Participación social y desarrollo en la adolescencia

Dina Krauskopf
¿Cuáles han sido las interpretaciones que han servido de base para la formulación de políticas de juventud? ¿Qué factores explican la forma en que se ha dado tal formulación? ¿Qué factores determinantes de la participación juvenil están presentes en este final de siglo y qué influencia tienen en los esfuerzos por lograrla? ¿Qué rasgos asumen, en este período de fin de siglo, las relaciones entre generaciones, principalmente entre los adultos y los jóvenes? Estos y otros interrogantes de interés se discuten a lo largo de las páginas que presentamos.
 
El análisis y la discusión de este tipo de temas resulta de interés no solo para los formuladores de políticas, y para los responsables de la ejecución de programas y proyectos con jóvenes y dirigidos a ellos/as sino también para padres y madres de familia, docentes, funcionarios de servicios sociales y para el llamado público en general. Además, el interés por este tipo de temas trasciende las fronteras nacionales, por lo que esta publicación será de utilidad también en otros países vecinos.
 
La autora, Dina Krauskopf, consultora en temas de juventud, ha aceptado nuestra invitación a publicar estas reflexiones suyas, que son producto de conferencias brindadas recientemente. Estamos seguros de que el lector encontrará agudas y sugerentes observaciones que lo invitarán a continuar sus propios análisis.
Patricia Salgado Muñoz
Oficial Nacional de Programa UNFPA

Introducción1
El lapso entre los diez y los dieciocho años marca aspectos diferenciales en el desarrollo que se relejan en importantes transformaciones psicosociales y coinciden con las edades aproximadas en que se inician las modificaciones sexuales y la culminación de este crecimiento. El desarrollo adolescente se da en una delicada interacción con los entes sociales del entorno; tiene como referente no sólo la biografía individual, sino también la historia y el presente de su sociedad. Es el período en que se produce con mayor intensidad la interacción entre las tendencias individuales, las adquisiciones psicosociales, las metas socialmente disponibles, las fortalezas y desventajas del entorno (Krauskopf, 1994, 1995).
 
El presente trabajo se propone destacar condiciones cruciales que afectan el pleno desarrollo adolescente y demandan el reconocimiento de nuevos paradigmas e interacciones. Los cambios que enfrentan las sociedades a finales de este siglo, han transformado significativamente la vida adolescente, hacen evidente la necesidad de abrir espacios a una participación juvenil con claro establecimiento del ejercicio de sus derechos. Los insumos tradicionales no son los únicos que reciben las juventudes; su desarrollo ocurre con el impacto de múltiples estímulos. Se modifica la caracterización del período juvenil, y por ende, el concepto de desarrollo y el lugar de la adolescencia en las sociedades.
 
La globalización ha influido en que los y las adolescentes se encuentren expuestos a influencias multiculturales. Ha roto la homogeneidad de las culturas y por consiguiente, la inmovilidad de los roles. Se ha facilitado la diseminación de avances en el desarrollo humano como la inclusión prioritaria de los derechos humanos en la política y en la legislación.
 
El replanteamiento de las relaciones de género ha llevado al reconocimiento de la plena capacidad de las mujeres y a la creación de condiciones para la igualdad de derechos en ambos sexos.
 
Los cambios propios de la globalización, modernización y de los modelos económicos han ido acompañados de importantes transformaciones sociales y culturales. Se dan nuevas formas de interacción entre las generaciones, entre los sexos y entre las instituciones sociales. Dichas condiciones modifican las perspectivas que predominaban en la orientación y alcance de los derechos, las relaciones entre los sexos y entre las generaciones.
 
 
 


Cuadro 1
Cambios Sociales
Globalización, modernización y auge del mercado internacional.
Prolongación de la vida y modificación en las características del recorrido existencial.
Inclusión prioritaria de los derechos humanos en las políticas y la legislación.
Nuevas formas de participación- comunicación-interacción entre:
  • Las generaciones
  • Hombres y mujeres
  • Instituciones políticas y sociedad civil en la expresión de las políticas y la expresión de la ciudadanía
Nuevos paradigmas y perspectivas


La modernización ha traído herramientas de avance productivo, una rápida obsolescencia tecnológica y la prolongación de la esperanza se vida. Se generan nuevas metas en el recorrido de vida. Se plantean la reducción de la fecundidad, el control de las enfermedades sexualmente transmisibles, la postergación del matrimonio y el fomento de la autonomía económica para hombres y mujeres. Existe mayor facilidad de aprendizaje en los grupos de jóvenes que en los adultos para adquirir rápidamente conocimientos y habilidades sobre tecnologías innovadoras.
 
El futuro como meta orientadora se ha tornado incierto por la velocidad de las restructuraciones sociales y culturales. Para los grupos en pobreza está marcado por la desesperanza. Para niños y adolescentes, si no hay opciones y derechos en el presente, disminuye el valor de la preservación de la vida.
 
Los beneficios del desarrollo tecnológico no favorecen por igual a todos los estratos sociales. Esto ha influido en la polarización socioeconómica al interior de las sociedades nacionales y en la ruptura de fronteras para los grupos económicamente más privilegiados. Así, los jóvenes con mayores recursos económicos de todas partes del mundo, tienen acceso a la informática, a los conocimientos vigentes, más exposición a los adelantos.
 
Los medios de comunicación y la electrónica producen realidades virtuales que, a su vez, contribuyen a una mayor aproximación y articulación internacional para los grupos de más recursos económicos y mayor aislamiento para los sectores más pobres. Los grupos de menores recursos, van quedando alejados de los avances (Lechner, 1997).
 
Este proceso de reordenamiento de las sociedades en el planeta, aumenta la dualidad al interior de los países y plantea un gran desafío en la concepción de las políticas y programas de juventud. Se hace necesario reconocer la situación de los adolescentes, saber que son grupos heterogéneos, que requieren políticas diversificadas. En estas condiciones la homogeneidad resta equidad. Por ejemplo, en el sistema educativo de América Latina se ha establecido una gran brecha de acceso y calidad entre la educación privada y la educación pública.
La institucionalidad se ha modificado con la reducción del tamaño del Estado. El paso del modelo de Estado de bienestar al modelo actual, demanda la construcción de las políticas sea un trabajo conjunto de la sociedad civil y de los gobiernos, con lo cual la participación ciudadana y la visibilización de las juventudes se hace absolutamente necesaria. Las instituciones políticas y la sociedad se encuentran ante el desafío de dar inclusión prioritaria a los derechos humanos en las políticas y legislación para la juventud.
 
2. El cambio en los paradigmas y su impacto en las políticas de juventud
Las políticas y programas para la juventud son fundamentales en la ubicación que la adolescencia encuentra en el tejido social y se han visto determinadas por diversos paradigmas, que se han modificado con el correr de los tiempos y que actualmente coexisten. Hemos clasificado los paradigmas como tradicionales, a los que destacan la adolescencia como un período preparatorio; transicionales, a los que enfatizan la juventud problema y avanzados, a los que reconocen a los y las adolescentes como ciudadanos y actores estratégicos del desarrollo.
 
2.1 Adolescencia: período preparatorio
Desde el paradigma que identifica la adolescencia como un período preparatorio, los adolescentes son percibidos fácilmente como niños grandes o adultos en formación. Tal enfoque se sustenta en el paradigma que enfatiza la adolescencia como un período de transición entre la niñez y la adultez. Le corresponde la preparación para alcanzar apropiadamente el status adulto como la consolidación de su desarrollo. En dichos conceptos se aprecia un vacío de contenidos para la etapa propiamente tal.
 
Lütte (1991:64) aclara que "La rapidez de los progresos técnicos y científicos obligan a los adultos a una formación permanente. Por lo tanto, cada vez es menos posible distinguir la adolescencia de la edad adulta en función de la preparación para la vida".

 
El reduccionismo del paradigma de etapa preparatoria surge como una postergación de los derechos de los niños y adolescentes, al considerarlos carentes de madurez social e inexpertos. Implícitamente se les niega el reconocimiento como ajustes sociales. A partir de ello se prolonga la dependencia infantil, se limita la participación y se genera la distinción-oposición entre menores y adultos, en la que las mujeres no salen de su condición de minoridad (Lütte, 1991). En la mitad del siglo XX se da la extensión de la adolescencia a todos los grupos sociales, junto con la extensión de la cobertura educativa y comienzan a mortificarse las relaciones de género.
 
En el contexto de este paradigma, el sistema tradicional de servicios se organizabásicamente para niños y adultos, apoyándose en el concepto de la adolescencia como el período de edad más sano. Como señala Jiménez (1998). "Les hemos cobrado a los jóvenes la factura de no estar enfermos."
 
2.2 Adolescencia: etapa problema
Los paradigmas transicionales enfatizan la visión de la adolescencia como crisis normativa: "la edad difícil". De allí que no sea de extrañar que su visibilización programática haya tenido origen en manifestaciones preocupantes para el acontecer social.
Fueron los problemas de salud sexual y reproductiva los primeros en poner a la adolescencia en el tapete como sujeto prioritario de atención de la salud. A partir de ello otros comportamientos fueron considerados dignos de ser atendidos. Es cuando se descubre que una impactante proporción de las muertes durante la adolescencia se producen por las llamadas causas externas. Se modifica así el paradigma que establece la equivalencia adolescencia = edad más sana" por el paradigma "adolescencia = etapa de riesgo" y se focaliza la atención de los y las adolescentes de acuerdo al problema específico de que son portadores.
 
La fragmentación programática de la adolescencia como problema se revela al definirla en relación con el embarazo, la delincuencia, las drogas, la deserción escolar, las pandillas, etc. Se construye una percepción generalizadora sobre la adolescencia a partir de estos polos sintomáticos y problemáticos. La prevención y atención se organiza para la eliminación de estos problema y peligros sociales más que para el fomento del desarrollo integral de los grupos de adolescentes y jóvenes (Krauskopf, 1997).
La evaluación que se ha hecho de esta práctica de intervención, demuestra que un enfoque basado en la enfermedad y los problemas específicos tiene efecto positivo en el desarrollo humano adolescente e involucro un alto costo económico (Blum, 1996). A esto puede agregarse que el énfasis en el control favorece la estigmatización criminalizante de la juventud.
2.3 Adolescencia: etapa de desarrollo humano y ejercicio de la ciudadanía
En la segunda mitad de este siglo se crean las condiciones para establecer, de modo claro y explícito, que los niños y adolescentes tienen derecho a la ciudadanía. Esto queda concretado en la Convención de los Derechos del Niño, el instrumento de mayor aceptación en el mundo, pues todos los países, salvo dos, la han ratificado (Moriachetti, 1998). El concepto de ciudadanía también ha ido evolucionando. Ya no sólo la ciudadanía formal de ejercer el derecho al voto a partir de los 18 años.
La Convención define como niño a "todo ser humano menor de 18 años" (artículo 1) y extiende sus regulaciones hasta dicho límite y no establece una clara diferenciación entre niñez y adolescencia. Un avance en el reconocimiento diferenciado de estas etapas se encuentra actualmente en diversos programas y en nuevos Códigos de la Niñez y la Adolescencia. La valoración de las capacidades y responsabilidades ciudadanas durante el desarrollo se expresan en el artículo 12 de la Convención al señalar que deben tenerse en cuenta las opiniones del niño en función de su edad y madurez. Como destaca Maxera (1997), el artículo 12 "divide la historia de la niñez, entre una niñez y adolescencia muda y una niñez y adolescencia con palabras". Se legitima así la participación crecientemente decisorio de niños y adolescentes como parte sustantivo de la ciudadanía.
El enfoque de derechos abandona el énfasis estigmatizante y reduccionista de la adolescencia como problema. El paradigma de la juventud ciudadana reconoce su valor como sector flexible y abierto a los cambios, expresión clave de la sociedad y la cultura global, actor estratégico del desarrollo, con capacidades y derechos para intervenir protagónicamente en su presente, construir democrática y participativamente su calidad de vida y aportar el desarrollo colectivo,
Concomitantemente, la salud se vincula al desarrollo y los servicios procuran brindar una atención integral, Se reconoce el paradigma "Desarrollo = fomento del uso efectivo de capacidades y participación" y entiende la adolescencia como el período por excelencia en el cual se pueden efectuar con éxito acciones de promoción del desarrollo y la prevención de problemas que tendrán repercusiones más severas durante la adultez, si no son abordadas a tiempo.
Para sintetizar este apartado presentamos un cuadro que muestra esquemáticamente la relación entre los tipos de paradigma, la relevancia de la perspectiva de desarrollo y los modelos de atención para la adolescencia que derivan de ello.

Cuadro 2
Paradigmas de Adolescencia

y enfoque de programáticos

 


Paradigmas

Orientación 

Salud de la Adolescencia

Estrategias de atención 

Tradicionales

Preparación 

Edad más sana

Indiferenciada

Transicionales

Problema

Etapa de riesgo

Focalizada

Avanzados

Ciudadanía

Desarrollo

Integral y Participativa
                     Dina Krauskopf, 1998
3. Hitos en los programas y políticas para el desarrollo y participación de la adolescencia
El concepto de salud ha sido parte de las transformaciones que se han dado en la última mitad del siglo XX. Es en la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria en Salud, celebrada en Alma Ata, donde se dejó claramente establecido que la salud es el completo estado de bienestar físico, mental y social, y no la ausencia de enfermedades (1978). Ya mencionamos que la mantención del paradigma centrado en las enfermedades, había dado lugar a la desatención de la adolescencia, por ser considerada "la edad más sana". Tal visión se fundamentaba en el hecho de que los y las adolescentes eran los que menos consultaban y presentaban una morbilidad identificada como muy baja.
 
La Declaración de Alma Ata evidencia la relación insoslayable entre salud y desarrollo (OMS-UNICE, 1978). Esta definición es enriquecida con los aportes de la Convención de los Derechos del Niño, ampliada con las contribuciones del Programa de Acción de El Cairo (1994), sostenida en la Conferencia sobre Pobreza y Desarrollo Social en Copenhague (1995) y en la Cuarta Conferencia de la Mujer en Beijing (1995).
 
La necesidad de abordar la sexualidad desde la especificidad de cada etapa y con total respeto a los derechos de hombres y mujeres en cuanto a las decisiones sobre su vida sexual y reproductiva fue reafirmada en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (CIPD) de El Cairo (1994). Se señaló que la perspectiva de género y la información acerca de formas de protección son dimensiones relevantes. Se concluyó que los altos niveles de embarazo, procreación y aborto durante la adolescencia, en malas condiciones, son reflejo de falta de oportunidades educativas y económicas (Estado de la Población Mundial, 1997).
 
Por lo tanto, para el avance del desarrollo se hace necesario reconocer los derechos sexuales y reproductivos, los que destacan ciertos derechos humanos que ya están reconocidos en leyes nacionales y documentos internacionales (UNFPA, 1997). Estos derechos incluyen la libre determinación para disfrutar y controlar la propia vida sexual y reproductiva.
 
La prolongación de la esperanza de vida y la moderna postergación del matrimonio junto con la reducción del número de hijos, cambia totalmente las condiciones del desarrollo adolescente y genera nuevas formas de conducción de las relaciones de pareja que hacen fundamental la formación que capacite para la sana toma de decisiones en el plano sexual y reproductivo. Aplicar los derechos sexuales y reproductivos vinculados a la decisión libre y responsable durante la adolescencia, es, por ello, parte de un cambio cultural doblemente intenso. Reconoce las nuevas condiciones del recorrido de vida y modifica prácticas tradicionales que restringen la toma de decisiones en este campo para las mujeres en general y, en particular, para las y los adolescentes (Krauskopk, 1997).
 
Los roles han cambiado y ha quedado en evidencia que la construcción tradicional de la feminidad y la masculinidad, constituye un factor de riesgo para la plenitud del desarrollo y la salud adolescente y en limitación a la promoción de competencias de autocuidado mutuo. Un ejemplo se da en el plano de la sexualidad. En la medida que se mantengan los roles tradicionales de género las muchachas considerarán que lo más valioso que pueden tener es la inexperiencia que prueba su inocencia; los muchachos tendrán que probar los viriles que son y buscarán afirmarse en una sexualidad indiscriminado, descuidada y poco afectuosa. Frente al embarazo, las muchachas quedan a cargo del bebé y los muchachos, ante la dificultad de poder cumplir con su rol tradicional de proveedores, se refugian en la huida (CMF FNUAP, 1998). Son afectos desmedidos y disfuncionales que requieren replantear las bases que lo sustentan.
 
En la Cumbre de El Cairo la comunidad internacional reconoció oficialmente, por primera vez, que la salud sexual y reproductiva presenta necesidades diferentes durante la fase juvenil que las experimentadas por los adultos. El Programa de Acción que se adoptó constituye un importante instrumento de apoyo a la juventud al reconocer que se trata de un segmento poblacional con característica propias y que, por lo tanto, entre sus derechos está el acceso a servicios y programas de salud diferenciados y especializados, en particular, para atender su salud sexual y reproductiva.
 
La aplicación de estos instrumentos ha permitido establecer que el desarrollo humano es una construcción social que debe resolver las perspectivas inequitativas de género, las condiciones de pobreza y discriminación étnica (Convención de los Derechos del Niño, artículo 2). En consecuencia, está estrechamente ligada a un nuevo concepto de ciudadanía. Se asienta en el reconocimiento de la capacidad creciente de los individuos desde la niñez, para ir hacia la construcción y exigibilidad de los derechos. UNICEF ha respaldado a los países en el relevamiento de la niñez y la adolescencia desde el enfoque de los derechos y la participación comunitaria.
 
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP/UNFPA) ha favorecido el avance conjunto de servicios de atención con el desarrollo de educación para la Salud Sexual y Reproductiva de los y las jóvenes. Ha enfatizado el trabajo intersectorial y ha efectuado acciones sistemáticas orientadas a que los países cuenten con políticas públicas nacionales que incorporen la perspectiva de género y lleguen a los niveles regionales y locales par dar respuesta en forma conjunta a las necesidades que la juventud tiene en estas áreas (Enfoques de Población, 1997).
 
La Organización Panamericana de la Salud en su Plan de Acción (1997) propone un nuevo marco conceptual que articula el paradigma "salud=desarrollo integral" para prevenir los problemas y promover la salud. Los ejes fundamentales del Plan son: a) la atención de la salud de los adolescentes enfocada a través de los servicios, la consejería y la educación en salud; b) los preadolescentes y adolescentes promocionando futuros saludables y c) los adolescentes como agentes de cambio, de sus padres, familias, y comunidad mediante la participación juvenil y el empoderamiento. Se reconoce que es en el fomento de los adolescentes que se resuelve fundamentalmente la problemática de salud.
 
Se presenta a continuación el modelo conceptual que fundamenta el Plan Regional de Acción en Salud Adolescente:
 

La promoción del desarrollo no es exclusiva de un solo sector e involucro diversos ámbitos: los ingresos, el ambiente socioafectivo, cultural y económico, el aprendizaje de competencias para la vida como aspecto crucial de la educación, el desarrollo del sistema de justicia, el ejercicio de los derechos humanos y la participación social y política.  Esta última requiere de políticas integrales, legislación apropiada, el apoyo de los medios de comunicación y el empoderamiento de la juventud.
 
4. Las relaciones intergeneracionales como contexto de la participación adolescente
La exigibilidad de los derechos lleva a un nuevo concepto de participación y replantea las formas de interacción que caracterizaban discriminatoriamente las relaciones intergeneracionales.
 
Los cambios sociales han sustituido las bases del llamado conflicto generacional, que se expresaba en la lucha por el poder adulto de parte de los jóvenes.  Mucho de lo que se ha dado en llamar la desafección política juvenil es el abandono de esa lucha.  Aparecen nuevas concepciones acerca de la solución de los problemas y en esa situación, los y las adolescentes tienen una gran capacidad.
 
El reconocimiento de la incertidumbre actual, de la rápida obsolescencia de los instrumentos de avance cognitivo y social favorece una crisis de los adultos.  El adulto se siente responsable de ser una imagen clara para el joven; cree que no va a poder mantener la autoridad ni el respeto si comparte las dudas y confusiones por las que atraviesa.  Pero los jóvenes ven las confusiones, las dudas y deslegitiman una intervención adulta que no esté basada en una comunicación clara y sincera que permita la apertura.  Este cambio va a influir en nuevas relaciones entre los jóvenes y los adultos.
 
Así como el enfoque de género dejó al descubierto el sexismo, un enfoque moderno de juventud deja al descubierto los problemas específicos que se presentan actualmente en las relaciones intergeneracionales y que dificultan el desarrollo y la participación.  Destacamos las siguientes categorías: el adultocentrismo, el adultismo, los bloqueos generacionales, (Krauskopf, 1998).
 
El adultocentrismo corresponde a la visión de que desde el mundo adulto se podía implementar el futuro de los jóvenes, su preparación, su desarrollo, su protección y se traduce en el enfoque de las políticas y programas.  La efectividad de esta perspectiva hizo crisis, como producto de los cambios socioeconómicos y políticos de fin de siglo.
 
El adultismo se traduce directamente en las interacciones entre adultos y jóvenes.  Se traduce en la rigidización de las posturas adultas frente a la inefectividad de los instrumentos psicosociales con que cuentan para relacionarse con la gente joven.  Los cambios acelerados de este período, dejan a los adultos desprovistos de suficientes referentes en su propia vida, para orientar y enfrentar lo que están viviendo los jóvenes sin tomar en cuenta sus perspectivas.
La mantención de Posiciones desde estas carencias bloquea la búsqueda de la escucha y busca la afirmación del control adulto en la rigidilización de lo que funcionó o se aprendió anteriormente.  Tal situación conduce a la discriminación etaria y a los bloqueos generacionales.  Estos bloqueos son la dificultad que tienen ambos grupos generacionáles de escucharse mutuamente y prestarse atención empática.  La comunicación bloqueada hace emerger discursos paralelos, realidades paralelas y se dificulta la construcción conjunta.
 
El saber no está solo del lado de los adultos.  Está de ambos lados.  Eso implica que la relación tradicional en que el adulto preparaba al joven para ser lo que él había alcanzado y que hacía de los adolescentes sujetos carentes de derechos y del reconocimiento de sus capacidades, se ha modificado.  Margaret Mead planteaba que la transmisión tradicional era eficiente cuando el pasado de los abuelos era el futuro de los niños.  Hoy ya ni puede serio el pasado de los padres.  Un ejemplo de ello se da en el plano de la salud sexual reproductiva.
 
¿Por qué se habla ahora de salud sexual y reproductiva tan intensamente? ¿Por qué los y las adolescentes tienen que conocer cómo cuidarse?  Ha cambiado su situación.  Se espera que los jóvenes, que antes se unían a los 18-20 años, lo hagan ahora a los 25-30 años.  Entonces ¿qué pasa con este lapso de tiempo donde la sexualidad no está legitimada y para el cual la sociedad no tiene un reconocimiento claro ni una programación coherente?  Es un largo período en el que los y las jóvenes no están protegidos por la unión matrimonial, pero sí están sintiendo su sexualidad y visualizando un mundo de un modo diferente.  Son necesarios nuevos horizontes compartidos para encontrar soluciones.
Por ello la participación juvenil en la construcción de las respuestas no es solo un avance democrático: se ha convertido en una necesidad. Sin participación activa de los y las adolescentes en las metas de calidad de vida y bienestar, no será posible el desarrollo humano de calidad ni el desarrollo efectivo de nuestras sociedades.
 
Actualmente los logros sociales y la satisfactoria interacción entre adultos y jóvenes requieren como condición, del diálogo intergeneracional y el reconocimiento mutuo.  Ya no se trata de una generación adulta preparada versus una generación joven carente de derechos y conocimientos que hay que preparar.
 
Se trata, en la actualidad, de dos generaciones preparándose permanentemente. Y eso cambia totalmente las relaciones. ¿Cuántos adultos cambian de actividad, de responsabilidades, de situación vital?  La vida impulsa diversos proyectos, lleva a enfrentar muchas dificultades en distintos momentos del ciclo vital, y no es raro encontrar personas de cincuenta años atravesando una fase moratoria que antes sólo se atribuía a la adolescencia.  Vuelven a preguntarse ¿quién soy, qué quiero, qué puedo hacer en adelante con la situación de vida en que me encuentro?  Los recorridos existenciales se han hecho flexibles y diversificados.  El proyecto de vida más efectivo no tiene características rígidamente predeterminadas.
 
Los jóvenes tienen un papel enorme porque son quienes están sintiendo lo que es el presente y presintiendo cómo se proyectará al futuro.  El mundo adulto puede aportar toda su riqueza si se conecta intergeneracionalmente con apertura y brinda la asesoría que los y las adolescentes valoran y esperan.
 
5. Visibilización, participación juvenil empoderamiento
 
 


Cuadro No. 4
Ejes estratégicos en Políticas y 

programas de Juventud 
1) visibilización positiva de la adolescencia; incluye:
  • Modalidades representativas de participación
  • Mostrar el aporte juvenil a la sociedad
  • Orientar hacia una aceptación positiva de la vida adolescente
  • Demostrar la perspectiva estigmatizada del énfasis de la adolescencia como problema social
  • Demostrar el efecto "boomerang" de priorizar el control sobre la perturbación social que causan los adolescentes
  • Capital humano
    • (continúa)


En las políticas y programas de juventud son ejes estratégicos su visibilización positiva y la participación protagánica.  Constituyen formas de inclusión social diferentes y complementarias que, en ocasiones, se han tendido a confundir.  Para el fomento y la apertura de espacios apropiados a la participación juvenil es conveniente profundizar en el análisis de sus características y hacer algunas precisiones.

 
5.1     La visibilización
En los apartados anteriores ha quedado en evidencia la dificultad social para visibilizar positivamente a los y las adolescentes.  La juventud ha sido invisibilizada en sus capidades por los dos paradigmas que antecedieron el paradigma de desarrollo y ciudadanía.
 
El énfasis en el período preparatorio se manifiesta, por ejemplo, cuando el sistema educativo habla de educando, y no se visibilizan integralmente los adolescentes como personas.  En el paradigma que corresponde al período problema, los adolescentes son visibilizados de forma estigmatizada, descalificatoria.  Se generaliza como problema social el hecho de ser joven lo que despierta reacciones de temor y rechazo.
 
Para instalar políticas y programas de juventud es necesario romper con este enfoque de peligrosas consecuencias.  Si no se cultiva una visibilización positiva, los y las jóvenes pueden desarrollar una visibilización atorrante.
 
La visibilidad atorrante es una forma de empoderamiento, mecanismo de autoafirmación, de negación de la devaluación, de apropiación de las gratificaciones al alcance adolescente.  Ante la carencia de visibilidad por la inclusión, se detona la visibilidad juvenil desde la exclusión.  Esta visibilidad incluye las alteraciones violentas, las apariencias desafiantes, la defensa de la territorialidad del cuerpo (tatuajes por ejemplo) y de los espacios que se apropian (Krauskopf, 1996).
 
Los adolescentes que se sienten privados de reconocimiento positivo, al no ser escuchados, al sentirse desvalorizados, construyen la visibilidad desde esa exclusión.  Tienen poder e identidad porque ven el rostro del temor en los demás.  Es como si al sentir que no pueden construir, dijeran:"Respétenme desde este poder de asustarlos; si ustedes no me aceptan tal como soy, si no me ven cuando me comporto adecuadamente, no valoran cuando estudio y solo valoran mis calificaciones; no me reconocen cuando estoy proponiendo cosas interesantes, entonces véanme cuando asusto, cuando transgredo, cuando me veo terrible, pero véanme.  "
 
La visibilización positiva de la adolescencia muestra el aporte juvenil a la sociedad, la orienta hacia una aceptación positiva de la vida adolescente, demuestra que la perspectiva estigmatizada de la adolescencia como problema social tiene un efecto 'boomerang' y lleva a priorizar el control sobre la perturbación social que causan los jóvenes sin fomentar su desarrollo, resolver las situaciones ni reconocer su valor como sujetos de derechos y capital humano.
 
La visibilización positiva incluye modalidades representativas de participación.  No puede ser confundida con la participación efectiva, la cual, como ya se ha señalado, es también imprescindible.  Es además necesario no inducir a los y las adolescentes a pseudovisibilizarse adoptando formatos adultistas que suponen tendrán un reconocimiento positivo de los adultos.
 
5.2     La participación protagónica
Para diferenciarla de formas aparentes de participación se ha denominado participación protagánica a la participación social efectiva de los y las adolescentes.  Esta meta demanda abandonar el adultocentrismo, tomar en cuenta las diversas situaciones de exclusión que viven los y las adolescentes (en estas últimas, una modalidad es la reclusión doméstica), dar voz a los y las adolescentes en los más diversos ámbitos (incluyendo los medios de comunicación) abrir amplios espacios para la expresión de capacidades adolescentes, contribuir con acompañamiento, asesoría y formación en herramientas para la audoconducción.
Desinteresarse bajo la apariencia moderna del argumento de que a los adolescentes hay que dejarlos totalmente libres porque son capaces y deben desarrollar solos sus ideas, favorece la desconexión y el estancamiento del desarrollo.  Para fortalecer la participación es fundamental lograr autorreconocimiento de todos aquellos jóvenes que entran constructivamente a la toma de decisiones, a la participación y ceder los protagonismos adultos ante los logros juveniles, sin dejar de brindar el acompañamiento y la asesoría que son cruciales.
Roger Hart (1993) elabora una escala de participación de niños y adolescentes en la que pueden reconocerse dos grandes dimensiones que hemos denominado la participación aparente y la participación efectiva.  En la primea no hay participación y se distinguen tres grados:
 
1) manipulación,
2) decoración y
3)  participación simbólica
Los grados siguientes corresponden a la participación efectiva.  Estos son:
4) los niños y adolescentes son asignados para las actividades, pero informados;
5)   los niños y adolescentes son consultados e informados;
6) la participación es iniciada por los adultos y las decisiones compartidas por los niños y adolescentes;
7) la participación es iniciada por los niños y adolescentes; dirigida por los adultos;
8) la participación e iniciada por los niños y los adolescentes, las decisiones son compartidas con los adultos.
 
Rodríguez-García y Macinko (1994, citado en Rodríguez García et al 1998) sistematizan una gradiente en las etapas de empoderamiento juvenil que guarda importantes coincidencias con la escala que se acaba de analizar y aportan nuevas precisiones.  Estos autores consideran una progresión que va desde la mera información hacia la participación, el fortalecimiento con el compromiso, la culminación con el empoderamiento que se expresa en la toma de decisiones y la iniciativa en las acciones.
 
 


Cuadro No. 4
(continuación)
Ejes estratégicos en Políticas y 

programas de Juventud 
2) participación protagónica
  • romper adultocentrismo
  • tomar en cuenta la excusión
  • dar voz a los y las adolescentes
  • espacios para la expresión de capacidades adolescentes
  • asesoría y herramientas pra la autocondución 
  • acompañamieto
  • propuesta de iniciativas (no siembre un gran planteamiento)
     . Negociación pra alcanzar objetivos trazados
      . Vinculación de programas y políticas básicas
       . Decisión en instancias gubernamentales
       . Participación en la articulación del plan


Los niveles de participación de los jóvenes y la comunidad no se dan cuando sólo son informados por grupos externos que fijan los objetivos y metas para los programas juveniles.
La participación puede comenzar cuando son consultados, se les solicita retroalimentación, pero pueden o no influir las decisiones.
 
Hay participación y puede comenzar al compromiso cuando la participación juvenil y comunitaria provee información y retroalimentación para mejorar los objetivos y los resultados.
Junto a la participación y el compromiso puede comenzar el empoderamiento de los jóvenes y la comunidad cuando toman decisiones y son consultados para establecer, priorizar y definir objetivos.
 
La plenitud de la triada participación, compromiso y empoderamiento se da cuando los jóvenes inician la acción y junto con los líderes locales fijan los objetivos, priorizan, planifican, evalúan y son responsables de los resultados.
 
La participación juvenil no solo requiere ser entendida desde su relación de empoderamiento respecto del sector adulto, sino que cabe considerar cambios de paradigma que se expresan en las formas y contenidos de la participación juvenil.  Serna (1998) efectúa un importante estudio que destaca los viejos y nuevos paradigmas en que se basan identidades, orientaciones y modos de actuar juveniles.  Lo hemos sintetizado en el esquema que se presenta a continuación.
 
A. Identidades
En el viejo paradigma, las identidades colectivas están en función de códigos socioeconómicos e ideológico-políticos (estudiantes, jóvenes urbano-populares, socialistas, etc.). En el nuevo paradigma, las identidades son construidas en relación con espacios de acción y mundos de vida como: sexo, preferencia sexual, sobrevivencia de la humanidad (medio ambiente) y derechos indígenas, feministas, democráticos, etc.  Se plantea una ética global en cuanto a las relaciones con la naturaleza, la relación entre los géneros, la relación con el cuerpo, las relaciones entre los individuos (dejar morir en paz a los enfermos de SIDA).
 
Serna reconoce como característica juvenil actual, pensar globalmente y actuar localmente.  A pesar de que el barrio ha dejado de ser el epicentro del mundo, es en la vida cotidiana y en los microespacios donde constituyen sus trincheras.
 
B. Orientación
El viejo paradigma se apoyaba en el supuesto de que el cambio social debe modificar la estructura para que los individuos cambien.  El nuevo paradigma que orienta la participación juvenil considera que el cambio social implica al individuo.  Por lo tanto es necesario cambiar en el presente las actitudes individuales como autonomía e identidad.
 
Se prioriza la acción inmediata, la búsqueda de la efectividad palpable de su acción.  Retoma la observación de Foucauti: No apuntan al enemigo principal, sino al enemigo inmediato.  Tampoco esperan encontrar la solución a sus problemas en una fecha futura.
 
C. Modos de actuar
El viejo paradigma se apoyaba en la organización piramidal con énfasis en el centralismo y tendía a una participación altamente institucionalizada.  Se daba prioridad a la protesta masiva.  El nuevo paradigma se expresa en la oposición a la burocratización y regulación y el apoyo en formas poco o nada institucionalizadas.  La organización es preferentemente horizontal y tienen un fuerte impulso las redes vinculantes y flexibles.  Se reivindica la participación individual.
 
Serna destaca así el cambio en la ubicación del individuo en la organización o movimiento y en el énfasis en la horizontalidad de los procesos de coordinación.  El respeto a la diversidad y las individualidades se constituye en el centro de las prácticas y el grupo es una mediación que debe respetar la heterogeneidad.  De allí que las organizaciones donde el individuo queda " ... anulado en pro de lo colectivo masificado han dejado de ser de interés para las nuevas generaciones.  Las redes de jóvenes buscan fungir como facilitadoras y no como centralizadoras" (1998:50).  Porque valorizan su autonomía, a las juventudes no les interesa ser hegemonizadas por grupos específicos, crean coordinaciones transitorias y no pretenden asumir una total representatividad.
 
6. Consideraciones finales
Hacia fines de siglo, época de la informática, del conocimiento y la imagen, los jóvenes tienen una conciencia crítica de las propuestas y realizaciones de las generaciones anteriores.  La ausencia de una programación social que integre constructivamente la fase juvenil, puede ser considerada parte de una crisis social que incluye la fractura de los paradigmas y supuestos que sostienen el modelo de la juventud.  Las consecuencias de la ausencia de una percepción correcta de los y las jóvenes como sujetos de derechos y ciudadanos reales se han expresado a través de múltiples problemas.
El desarrollo tiene por meta el enriquecimiento personal y social progresivo que avanza en la adolescencia mediante la actualización de capacidades que permitan la convivencia social positiva, rescatando las necesidades personales y el progreso colectivo en un ajuste e integración transformadores.  La participación efectiva de los y las adolescentes en las políticas y programas requiere contar con sus aportes en la propuesta de iniciativas, la negociación para alcanzar objetivos trazados, la vinculación a las políticas básicas de los programas que se desarrollan con jóvenes y su participación en la articulación de los planes.
Empoderar a los adolescentes no sólo cumple el objetivo de permitir su autocuidado y protección mutua, sino que contribuye a potenciar el desarrollo colectivo al tornarse en agentes de cambio que influyen en los adultos y en sus comunidades.  De esta forma se trasciende la competencia por el poder, para hacer realidad la formación de la cuidadanía.
 
La participación social de las juventudes discurre, cada vez más, en contextos informales y en metas innovadoras.  Es la diversificación programática, con participación efectiva de jóvenes y comunidades, proyección y vinculación a las políticas más globales, lo que va a permitir los procesos acordes con las necesidades de desarrollo actual de las juventudes.
 
El fomento de una cultura de equidad entre los géneros, el cuestionamiento de la discriminación etárea, así como la ampliación de la atención, con la participación ciudadana, permitirá fortalecer lo ya alcanzado.  La promoción de la salud y el desarrollo humano en la adolescencia no pueden ser exclusividad de un sector y la educaci6n debe validar su lugar en las políticas con un replanteamiento actual de las juventudes.
 
 


Cuadro No. 5
Etapas de empoderamiento juvenil
Los jóvenes y la comunidad son:
1. Informados
    Grupos externos fija objetivos y metas     para los programas  juveniles
2. Consultados: Puede comenzar la     Participación     A los jóvenesy la comunidad se les     solicita retroalimentación, pero pueden o     no influir las decisiones 3. Proveen información: Hay     Participación y se puede comenzar el      Compromiso      La particpación juvenil provee      retroalimentación para mejorar los      objetivos y los resultados 4. Inician la acción: Hay     Participación, Compromiso y     Empoderamiento     Los jóvenes junto con los lideres locales     fijan los objetivos, priorizan, planifican,     evaluan y son responsables de los     resultados


La convergencia entre los organismos gubernamentales, las organizaciones de la sociedad civil y la consolidación participativa de los derechos de niños y adolescentes, permitirá avanzar en el establecimiento de políticas articuladas del Estado, con el compromiso de las comunidades nacionales, que garanticen estrategias orientadas a alcanzar el desarrollo integral.  Estamos frente al desafío de los tiempos.  Es el momento de la juventud de tomar su lugar.
 
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1El presente artículo está basado en las exposiciones presentadas por la autora a la Conferencia La Protección Integral de la Niñez y Adolescencia: Un nuevo paradigma. Panamá. 1998 y en el Primer Encuentro lnter-institucional para la Promoción de la Participación Adolescente como Estrategia para promover el Desarrollo Humano. San José, Costa Rica, 1998.

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