nuevos participantes en momentos de gran actividad.
El problema es que esta visión de la unidad vía convergencia, en forma de árbol, no funciona, al menos en las sociedades hiperconectadas del siglo XXI. Y sin embargo hoy, pese a conocer bien las limitaciones de este modelo, asistimos a un renacimiento de la llamada a la convergencia. Algo especialmente sorprendente si tenemos en cuenta que la mayoría de procesos de movilizaciones masivas que hemos visto por todo el mundo durante estos últimos años (desde la Primavera Árabe y el 15M hasta Occupy Gezi) no tienen nada que ver con este tipo de organización. Al contrario, son procesos de coordinación y sincronización de grandes multitudes sin ninguna estructura organizativa formal aparente. En el mejor de los casos las estructuras centralizadas sólo surgen cuando el movimiento está en momentos de declive o debilidad de las asambleas. Ante este escenario, necesitamos nuevos modelos de unidad, que nos permitan crear procesos unitarios en sociedades donde las redes tecnológicas permiten una enorme capacidad de auto-organización social a gran escala.
Unidad líquida y descentralizada: el modelo del núcleo dinámico
¿Cómo se organiza un sistema con millones de partes sin una estructura jerárquica o un órgano de control central? Un problema muy similar se da en el campo de la neurociencia: el cerebro es un órgano altamente distribuído e interconectado, que es capaz de organizarse dando lugar a una gran variedad de comportamientos complejos y coordinados. Cientos de miles de neuronas del cerebro humano son capaces de coordinarse formando una estructura unitaria, pero es muy improbable que esto ocurra mediante una estructura de convergencia. La convergencia en el cerebro no parece plausible ya que no existe ninguna área que centralice la actividad de otras. Además, se ha demostrado que los modelos de convergencia neuronal pierden muchísima efectividad a escalas grandes debido a un problema de explosión combinatoria [1]. Otro gran problema es que las estructuras de convergencia no son efectivas para adaptarse “sobre la marcha” a nuevas situaciones que requieran formas de actuar diferentes a las acostumbradas (es decir, no son buenas improvisando).
Al contrario, el cerebro no tiene una estructura estática y centralizada. La “unidad de la mente” se constituye a través momentos de sincronización a gran escala en los que diferentes áreas neuronales actúan coordinadamente de forma transitoria [2]. Estos momentos de sincronización tienen una duración limitada, para que el cerebro no se quede atrapado en un modo de sincronización concreto. Tras un periodo de tiempo se disuelven para dar paso a un nuevo estado mental que consistirá en la sincronización de otras áreas neuronales diferentes (Gráfico 1). A este modo de sincronización se le ha llamado el núcleo dinámico [3], y es muy diferente de la idea de convergencia ya que en el núcleo dinámico no participan todas las partes del sistema todo el tiempo, sino que funciona como un polo de referencia al que se conectan y desconectan diferentes áreas neuronales en momentos diferentes. En el caso contrario, si la sincronización se extiende incontroladamente atrapando a diferentes áreas neuronales, puede causar graves desórdenes neuronales como ataques epilépticos.
Gráfico 1. Esquema del núcleo dinámico como forma organizativa. Diferentes partes del sistema se sincronizan temporalmente, para disolverse a continuación y dar paso a nuevas configuraciones, sin que todas las partes tengan que estar sincronizadas todo el tiempo.
Núcleos dinámicos y polos de referencia en el movimiento 15M
¿Las revoluciones funcionan como nuestros cerebros? O dicho de otra forma, ¿funcionamos como un cerebro colectivo cuando entramos en clima revolucionario? Seguimos buscando respuestas mientras nuevas preguntas aparecen por el camino. Lo que sí sabemos por el momento es que este modelo de unidad que muestra el cerebro humano se parece mucho a los procesos de movilización social distribuida que estamos viviendo. En el caso del 15M, el movimiento ha sido una sucesión de diferentes “núcleos dinámicos” que han servido como polos de referencia en torno a los cuales se han organizado procesos enormes de sincronización y acción coordinada durante un periodo: la primera convocatoria de DRY, las acampadas, la PAH, las mareas, el 25S… Algunos de estos polos de referencia han sido globales y otros más locales. Algunos han durado semanas y otros sólo unos días. Otros se han desvanecido para resurgir con fuerza otra vez de forma inesperada. Lo que tienen en común es que todos han sido capaces de organizar a grandes segmentos de la población, no siempre los mismos, actuando como una unidad coherente, como una gran mente colectiva que ha sido capaz de desbordar a las instituciones del régimen y dejarlas gravemente heridas.
Aún así, existe la percepción generalizada de que esto aún no es suficiente. Los viejos partidos políticos siguen ocupando las instituciones bloqueando cualquier cambio. Esto es un hecho, pero pensamos que no es problema no está en los límites que este modelo de organización distribuida tenga, sino una cuestión de que no tenemos aún los dispositivos adecuados para servir de polo de referencia en un espacio con unas dinámicas tan particulares como el espacio electoral. Creemos que sólo es cuestión de tiempo que la sociedad se organize para romper también el espacio electoral. De hecho, ya están en marcha varias iniciativas con este objetivo. Nuestro pronóstico es que sólo tendrán éxito aquellas que hayan entendido la lógica de los procesos distribuidos de participación y auto-organización en red.
Llevamos dos años organizándonos de una forma novedosa, y los resultados son asombrosos. Hemos construido dispositivos que han generado una hegemonía total del movimiento sobre los principales ejes de conficto social (vivienda, educación, sanidad, democracia…) y un nivel de organización capaz de desbordar en la calle cualquier intento de invisibilizar, reprimir o criminalizar el movimiento. Esto sólo es el principio. La misma sincronización neuronal de la que hablábamos antes se organiza en diferentes niveles anidados, con procesos de auto-organización de cada vez más alcance que se construyen sobre otros más pequeños. Tenemos un modelo de auto-organización que funciona, sólo nos queda replicarlo, mejorarlo, entenderlo con más profundidad y extenderlo a nuevos niveles.
Estamos convencidos de que en los próximos meses y años vamos a seguir viendo enormes avances en las formas de organización en red. Para mejorarlas es esencial seguir formulando hipótesis para crear nuevos polos de referencia que sean capaces de abarcar y coordinar más frentes de conflicto. Seguir escuchando y analizando los procesos para interpetar los momentos de ruptura. Ser capaces de conectar y desconectar estratégicamente las piezas de nuestros núcleos dinámicos para lograr victorias sin dejar de experimentar. Construir una unidad que no se queda atrapada en una configuración determinada sino que se transforma continuamente para seguir dando pasos adelante… Estamos en un momento histórico: estamos dando los primeros pasos para construir una mente social colectiva coordinada de forma líquida y distribuida. Volver a insistir en obsoletos modos de organización es un error. Estamos ensayando los métodos de auto-organización social masiva del futuro y las perspectivas son más que optimistas. El régimen del bipartidismo moribundo está confundido y atrincherado. Sólo queda seguir sincronizándose.
12/06/2013
@PinkNoiseRev