Isaac Rosa | Público
Por si no se han dado cuenta se lo advierto, que están a tiempo de
esconderse: queda menos de un mes para las elecciones, y eso significa
que estamos en plena campaña electoral, aunque aún se hable de
precampaña, que es lo mismo pero con la prohibición pudibunda de pedir
directamente el voto.
Si creen que ya no hay diferencias entre campañas, precampañas y días
corrientes, y que toda la legislatura es una interminable campaña, eso
es porque ya no se acuerdan de lo que es una campaña oficial, con
carteles, mítines y política callejera. Ya me dirán si aprecian o no
diferencias dentro de unos días, pues tras el calentamiento y el parón
festivo, ahora empieza lo bueno.
Supongo que es el mismo mecanismo por el que el cerebro suprime
recuerdos malos, pero de una vez para otra se nos olvida lo que es una
campaña. De ahí que, cuando ya estamos metidos, suframos el ‘déjà vu’
nada más ver un telediario o una valla. Y es que, al margen de
innovaciones tecnológicas y redes sociales, las campañas no han cambiado
mucho en las últimas décadas.
El guión es más o menos el de siempre, y los personajes se repiten
año tras año como los del belén. Sólo queda la incógnita de cuál será el
reparto, quién interpretará cada figurita, pero no hace falta ser
pitoniso para vaticinar que en las próximas semanas veremos: un líder al
que se le calienta la boca, otro que hace un chiste de mal gusto y
acaba pidiendo perdón, varios versos sueltos y unos cuantos que muestran
su lado humano haciendo cosas humanas como montar en bici o cocinar.
Muchos se retratarán con bata blanca, casco, traje regional, chándal o
desnudos si es menester. Algún dirigente será abucheado, habrá
llamamientos contra la crispación. Aparecerán papeles comprometedores,
habrá carteles imaginativos y lemas chistosos. No faltarán las secciones
juveniles, que siempre van provocando. Y estará, claro, González Pons,
que se merece una sala de fiestas para él solo.
Cansa sólo de pensarlo. Ante tal película, enésimo remake de una cinta vieja, a los espectadores sólo nos cabe zapear el 22.