No hay mujer que no resulte sospechosa de
mala conducta. Según los boleros, son todas ingratas; según los tangos,
son todas putas (menos mamá). En los países del sur del mundo, una de
cada tres mujeres casadas recibe palizas, como parte de la rutina
conyugal, en castigo por lo que ha hecho o por lo que podría hacer:
—Estamos dormidas— dice una obrera del barrio Casavalle de Montevideo. —Algún príncipe te besa y te duerme. Cuando te despertás, el príncipe te aporrea.
Y otra:
—Yo tengo el miedo de mi madre, y mi madre tuvo el miedo de mí abuela.
Confirmaciones del derecho de propiedad:
el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la
hembra, como el macho y la hembra comprueban a golpes su derecho de
propiedad sobre los hijos.
Y las violaciones, ¿no son, acaso, ritos
que por la violencia celebran ese derecho? El violador no busca, ni
encuentra, placer: necesita someter. La violación graba a fuego una
marca de propiedad en el anca de la víctima, y es la expresión más
brutal del carácter fálico del poder, desde siempre expresado por la
flecha, la espada, el fusil, el cañón, el misil y otras erecciones.
*Fragmento
Patas arriba: la escuela del mundo al revés