Evidentemente, es exagerado y falaz decir que vivimos bajo una dictadura. Pero que no lo llamen democracia, porque no lo es.
1. La soberanía no está en el pueblo español: Hace
un mes, Rajoy se plantó en Bruselas y anunció que el déficit de España
sería el que él creyese oportuno: “Es una decisión soberana de los
españoles”, dijo. Sólo le faltó pintarse la cara para emular a William
Wallace. En menos de un par de semanas, Rajoy tuvo que recular su cifra
de déficit hasta el 5,3%. Ni pa’ ti, ni pa’ mí. Y esta semana, en una
triste nota de prensa, el Gobierno nos esconde un recorte de 10.000
millones con el único fin de alcanzar la cifra que en un primer momento
le exigieron en Europa. En Braveheart, los rebeldes se levantaban la
falda. Rajoy, en cambio, opta por la bajada de pantalones.
2. Las cuentas del Estado las lleva Alemania: No
contento con esconder los presupuestos a la espera de colocar a Javier
Arenas en Andalucía, Rajoy decidió que antes de aprobarlos era mejor que
les echase un ojo un representante de Merkel. Volker Kauder dio el
visto bueno a las cuentas, aunque su cara era un poema mientras el
portavoz del PP, Alfonso Alonso, le enseñaba los balazos en el techo del
Congreso. Ante la sospecha de que el enviado germano no entendiera muy
bien el castellano y estuviera haciendo un paripé, el ministro de
Economía, Luis de Guindos, adelantó los recortes en Sanidad y Educación
en el Frankfurter Allegemeine, que tiene la ventaja de ser un diario ya
traducido al alemán, con lo que Merkel podría coger el mensaje.
3. Las elecciones generales son fraudulentas: Una
legislatura dura, por lo general, cuatro años. En ese plazo se entiende
que la situación del país pueda cambiar y los gobernantes tengan que
tomar decisiones no previstas. Pero lo que es inconcebible es que el
compromiso con los votantes, el programa electoral, no tenga ningún
valor al día siguiente de las elecciones. Si Rajoy no sabía cuál era la
situación del país, es un incompetente. Si lo sabía, peor, porque
significa que su mandato está corrupto, pues engañó a sabiendas a todos
los votantes cuando prometió no subir los impuestos, no recortar en
Sanidad y Educación o no aprobar el despido libre.
4. El Gobierno no da la cara ante los ciudadanos: En
una democracia, el poder debe atenerse a mecanismos de control, y uno
de estos lo ejercen los periodistas. Los presupuestos más restrictivos
de la democracia debieron ser explicados por el mismísimo presidente del
Gobierno, y no por sus ayudantes de cámara. Para colmo, al término de
la rueda de prensa, los ministros que anunciaron semejantes recortes
huyeron por la puerta trasera de la sala para no responder a los
informadores.
En la pasada legislatura, Zapatero compareció en el Congreso para
explicar el recorte de 15.000 millones de euros que también le exigían
desde fuera. El Gobierno del PP, tan habituado a los recortes en sus
primeros 100 días, cree en cambio que un tajo de 10.000 millones a la
Sanidad y a la Educación puede despacharse con una nota colgada en la
web de Moncloa. A este paso, cuando creen el copago nos avisarán por
WhatsApp.
Y por último, la vergonzosa imagen de Mariano Rajoy, quedándose
ante los periodistas del Senado más mudo que su muñeco de cera, y luego
huyendo por el garaje en una escena a la que sólo le faltaba la música
de Benny Hill. En su empeño por ser “transparente”, el Gobierno de Rajoy
ha acabado siendo invisible.
5. Recorte de libertades: A la espera de que la
patronal termine de redactar la reforma de la ley de huelga que quieren,
el Gobierno ya ha anunciado que tratará casi como terroristas a quienes
organicen protestas que luego acaben con algún acto de vandalismo.
Además, protagonizar una sentada pacífica o impedir un deshaucio será
considerado igual de grave que agredir a un policía (atentado a la
autoridad). Para asegurarse que los protestones acaben entre rejas, se
les pedirá un mínimo de dos años de prisión. De esta manera, los
fiscales podrán pedir prisión preventiva para este nuevo modelo de
“criminal”.
6. Violación del concepto de Justicia: Ahora
mismo, en Barcelona ya hay en prisión dos jóvenes universitarios
acusados de vandalismo durante la Huelga General. Sin embargo, ¿cuántos
contenedores hay que quemar para generar un daño económico similar al
causado por la cleptomanía de Jaume Matas? Muchos, pero eso no impide
que el expresidente balear se pasee por la calle sin unos grilletes en
los tobillos.
Y si la ley se empeña en llevar la contraria a los privilegios de
los grandes ladrones, para eso está la prerrogativa del indulto, que lo
mismo vale para salvar la honra de un banquero condenado como para
perdonar a unos corruptos de CiU.
Evidentemente, es exagerado y falaz decir que vivimos bajo una dictadura. Pero que no lo llamen democracia, porque no lo es.
Marcos Paradinas es redactor jefe de El Plural