“Hoy el nuevo hacedor de collages explora, transita o vagabundea por esa inmensa memoria de las redes. De forma que todos los elementos de la cultura y sus acontecimientos, se nos ofrecen como un muestrario para elegir y recombinar generando nuevas conexiones (…) Los ciudadanos hoy se transforman en usuarios de la cultura, al tener la capacidad para modificarla y recrearla fácilmente gracias a su fácil acceso a la tecnología. Surge así un ejército de potenciales creadores que pueden participar en su construcción más allá del simple consumo. La noción de originalidad y creación se desdibuja en este nuevo panorama cultural, en el que se destaca la figura del programador, cuya tarea consiste en seleccionar objetos culturales insertándolos en un nuevo contexto. Los artistas internacionales más destacados de estos años inscriben la obra de arte en una red de signos y significados. Ya no se trata de comenzar de cero sino de encontrar el medio de inserción en las innumerables corrientes de producción. (Nicolas Bourriaud. Postproducción. 2004)
Angel Mestres (@mestresbcn) & Mario Hinojos (@archivohashed) en Trànsit Projectes
(Texto publicado como colaboración en las V JORNADAS Internacionales Innovaciones Artísticas y Nuevos Medios: Conservación, Redes y Tecnociencia de la Universidad de Barcelona.)
/CÁNON Y PALIMPSÉSTO/
Un reconocido escritor de Barcelona reflexionaba acerca de la naturaleza intertextual de su trabajo, calificado por un sector importante de la crítica como metaliterario, utilizando la frase siguiente: «Siempre escribimos después de otros»1.Algo que otro escritor, esta vez argentino y todavía de mayor envergadura, afirmaba de igual forma con estas palabras: «Cada escritor crea sus precursores»2. Ambas sentencias se podrían aplicar para cualquier otra actividad cultural y creativa. Siempre creamos y accedemos al capital y los bienes culturales después de otros. Siempre construimos nuestras identidades culturales con y a través de la interacción con otros: recuperando, reorganizando, reinterpretando, remezclando…
La cultura, afirmó en 1978 el filósofo francés Roland Barthes, es un palimpsesto infinito; un enorme y actualizado manuscrito que todavía conserva las huellas de muchas otras escrituras anteriores a ella. Afiliándonos a la voz de Barthes podríamos aludir a conceptos tan estrictos como tradición o canon, aunque podríamos también optar por una opción mucho más generalista, conformarnos con aludir a la cultura como un enorme arcón para asaltar a nuestro antojo. Lo cierto es que siempre creamos a partir del inagotable archivo de la cultura, del infinito entramado de conexiones que construye la cultura que nos ha precedido. No somos más que imitadores, diría el mismo escritor barcelonés citado en las líneas iniciales, un eslabón en la cadena ininterrumpida de la tradición. Las ideas que sugieren todas estas sentencias no remiten unicamente a una relación temporal, evidenciada en la discusión entre precursores y continuadores o si se prefiere, entre tradiciones y vanguardias; sino que hacen también efectiva la inminente naturaleza colectiva de la cultura, puesta de manifiesto en un conjunto de interacciones sociales en constante evolución y movimiento.
/CULTURA Y CONVERSACIÓN/
Dando por sentados los antecedentes más remotos que vinculan la palabra con el cultivo y la explotación del suelo (cultura-agricultura); desde el siglo XIX el término era ya entendido como una acumulación colectiva de saberes puestos al servicio del bien común: el individuo vive, en gran medida, de lo que otros seres humanos y otras generaciones anteriores a él prepararon e hicieron. Si para Claude Lévi-Strauss la cultura es la ordenación sintética del mundo, pues aparece como un conjunto de clasificaciones que garantizan la correspondencia o la convertibilidad de todas las dimensiones del universo3. Para el advenimiento de las democracias modernas la cultura supone ya el espacio de lo revolucionario, donde la vanguardia la asume como manifestación de libertad y oposición a los valores dominantes; así como el soporte de utopías y antimodelos sociales. Más allá de las simplificaciones históricas, las sentencias de Lipovestky y Serroy4 nos ayudan a visualizar el escenario actual de la cultura: hipermodernización, revoluciones tecnológicas, un medio cultural marcado por los criterios comerciales del consumo (el mercado coloniza la cultura), y el fortalecimiento del modelo social individual que dan como resultado la cultura-mundo.
Según ambos teóricos franceses las oposiciones hasta ahora habituales que creaban los grandes binomios en materia cultural (alta/subcultura; antropológica/cultura estética; cultura material/ideología), han quedado desplazadas por una confluencia desordenada de elementos que cruzan y construyen la cultura de hoy: cultura tecnocientífica, cultura de mercado, cultura del individuo, cultura mediática, cultura ecologista,cultura de las redes… Esta última supone, para nosotros, el espacio de cambio que al mismo tiempo ratifica y refuta el escenario que de forma muy pertinente plantean Serroy y Lipovetsky. Si bien la cultura de la hipermodernidad es un espacio de mercado e individualidades; es también el escenario de la redes, donde millones de personas se colectivizan y construyen una gran conversación. Donde la inteligencia colectiva sugiere las posibilidades críticas del empoderamiento y hace efectivo nuestro papel en esa ininterrumpida cadena de la tradición que referíamos en el punto anterior.
/(PARÉNTESIS) ORIGEN Y ANÁLISIS ESTRUCTURAL DE LAS REDES
El paréntesis exige un acercamiento mucho más general: ¿qué son las redes? ¿para qué sirven? ¿cómo funcionan y qué tipos existen? Se considera que la teoría de redes tuvo su origen en un curioso experimento que el matemático suizo Leonhard Euler planteó en un muy lejano 1736, bajo el nombre de El problema de los puentes de Kaliningrado. Más allá de lo complejo de las soluciones planteadas por Euler5, el método usado por el suizo dio origen a la Teoría del Grafos, hoy uno de los principales asideros para el análisis estructural de las redes.Aunque los vínculos se alejan en el tiempo y la revisión simplifica estas distancias, ya a inicios del siglo XX la teoría cobraría un nuevo impulso gracias a la intervención de especialistas en psiquiatría y antropología social que introdujeron el concepto de análisis de redes sociales.La generalización del uso de los ordenadores en los años ochenta primero, y la implosión mediática de la world wide web después, han supuesto la vigencia y reinterpretación del concepto de las redes. Lo cierto es que las hay de muchos tipos y prácticamente nos rodean en cualquier de nuestras interacciones (familia, amistades, entornos de trabajo y negocio; el genoma humano, las redes neuronales, el transporte, la mecánica, la criminología…) Formamos parte de ellas, en algunas ocasiones como nodos, en otras asumiendo el papel de enlaces o conectores.
Para Newman (2003), las redes se dividen en cuatro grandes tipologías: redes sociales, compuestas por individuos o grupos que establecen patrones de contacto entre ellos; redes de información, denominadas de igual forma redes de conocimiento, cuyos ejemplos más ilustrativos son el sistema de citas que sostiene los trabajos académicos, o de forma más próxima, el entramado de Internet; redes biológicas, asociadas a los sistemas biológicos susceptibles de operar de esta forma, desde los ecosistemas, las reacciones metabólicas o las funciones neuronales; y las redes tecnológicas diseñadas para la distribución de electricidad, agua, gas, redes de transportes, telefonías y por supuesto, las de interconexión entre los ordenadores y la misma web. Las redes han existido siempre y su garantía no ha estado mediada, como se ve, únicamente por el uso de la tecnología. Sin embargo el entorno actual ha permitido la puesta en valor de este tipo de trabajo, marcado en términos generales por el desarrollo de proyectos comunes de forma horizontal; la gestión normalmente asincrónica; o las interacciones que unen las capacidades de diversos agentes. Lo cierto es que el trabajo en red genera novedosas concepciones de metodología organizacional y proporciona un modelo de trabajo proclive al cambio constante, la reflexión y la mejor concreción de las acciones buscadas. Esta forma de interacción se ha convertido hoy en un método exitoso en diferentes contextos, siendo la cultura un territorio fértil en este aspecto. Ya lo ha referido el director del Privatization of Culture Project George Yúdice: el sector de las artes y la cultura se ha convertido en una enorme red de gestores que intermedian entre las fuentes de financiamiento, los artistas y las comunidades por un lado, y las metodologías, los agentes y los diversos territorios por otro.
/LA CULTURA DE LA REDES Y LAS REDES EN CULTURA
Para el catedrático y comisario brasileño Teixeira Coelho, el mejor resumen de la idea de cultura que predomina hoy (y que muy pocas políticas e instituciones culturales se disponen a aceptar), es aquel que presenta la cultura como una larga y múltiple conversación que se amplía en tiempo, espacio e interlocutores. La mejor idea de libertad en cultura es la idea de la conversación, dice, y esa es, en realidad, la mejor idea de libertad. La clave aquí radica, justamente, en el énfasis sobre el concepto de libertad pero también en las cualidades críticas, constructivas y colectivas del diálogo y la conversación. Nos acercamos a una red buscando vínculos, interlocutores para dialogar y conseguir beneficios (conceptuales, económicos, emocionales). Si la cultura es ya en si misma empoderamiento, su puesta en común y las posibilidades creativas y divulgativas que el nuevo escenario mediático supone, no hacen más que promover este condición emancipadora y de autodeterminación. Nos encontramos en un momento de cambio, de transición, en el que asistimos a la coincidencia histórica de tres grandes procesos (Castells, 2007): la crisis económica del capitalismo y del estatismo; el florecimiento de nuevos movimientos sociales; y la revolución digital y tecnológica.
En este escenario, la democratización de los medios y el acceso a las redes posibilitan la emergencia de una incesante actividad creativa que va multiplicando en número y tipología a los actores que intervienen en el sector cultural. Esto incluye tanto gestores como artistas, tanto creadores amateurs, contribuidores o prosumers, como profesionales de la comunicación6. Nos encontramos en un momento de transición, afirma Henry Jenkins en uno de sus particulares análisis sobre el presente. Un momento en el que el viejo sistema de medios está muriendo para dar paso al nacimiento de un nuevo sistema. Una era en la que la cultura del espectador está dejando lugar a la cultura de la participación. Libertad y participación son entonces los ejes rectores de este escenario que, unidos a conceptos ya antes anotados (inteligencia colectiva7, redes sociales distribuidas, empoderamiento, democratización de los medios) construyen un mapa mucho más amplio y fértil que la visión algo alarmista de Serroy y Lipovetsky sobre la cultura de hoy, ese gran espacio de conversación. No es que estemos construyendo redes sino que, como ya afirma Taylor, vivimos en una cultura de red que implica asimilar estas estructuras no como organismos aislados, sino como un gran hipermedio que nos ofrece un campo fértil para pasar a la acción. En este sentido, relacionar redes y cultura implica recuperar el espacio social de la cultura, así como su papel vertebrador en la generación de pensamiento (Insa, 2012). El nuevo ecosistema cultural que está emergiendo es incompatible con la rigidez institucional, y las redes son los espacios mejor dotados para facilitar la generación de nuevos agentes con verdadera capacidad para replantear, redistribuir, intercambiar, remezclar y, en definitiva, generar espacios de pensamiento y acción.
/FUNCIONAMIENTO Y REFUTACIÓN DE LAS REDES
Pero este nuevo ecosistema de la colectividad no es eficiente per se, su funcionamiento parece plantear, tal como afirma el investigador de la comunicación Carlos A. Scolari, una especie de imperativo categórico de la participación: el supuesto de que todos los usuarios participan y el impuesto de que todo usuario debe participar… Sin embargo, si algo demuestran los estudios cuantitativos sobre las redes sociales, forums, y sistemas en donde hay grandes cantidades de personas conectadas, es que no todos participan, ni todos producen. No es que todos los lectores de la wikipedia están produciendo esos contenidos, seguramente hay un grupo, un 10, 15 o 20 % que tiene un rol más o menos activo en la producción de nuevos contenidos y el resto únicamente los consume; pero también hay gente que antes de las redes no generaba contenidos, o los generaba para el mismo o para un grupo muy reducido, y ahora tiene la opción de compartirlos, afirma Scolari. Si bien la participación en una red o la pretensión de esta estructura como forma de trabajo no garantizan el éxito de una iniciativa o un proyecto (seguramente existen por allí miles de proyectos participativos totalmente fallidos), la transformación que esto ha supuesto nos ayuda a ser optimistas en cuanto a la recuperación de ese espacio social, crítico y de pensamiento ya antes aludido. No hay revoluciones tecnológicas sin transformación cultural, afirma Manuel Castells […] es justo ese cambio la piedra angular de nuestra comprensión de la sociedad. Así, las redes funcionarán y proporcionarán entornos y proyectos de éxito si se convierten en espacios para la generación de conocimiento. No sólo como ricos y necesarios caminos de intercambio o almacenamiento, sino como auténticos escenarios para la producción y re-producción, ¿de qué? De capital cultural, por supuesto. Lo que quiere decir no únicamente bienes de consumo cultural sino puntos de vista, reflexiones, posicionamiento, pensamiento crítico y propuestas de cambio, innovación, transformación y análisis. Pasar, como han dicho ya muchos estudiosos al respecto, de las redes como simples observatorios a reales y potentes provocatorios. “Las redes, hoy por hoy, pueden ser las organizaciones con mayor capacidad para desestructurar la linealidad totalitarista del pensamiento único, una especie de guerra de guerrillas contra el monopolio de la razón.” José Ramón Insa (2010).
/REDES Y REMEZCLA: LENGUAJE SOBRE LENGUAJES EXISTENTES.
Comúnmente asociamos el término remix a una práctica vinculada con el dispositivo tecnológico. Pensamos en la remezcla como manipulación audiovisual o en la remezcla como la apropiación y la reinvención de piezas musicales, pero la remezcla es mucho más que esto. Remezcla son las adaptaciones teatrales de otras obras narrativas. Remezcla son las pinturas cubistas inspiradas en el imaginario primitivo africano. Remezcla son las versiones cinematográficas de cientos de novelas. Remezcla son los collages visuales de las vanguardias clásicas. Remezcla son también las espontáneas versiones que los fans de un grupo hacen del videoclip oficial de su último sencillo, o la impresionante cantidad de variaciones de la última coreografía convertida en el meme8 predominante de la web. Pero por encima de todo, la remezcla es una forma de acceder a los bienes culturales. Hablamos de la capacidad que un usuario tiene de consumir un determinado objeto cultural, de apropiarse de él y reelaborarlo a su antojo; construir una variante, un nuevo objeto distinto al que le dio origen que dialoga, refuta o convive con la pieza original. Así, la remezcla es una práctica discursiva. Es una forma de reflexión sobre la información a la que tenemos acceso. Es una invitación a organizar esa información y a utilizarla para construir nuestras y propias versiones sobre la realidad y lo que nos rodea. Una forma de crítica, de ejercicio del pensamiento y de acción transformadora.
Siempre creamos a partir del inagotable archivo de la cultura, del infinito entramado de conexiones que construye la cultura que nos ha precedido, afirmábamos en el bloque inicial de este texto.Bajo esta perspectiva casi histórica, la remezcla es una de las fuentes más poderosas para la creación y el acceso a ese amplio archivo cultural. Es de alguna forma, una herramienta posible y muy eficaz para canalizar las posibilidades de las redes culturales como espacio social, critico y vertebrador de pensamiento. Ante el escenario cultural que hemos estado dibujando, la remezcla aparece como el elemento perfecto para completar dicho cuadro. Si las redes nos dan la posibilidad de unir un gran número de individualidades a favor de un objetivo común y las redes culturales nos ayudan a ceñir ese objetivo al bien colectivo, la remezcla se aparece como la mejor de las herramientas a favor de generar ese espacio de reflexión y mestizaje. Pues si no hay mestizaje (contenidos, conocimientos, experiencias, puntos de vista) nunca habrá ninguna red.Algo que de forma muy certera enuncia el crítico de arte Juan Martín Prada en esta extensa cita: “En un mundo saturado de imágenes caracterizadas por su disponibilidad, la creación se identifica cada vez más con el montaje, la combinación y la transformación de imágenes raptadas. El lenguaje del arte (y la cultural) hoy, es sobre todo lenguaje sobre lenguajes existentes; como si expresarse sólo pudiera ser ahora resultado del uso de un diccionario ya compuesto, de un repertorio de elementos para combinar de diferentes maneras. Remix, sampling o mashup: términos que se han vuelto cotidianos en el quizá ya definitivo primado de las tareas de selección-transformación, en la pasión de los modos de acción deejay más allá del nocturno y festivo territorio específico que les dio origen. Todo ellos han contribuido pues a que hoy, el arte sea, más que nunca, la metafísica de una encantadora e inquieta participación amateur, que nos resulta tan atractiva por sincera y quizá por ser tan convincentemente real. Ésa que apreciamos, por ejemplo, en los vídeos caseros que constituyen la material prima de repositorios como Youtube. (Sampling-Collage. Juan Martín Prada.)
/COLECTIVIDAD Y CULTURA DEL PROCOMÚN
Pensar las redes en este momento es abrir nuestras mentes a procesos de participación que modifican sustancialmente las formas habituales de trabajo. Ya hemos dicho, citando a Castells, que no hay revoluciones tecnológicas y sociales sin transformación cultural, pues el cambio en este aspecto supondrá siempre el cambio en los diferentes estamentos y sistemas a los que pertenecemos. La sociedad completa, a través de estos espacios híbridos, puede participar más que nunca en todos los procesos de generación de cultura.Cabe entonces concebir las redes como laboratorios, comoespacios de trabajo que nos permiten habitar en las intersecciones de la cultura oficial. Estos nuevos espacios pueden, sin duda, ser una eficaz manera de configurar ecosistemas de auténtica acción cultural, de intervención en nuevas dinámicas sociales que remuevan las estructuras. “Los espacios públicos híbridos de la sociedad red configuran un nuevo procomún que se constituye como el escenario de creación social e individual que depende cada vez más del diseño de intangibles, de modelos de conocimiento abierto y del emponderamiento del ciudadano” (Juan Freire, 2009).
Muchos de los aspectos de la cultura digital actual no se ajustan a los principios económicos neoclásicos. En términos generales, los entornos de la web tienden a funcionar como una comunidad de afinidades en las que la lógica de intercambio de bienes y servicios no obedece necesariamente a las formas habituales del intercambio comercial (un gran número de redes de diversos tipos, entre las que se pueden insertar las de carácter cultural). Es aquí donde la idea de un procomún se vuelve vigente y poderosa pues figura como el código para ese intercambio. La red actúa como un procomún y no como un mercado. Haciendo posibles prácticas tan poco asumibles en una lógica de transacción comercial como una comunidad de agentes dispuestos en una red compartiendo abiertamente y de forma libre y gratuita sus conocimientos, métodos, descubrimientos, trabajos y avances; así como permitiendo que sus creaciones o aportaciones puedan ser asumidas, modificadas, reelaboradas y remezcladas por otros siempre y cuando sus fines obedezcan al bien común9. La idea de procomún, sin embargo, no es actual, se trata, tal como menciona Antonio Lafuente10, más bien de una forma nueva de expresar una idea que es muy antigua: que existen bienes que nos pertenecen a todos por igual. Que hay una serie de recursos que deben ser gestionados, protegidos y explotados únicamente por el bien común. Aquí cabría la riqueza entera del planeta, desde la diversidad de los bienes naturales hasta los bienes de carácter social. Y entonces, obviamente, en la casilla central tendríamos a la cultura, ese infinito palimpsesto. La cultura como un bien universal que, más allá de propiedades intelectuales, nos pertenece a todos y tenemos la obligación de conservar, proteger y alimentar. Esa idea es la base de esta nueva cultural, una idea de palimpsesto.
/APRENDER A LEER
Entender que el fundamento de la cultura digital, en gran parte, son las propiedades compartidas nos garantiza un acercamiento real a los métodos de trabajo en red. Hablamos de una cultura abierta, hablamos de una conversación y un espacio de intercambio, hablamos de reinterpretación y construcción de pensamiento crítico, hablamos de reescritura y participación. Todas estas actividades llevan por supuesto un ejercicio de naturaleza creativa. Quizá, de alguna forma, nos inunda el entusiasmo (entusiasmo justificado, creemos) de la posibilidad creativa que esta democratización de los medios de producción de contenidos culturales supone. Basta pensar en las virtudes ya insistidas de estos nuevos escenarios o ecosistemas abiertos al trabajo colaborativo y a la múltiple conexión con agentes de cualquier origen y territorio. Hablamos a menudo de usuarios conectados desde su casa creando. Hablamos de millones de prosumidores compartiendo lo que piensan, lo que ven, a lo que tienen acceso y lo que hacen con ello, y esta visión global y de naturaleza democrática nos llena de ilusiones. Pero quizá nos dejamos algo. Quizá, de forma por demás natural, pensamos en los atributos de este escenario mediático sólo en términos de posibilidades creativas. Pensamos que este nuevo flujo deja en nuestras manos la gran oportunidad de situar a cada uno de los individuos como un agente potencial en la creación de la cultura. Como un posible hacedor de cultura, algo maravilloso, algo inédito, algo significativo; un hito histórico: todos como hacedores de objetos culturales, de materiales digamos legitimados como cultura. Todos contribuyendo a la distribución y al acceso al capital cultural. Pero, quizá también, valdría la pena pensar que lo que realmente implica este flujo (la creación de redes, la conexión con múltiples agentes culturales y la posibilidad de estar constantemente reelaborando nuestros mensajes, sometiéndolos gracias a esa puesta en común a una mejora continua), es justo lo contrario, o al menos su complemento inverso. Quizá se trata realmente de la oportunidad de formarnos como espectadores y lectores. De convertirnos en espectadores profesionales: en admiradores, en receptores (puesto esto entre comillas), en consumidores, en lectores verdaderamente profesionales de ese flujo mediático. De convertirnos en los lectores ideales. Y aquí la remezcla tiene un papel primordial en esa educación para los medios. La remezcla no tanto como creación en el sentido bruto de la palabra, en el sentido digamos clásico, sino como diferentes formas creativas de absorción, de asimilación. La remezcla como digestión y esa digestión como forma de creación, si se prefiere. Cortar, pegar, mezclar, fusionar, derivar, filtrar, alterar, reelaborar material preexistente, tiene un papel primordial en esa educación para los medios. O, parafraseando a Pedro Jiménez de Zemos98, en una conversación que hace un tiempo tuvimos con él desde Trànsit Projectes, que todos podamos remezclar, no provoca otra cosa más, que la posibilidad de que todos podamos ser más críticos con lo que leemos y cómo lo leemos. La remezcla entonces como investigación y las redes culturales como el laboratorio. Porque si bien es cierto que al hablar de remezcla debemos tener claros los límites entre la apropiación y el plagio, podemos afirmar sin temor que cuando copiamos a uno plagiamos, pero cuando copiamos a muchos investigamos y entonces, producimos pensamiento crítico.
/Notas:
1/ Enrique Vila-Matas / Intertextualidad y metaliteratura (2008)
2/ Jorge Luis Borges / Pierre Menard, Autor del Quijote (1944)
3/ astronómicas y geográficas, botánicas y zoológicas, técnicas y religiosas, económicas y sociales.
4/ La cultura-mundo; respuesta a una sociedad desorientada (2010).
5/ ¿es posible dar un paseo por la ciudad prusiana de Kaliningrado cruzando cada uno de los siete puentes que la unen una sola vez hasta volver al punto de partida?http://es.wikipedia.org/wiki/Problema_de_los_puentes_de_Königsberg
6/ Otro de los conceptos relacionados sería la creatividad de masas, desarrollada por Charles Leadbeater, que pretende poner en crisis la idea de que la innovación es un ejercicio que tan sólo pueden llegar a ejecutar ciertos científicos, especialistas o investigadores. Por el contrario, considera que el potencial de innovación son actividades cotidianas, practicadas en numerosos lugares por muchas personas. En este contexto señala el concepto de PROAM (profesional amateur), como los principales promotores de la innovación en Internet, a través de espacios como Youtube, MySpace, etc. A este contexto se añadiría la participación de usuarios productores, prosumidores, bricoleurs, creadores DIY, etc, y la emergencia de nuevos profesionales autónomos.
7/ “el grupo es más inteligente que los miembros más inteligentes del grupo” (Tim O’Reilly, 2005)
8/ http://es.wikipedia.org/wiki/Meme / http://www.180.com.uy/articulo/31680_Harlem-Shake-el-nuevo-fenomeno-viral-de-internet
9/ http://www.youtube.com/watch?v=FhTUzNKpfio
10 / http://medialab-prado.es/laboratorio_del_procomun
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- Juan Freire, Cultura digital en la ciudad contemporánea: nuevas identidades, nuevos espacios públicos en
/Referencias bibliográficas:
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- Gilles Lipovetsky & Jean Serroy, La cultura-mundo, Anagrama,Barcelona 2010.
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