Gestión vertical vs gestión horizontal. Red centralizada vs
red distribuida. Modelo de gestión cultural de la era predigital vs
modelo de gestión de comunidades. No hay vuelta atrás. No hay intersecciones. No hay posible encuentro entre el viejo y el viejo mundo. ”El agua no quiere saber del hielo”, como suele decir el periodista Pepe Cervera. En el site de MOV-S 2012,
un evento de creación contemporánea que se define como “un proceso de
trabajo colaborativo”, analizan brillantemente los dos modelos
antagónicos de gestión cultural. El vertical y el de gestión de
comunidades.
María Ptkq, metodóloga de MOV-S 2012 a la que recomiendo seguir en Twitter,
propone un modelo de gestión que “incorpora a las comunidades de una
manera orgánica en todas las fases del proceso, desde la ideación hasta
la realización pasando por la financiación, la comunicación y la
producción”. La gestión se transforma “en auto-gestión
colectiva, no hay autorías definidas ni distinción entre artistas,
productores y público”. La mudanza de paradigma es brutal. Todo cambia.
Cualquier proyecto puede convertirse en un making of en tiempo real, en un proceso. La autoría se diluye en una red de co creación plural. La financiación colectiva (crowd funding)
se coloca en el centro del binomio industria-instituciones. La
ejecución convierte a los gestores culturales en simples nodos de una
red mayor.
Además de la fuerza del proceso, de esta documentación
abierta desde el minuto 0, en este nuevo modelo existe otro detalle
revolucionario: la fragmentación de la temporalidad. El evento deja de
ser algo exclusivamente presencial. Se diluye, pero se multiplica
gracias a herramientas de streaming, a la vida paralela en redes sociales y en otras plataformas. Lo presencial tiene un constante feed back desde diferentes esferas. Y la retransmisión en diferido perpetúa el evento / creación. El encuentro Meet Commons,
un festival sin jerarquías ni programa que se celebró en Madrid en
abril, encarnaría a la perfección este modelo de gestión de comunidades.
Pero para llegar a la elasticidad de Meet Commons, las organizaciones
o agentes culturales deberían entender la definición de comunidad 2.0 del libro #10Openkult, del que ya he hablado en este blog:
“¿Qué es la comunidad 2.0? Una red de cooperación mediada por una
*interfaz. La interfaz pone las reglas del juego, “escucha” el rumor de
la red y atiende sus demandas. La interfaz es permeable a la
participación. No pisotea la red de cooperación, la respeta y la valora,
porque el valor está en la red”.
¿Tiene sentido, por ejemplo, un mega festival vertical como
el Rock in Rio en el que el público quede relegado a destinatario o
consumidor? ¿Tiene lógica que el Museo del Prado presente exposiciones o
cuadros sin streaming? ¿En qué se podría transformar un evento
como la Noche en Blanco de presupuesto millonario, gestión vertical y
nula participación de las comunidades? ¿Podemos considerar la cultura un
producto cerrado o definitivo, ya sea un disco, un libro o una
representación teatral? De nuevo, una definición extraída de #10penkult,
la de participación, puede ayudar a encontrar las respuestas: “No
concebimos la participación como el acceso a instituciones o plataformas
cerradas sino que al contrario la pensamos como la habilitación a
procesos de toma de decisión colectivas marcadas por la temporalidad, la
mutabilidad y la reflexividad. La participación se sostiene sobre
procesos constantes de feedback entre los recursos, plataformas o
instituciones y las comunidades que las explotan y construyen”.