Diagonal. Las asambleas populares han legitimado las plazas como
espacios de participación política en cuestión de semanas.
Lo nuevo de esta fórmula es su diversidad y el carácter
multitudinario. Reflexionamos sobre algunas paradojas.
La metodología asamblearia se extiende
por plazas de pueblos, ciudades
y barrios a la velocidad de la
red. De Sol ya ha salido un protocolo
para dinamizar asambleas populares:
guía a otras plazas y a su vez
se nutre de ellas. De la mano de
Fernando Cembranos, psicólogo y
experto en trabajo en equipo y grupos
inteligentes, reflexionamos sobre
algunas tensiones y retos.
Medios y fines
“Cuando un partido político quiere
hacer un programa electoral le paga
a diez personas para que trabajen
seis meses. Y aquí hay miles de personas
y un par de semanas, así que
hay que tener calma. La democracia
participativa requiere tiempo”.
Frente a la demanda de un movimiento
operativo con propuestas claras,
Fernando Cembranos es de los
que recomiendan paciencia. Opina
que el 15M ha supuesto un cambio
cultural, impresionante, con resultados
a largo plazo: “No sólo está
transfiriendo modos de hacer, también
ha puesto cosas en el punto de
mira que la política convencional
no está haciendo, como los bancos”.
La misma semana que hablamos
con él, las concentraciones masivas
contra los desahucios se popularizan
en las asambleas como acción
directa en los barrios.
En la primera asamblea del barrio
madrileño de Puente de Vallecas,
con fuerte tradición obrera, grupos
organizados políticamente antes del
15M se repliegan, a otros les cuesta.
Es el momento de escuchar y construir
este movimiento entre todas.
Ese 28 de mayo, las 120 asambleas
barriales que se constituyen en Madrid
discuten fechas y lugares de reunión,
también opinan sobre la acampada
en Sol; las asambleas más avezadas
se organizan en comisiones.
Bajo un sol sin sombras en la
asamblea de Puente de Vallecas hay
personas que se desesperan, “vengo
en representación de la asamblea de
parados, pensaba que íbamos a discutir
sobre esto, ¿qué le digo ahora a
mi gente?, ¿qué sólo hemos acordado
una fecha y un lugar?”. Es la intervención
de un trabajador despedido
tras un ERE, no hace demagogia,
habla desde la desesperación. Constituir
una asamblea no es cosa de un
día, ni de dos, conciliar los tiempos
que requiere articular un formato
participativo inclusivo con las necesidades
acuciantes de muchas vidas
precarizadas es un reto.
Horizontalidad - organización
“No hace falta un grupo de dinamización
de asambleas, todos somos
ciudadanos inteligentes”, espeta un
hombre cuando en la segunda asamblea
de Puente de Vallecas se trata
de consensuar la creación de una comisión
para dinamizar asambleas.
Otra mujer, que interviene después,
contesta humildemente: “Hay mucha
gente para las que el 15M es su
primera asamblea, incluso las que ya
venimos de movimientos asamblearios
tenemos que aprender”. Las
asambleas no son una fórmula nueva,
lo nuevo es su diversidad y volumen.
Hacer pedagogía asamblearia
es fundamental, tanto para aprender
como para desaprender dinámicas
por parte de quienes se creen que ya
lo saben todo.
El 15M aboga por una forma de
participación horizontal que descentralice
el poder. Esto no excluye,
sin embargo, la necesidad de organizarse
y dotarse de estructuras,
no para controlar sino para favorecer
la participación. “Cuando no
hay organización se reproducen estructuras
primitivas que concentran
el poder, como el poder carismático
momentáneo (por ejemplo, que hable
quien grita más)”, advierte
Cembranos. Las asambleas que están
bien dinamizadas, con un buen
orden del día, propuestas claras y
equipo de moderadores, favorecen
la participación en igualdad de condiciones.
En esto coinciden muchas
educadoras con amplia experiencia
en participación ciudadana y desarrollo
comunitario.
Evitar el dirigismo y la manipulación
es otro de los puntos de partida
de este movimiento que hasta ahora
es ingobernable. Por eso, se aboga
por mecanismos que garanticen la
transparencia. ¿Ejemplos? Que todos
los cargos sean rotativos (desde
portavocía hasta la moderación de
las asambleas), que las asambleas
tengan lugar en espacios abiertos,
que se hagan públicas las actas o que
se socialicen las contraseñas de las
publicaciones en las redes sociales.
“Una rotación de cargos ya es una
estructura”, apunta Cembranos.
Consenso - creación colectiva
El consenso es la forma de tomar decisiones
en las asambleas generales.
Pretende romper con posturas dicotómicas
y construir pensamiento colectivo.
Pero para que funcione tiene
que existir un deseo de confluir (y
por tanto de ceder). También tiene
que primar la mirada colectiva sobre
la individual, como nos explica Cembranos.
Y esto, en asambleas de escaso
rodaje que además son masivas,
con cientos o miles de personas
que no se conocen, es muy complicado:
“Hay mucha gente que no tiene
aún una mirada colectiva, no le
preocupa tanto el avance de la asamblea
como alimentar su propio ego.
Pero eso no lo vamos a evitar en dos
semanas” Además de egos, Fernando
considera que existe un desorden
mental en la sociedad, “muchas personas
no saben de qué se está hablando,
salen con otra cosa y esto ya
hace prácticamente inviable cualquier
acuerdo”.
El tercer elemento que subraya
Fernando y que ha impedido que las
asambleas sean más inteligentes es
la confusión entre consenso y unanimidad.
En Sol, para que una propuesta
sea aprobada en una asamblea
no pueden existir opiniones en
contra. Esto ha llevado a bloqueos individuales
de propuestas colectivas
generando mucho malestar.
Ocurrió con la propuesta de una
educación pública y laica: dos personas,
en una asamblea de 3.000, estaban
“radicalmente en contra” (una
con argumentos católicos), la propuesta
se bloqueó. Ahora el grupo de
Educación tiene que reformar esa
propuesta para incluir argumentos
radicalmente en contra, ¿es posible?
Un profesor de instituto que lleva varios
días entregado en cuerpo y alma
a dinamización de asambleas de Sol
observa que para tratar de ser inclusivas
las comisiones y grupos terminan
proponiendo consensos ’con pinzas’
que son muy ambiguos y abstractos
y generan confusión.
Si con solo una persona se pueden
bloquear decisiones colectivas se
atisba un peligro, “sería fácil colocar
a personas en diversas asambleas
para bloquear decisiones”, reconoce
Cembranos. Varios días después del
episodio con la educación laica, la
comisión de dinamización de asambleas,
reunida en una plaza aledaña
a Sol, debate sobre esto y busca soluciones.
“El consenso se convierte
muchas veces en una enmienda a la
totalidad y genera mucha frustración”,
observaba una chica. Otra acaba
de llegar de la asamblea de Barcelona
y comparte entusiasmada algunos
mecanismos que ha visto y
que favorecen el consenso: las propuestas
importantes y polémicas no
se debaten el mismo día que se presentan
en la Asamblea General, se
abren espacios de reflexión previos.
Además, tiene que haber un mínimo
de 40 personas en contra de una propuesta
colectiva para que se someta
a discusión, es decir, que “se puede
votar, pero dentro de unas dinámicas
de consenso”. La comisión toma
nota con el ánimo de seguir debatiendo
y reformulando el protocolo.
Abrir procesos de reflexión para que
el consenso sea un proceso es otro
de sus retos.