Yo no te estoy enseñando nada, sólo te ayudo a que te conozcas a ti mismo.
Conociendo la naturaleza del contrario no será difícil sincronizarlo y convertirlo en una ventaja a nuestro favor.
Bruce Lee Madrilonia.org
1. “La calle es mía” o Fraga Reload:
El PP quiere recuperar el control, manejar lo que pasa en la calle. No
es que vaya a prohibir las manifestaciones, hablamos de algo quizás más
importante, nos referimos a la calle como lugar público, donde la gente
pueda expresar su malestar directamente, sin tener que ser convocado por
una gran organización. Saben muy bien que una expresión puntual de
cualquiera que hable para el conjunto de la sociedad, por pequeña que
sea, puede llegar a conectar con muchos otros. Desde mayo algo ha
cambiado, la calle se ha convertido en una espacio de encuentro entre
diferentes, donde estar juntos cobra sentido más allá de protestar
contra una medida concreta. La recuperación del espacio público por la
gente es lo que realmente preocupa al Gobierno y por eso se proclama
defensor de los derechos de los que no acuden a las protestas, ¿será que
a ellos no les roban?
2. Dar cera, pulir cera:
El PP sabe que la violencia puede ser un efectivo método para convertir
las calles en un lugar hostil, que ya no sean percibidas como lugar de
encuentro, sino de enfrentamiento. Para las “autoridades”, el control
de la situación pasa por poner a prueba el aguante de la gente y así
medir qué tipo de actuación es más eficaz: multas, cargas, detenciones o
una mezcla en diferentes dosis acompañada de un buen despliegue
mediático. Si echamos un vistazo a las portadas y artículos de opinión
de ABC y La Razón
de los últimos días, se evidencia la importancia que se da desde el
Gobierno y sus sectores afines a ganar la batalla comunicativa. La
táctica consiste en utilizar dispositivos represivos y comunicativos a
distintos niveles con la intención de cortar las posibles conexiones
entre cualquier protesta y el resto de la gente. Como estamos viendo
estos días, trantan de restar legitimidad a los que protestan, ya sea
descalificando, acusando, confundiendo o, desde posiciones más amables,
reconociendo que sus razones son entendibles a la vez que apelan a la
responsabilidad debido a la crisis que vive el país. Rajoy pidió calma,
como si no supiéramos que toma decisiones a costa del 99%.
3. Meter miedo a propósito de Grecia:
El Gobierno de Mariano Rajoy utiliza Grecia para asustar, una imagen
que evoca un lugar apocalíptico, un escenario al que podrían conducirnos
las protestas, donde la vida es insoportable y la supervivencia casi
imposible. La Empresa-España debe dar buena imagen, ser un país donde la
gente asuma que no hay alternativa. La economía financiera aparece
claramente como dispositivo de control social. Si sales a protestar, no
tendremos créditos europeos. Ese mantra oculta que la situación griega
ha sido provocada por medidas que el Gobierno de Rajoy respalda; con
bonos europeos la deuda de Grecia no se habría multiplicado. Pero lo que nunca dirán
es que son las personas que salen a la calle en Grecia las que
garantizan la vida de la gente, que esos cientos de miles de personas
son los que están luchando por la dignidad y la supervivencia colectiva.
Gente que no sólo sale a protestar, sino que colabora para mantener el
acceso a los servicios, reparte comida, intercambia recursos y, pese a
todo, sigue tejiendo futuro.
4. La comunicación es nuestro escudo:
Ante la violencia policial, se pone en marcha una estrategia
comunicativa con miles de puntos desde los que transmitimos y difundimos
lo que pasa para proteger a quienes están en peligro. En esos flujos de
comunicación también surgen las formas de organizarnos para salir a
poner el cuerpo en la calle. Los vídeos que la gente cuelga de manera
instantánea y los tweets que se propagan antes de que lleguen los
periodistas, están demostrando un enorme poder: no pueden negar la
represión enloquecida. Sabemos que somos muchos, en muchas partes, y
eso hace que salgamos a la calle sintiédonos protegidos.
Hay que recordar que han sido muchas las
protestas apagadas bajo la presión represiva y que las lógicas de
acción-represión-acción nos pueden acabar situando en un tablero de juego
con movimientos limitados y posiciones cada vez más minoritarias.
Cuando salir a la calle da miedo, dejan de estar los niños, los
abuelos, las mujeres y hombres adultos y en los enfrentamientos quedan
sólo jóvenes, sobre todo chicos, fáciles de aislar y criminalizar. Esto
es lo que, con mucha inteligencia, evitaron los estudiantes
valencianos que desde la primera sentada frente al instituto Lluís
Vives han defendido su derecho a estar en la calle poniendo en
evidencia la brutalidad policial. No debemos olvidar que no basta con
tener razón para enfrentarse a la policía, es más importante hablar para
la gente que enfrentarse al Estado.
Como los jóvenes de Valencia decimos:
“Cuidado, salgo con un arma, llevo un móvil”. En este contexto, las
formas tradicionales del conflicto resultan ser las que mejor se
amoldarían al escenario que el Gobierno quiere construir. Así, no ser
violentos resulta ser mucho más potente que serlo. El Gobierno busca
insistentemente una respuesta violenta y por ese motivo agudiza su
dinámica represiva, pero es como disparar cañonazos contra un enjambre o
intentar cazar un fantasma.
5. Devolver el golpe de otra manera:
#YoTambiénSoyElEnemigo, el magnífico hashtag, utilizado masivamente en
Twitter para contestar a ese llamamiento a la fractura de quién habla de
enemigos, hizo posible recuperar un lenguaje de mayorías que quieren
estar juntas. No es algo que se le diga al “poder”, sino algo que nos
decimos entre nosotros y nosotras. Una ironía que evita caer en el
aislamiento. Un gesto de complicidad que nos implica a todos. Es
comunicación para cuidarnos, no comunicación para atacar a otros. Yo
también soy el enemigo es pura comunicación desde y para el 99%. El
enemigo, para ese triste jefe de policía se convierte entonces en
cualquiera. Así se desdibuja el propio escenario del enfrentamiento, de
la batalla entre bandos e incluso se disuelve la importancia que el
Gobierno le otorga a la policía. Digamos que en la Primavera Valenciana,
la policía era un obstáculo, porque lo que daba sentido a las protestas
era poder estar en la calle demostrando que hay ganas, que los jóvenes
no se resignan.
6. Actuar siempre cambia las cosas:
El contagio valenciano ha vuelto a demostrar muchas cosas como la
importancia del cuidado colectivo o la capacidad vírica de la
comunicación. Pero no podemos olvidar el punto de partida: el deterioro
de la educación pública y las expectativas de futuro para los jóvenes.
Estudiantes, que ven cómo sus derechos básicos se deterioran, se
movilizan cada vez más para que los políticos cumplan con su obligación.
Pero el movimiento desplegado estos días no es sólo una reclamación.
Los jóvenes están expresando su disposición a hacer algo, porque los que
mandan, dan vergüenza y en ellos no pueden confiar. Cuando el PP y los
medios de comunicación culpan a políticos de izquierdas de estar detrás
de las protestas o acusan a los profesores de manipular a los
estudiantes, están negando la capacidad de iniciativa de los chicos y
chicas. Nosotros valoramos mucho ese gesto, estudiantes de secundaria
que toman la iniciativa y son apoyados por madres, padres y profes. Un
instituto no es igual después de esta experiencia y todos los
estudiantes que han participado en las manifestaciones seguramente vivan
de otra manera su relación con la educación.
De nuevo estos días hemos visto que
cuantos más somos, cuantas más cabezas piensan juntas, más inteligencia,
más potencia se pone en circulación. La cooperación a este nivel de
intensidad dura pocos instantes, pero es sin duda un modelo replicable a
menor escala para desarrollar alternativas frente a la impotencia y los
recortes que nos imponen.