Estamos todos en peligro

Jorge Riechmann Rebelión
Con pocos días de diferencia se han publicado dos notables entrevistas a sendos viejos militantes y experimentados pensadores de la izquierda radical española. De la primera, a Manolo Monereo en El Viejo Topo 287 (“Desmundializar, desmundializar…”, diciembre de 2011), podrían rescatarse muchas reflexiones, retengo la siguiente:



“En los años sesenta Marcuse habló de lo que llamaba un estado de contrarrevolución preventiva. Es evidente que hoy hay ya datos para pensar en eso… (…) En Europa estamos viviendo una involución civilizatoria (…). Nada explica mejor esto que lo que ha pasado con la llamada reforma constitucional. Los ciudadanos han sido expropiados de su poder constituyente y su capacidad de decidir por los mercados, por una minoría oligárquica que es la que decide. (…) Estoy convencido de que el gran problema que tiene hoy la izquierda española es que no sabe quién es el enemigo. (…) Hoy el enemigo que tienen las ciudadanas y ciudadanos del Estado español es el poder económico, que se ha lucrado salvajemente en estos últimos veinte años, que ha conseguido las mayores riquezas que se recuerdan y que han hecho de la desigualdad económica el gran problema de este país” (p. 10 de la revista).

De la segunda entrevista, a Miguel Romero para el número 200 de la revista quincenal de la organización de izquierda alternativa suiza Solidarités (“Hemos pasado de una sociedad mayoritariamente satisfecha a una sociedad mayoritariamente acobardada”, publicada en la web de Izquierda Anticapitalista el 16 de diciembre de 2011), releamos la respuesta a la pregunta “¿cuáles son los retos y tareas para crear una fuerza anticapitalista con posibilidades de influir significativamente en la sociedad?” Miguel contesta:

“¡Ya me gustaría saberlo! Sólo se me ocurren ideas muy elementales. A corto plazo, volcarse en el trabajo de base, participar en todo lo resista, todo lo que se mueva, que probablemente no será inicialmente muy masivo, trabajar muy pegados a la tierra y con una actitud tan unitaria, como radical. Hay que encontrar un ritmo propio, no excesivamente activista, porque necesitamos ideas fuertes y concretas, que no están escritas en ninguna parte; debemos elaborarlas colectivamente. No habría que mirar demasiado ‘hacia arriba’; lo que ocurra en el Parlamento va a tener muy poca influencia en la práctica. Hay que tomarse con tranquilidad las iniciativas que surgirán de ‘refundación de la izquierda’; las decisivas tardarán en llegar. Darse un tiempo de reflexión sobre cómo proseguir la construcción de la alternativa anticapitalista en las nuevas condiciones, sin precipitarse en llegar a conclusiones. Rosa Luxemburgo le escribía a Sonia Liebknecht, desde la prisión de Beslau: ‘En relación a la revolución social es preciso tener la misma actitud que con relación a la vida privada: mantener la calma, ver las cosas como un todo y conservar siempre una ligera sonrisa’. También vale para antes de la revolución.”[1]

Los análisis son ricos y sugestivos en ambos casos… Pero algo inquieta: no hay referencia alguna a la crisis ecológica, y los dos hablan como si tuviésemos por delante todo el tiempo, como si las urgencias de la situación no pudiesen potenciar hasta el paroxismo –hasta un paroxismo exterminista, si se me permite precisar— la involución civilizatoria de la que habla Manolo Monereo. Pero no es así… Los plazos de que disponemos son históricamente muy breves, el tiempo se nos está agotando.

El poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini, pocas horas antes de su asesinato en 1975, lanzaba un lúcido y trágico grito de alarma: “Estamos todos en peligro”[2]. Como un terrible eco del mismo resuenan las palabras de James Hansen, climatólogo de la NASA, en el prólogo de su libro de 2009: “El planeta Tierra, la creación, el mundo donde se ha desarrollado la civilización, el mundo con las pautas climáticas que conocemos, se halla en peligro inminente. (…) Continuar la explotación de todos los combustibles fósiles de la Tierra amenaza no sólo a los millones de especies vivas del planeta, sino también la supervivencia de la humanidad misma –y los plazos son más breves de lo que pensamos.”[3]

“Quien desee una vida tranquila no debería haber nacido en el siglo XX”, dijo Trotski (lo recordaba Isaiah Berlin, quizá el pensador liberal más interesante de esa centuria, al comienzo de su famoso ensayo “Las ideas políticas en el siglo XX”). Todavía menos debería haber nacido esa persona en el siglo XXI, si quiere una vida tranquila… Vamos hacia un tiempo mucho más turbulento y doloroso de lo que ninguno de nosotros desearía. La única vía para minimizar los daños es un salto cualitativo en las dimensiones de igualdad, cooperación y cuidado. Nuestro drama es que los “tiempos lentos” del aprendizaje social no son congruentes con la rapidez de las transformaciones que serían necesarias para evitar lo peor.

Notas:

[1] Enlace a la entrevista con Miguel Romero: http://anticapitalistas.org/Hemos-pasado-de-una-sociedad

[2] Pier Paolo Pasolini entrevistado por Furio Colombo, “Siamo tutti in pericolo”, publicado en La Stampa, 8 de noviembre de 1975.

[3] James Hansen, Storms of my Grandchildren. The Truth About the Coming Climate Catastrophe and Our Last Chance to Save Humanity, Bloombsury, Nueva York 2009, p. IX.

Jorge Riechmann es Profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid

Su blog personal es: http://tratarde.wordpress.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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