Los Caracoles son las regiones organizativas de las
comunidades autónomas zapatistas. Fueron creados en el 2003 para
reemplazar la anterior forma de organización, los Aguascalientes,
tras un período de extensa discusión sobre la necesidad de cambiar la
relación entre las comunidades, de las comunidades con el EZLN y de las
comunidades con el mundo exterior.
Las Juntas de Buen Gobierno (JBG) se forman con representantes de los Municipios Autónomos Zapatistas
de las comunidades que forman parte de cada Caracol, sus miembros son
rotativos y reemplazables en todo momento. Entre sus tareas está la de
coordinar la ayuda y apoyo entre comunidades y distribuir de manera más
adecuada la ayuda exterior.
Contarlo para que no caiga en el olvido, para que La Realidad sea un campamento universal.
Para que cada vez haya más zapatistas, pero no tengan que vestir perennemente un pasamontañas …
La formación de estas comunidades son parte de un sincretismo: la herencia de la propiedad comunitaria, que se da con el calpulli, con la permanencia de la identidad de la lengua y el conocimiento que se tiene del entorno.
Pablo González Casanova
De las ricas aportaciones que el movimiento zapatista ha hecho a la construcción de una alternativa, el reciente proyecto de los caracoles desembrolla muchos falsos debates de políticos e intelectuales. El proyecto de los caracoles "abre nuevas posibilidades de resistencia y de autonomía de los pueblos indígenas de México y del mundo, una resistencia que incluye a todos los sectores sociales que luchan por la democracia, la libertad y la justicia para todos", según palabras del comandante Javier.
Cuando el gobierno incumplió los acuerdos de San Andrés y se negó a reconocer los derechos de los pueblos indios, faltando así a sus compromisos, los zapatistas no llamaron a las armas. Se pusieron a construir la autonomía en los "territorios rebeldes", según comunicado del l9 de julio de 2003.
Las comunidades zapatistas decidieron construir "municipios autónomos" (un objetivo, por cierto, que habían "enarbolado" desde principios de la insurgencia). Las comunidades nombraron a sus autoridades locales y a sus delegados para que cumplieran sus mandatos en los distintos niveles a sabiendas de que si no los cumplían serían revocados. Al mismo tiempo siguieron impulsando medidas prácticas del "mandar obedeciendo". También fortalecieron los vínculos de solidaridad especial entre las comunidades locales de distintas etnias. Además, articularon unidades mayores que comprendían varios municipios y que fueron conocidas como los Aguascalientes, hoy sustituidos por los caracoles.
El cambio tiene varios significados, pero entre los más importantes parece encontrarse la transformación de zonas de solidaridad entre localidades y comunidades afines en redes de gobiernos municipales autónomos, que a su vez se articulan en redes de gobierno que abarcan zonas y regiones más amplias.
La dimensión y profundidad que alcanza el nuevo proyecto zapatista corresponde a la capacidad que ha mostrado este movimiento para redefinir su proyecto rebelde en los hechos y también en los conceptos, manteniendo al mismo tiempo sus objetivos fundamentales de un mundo con democracia, libertad y justicia para todos.
Es más, en sus reflexiones y elaboraciones, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) continúa usando ese estilo tan original de pensar y hacer que combina la narrativa del viejo Antonio -quien desde el ahora recuerda el pasado para construir el futuro- con las utopías y firmezas dialécticas de Durito, el escarabajo que es un caballero andante moderno y posmoderno, antisistémico.
En realidad, gran parte de lo que se propone el planteamiento de los caracoles ya había sido expresado desde los inicios del movimiento zapatista como la lucha por "los municipios autónomos en rebeldía". Pero ese y otros conceptos fundamentales fueron objeto de olvidos e incomprensiones entre compañeros, hermanos, simpatizantes, adversarios y enemigos.
El nuevo planteamiento de los caracoles no sólo redefine con claridad conceptos que se prestaron a las más distintas interpretaciones, debates y hasta oposiciones. Articula y propone un proyecto alternativo de organización (a la vez intelectual y social) que, arrancando de lo local y lo particular, pasa por lo nacional y llega a lo universal. En la salida y en la llegada deja a sus integrantes toda la responsabilidad de cómo hacer el recorrido: si de lo grande a lo chico o de lo chico a lo grande, o de las dos maneras, dividiéndose el trabajo con una ruta para unos y otra u otras para los demás.
La concreción del proyecto se da al convertir las luchas por las autonomías y la creación de autonomías en redes de pueblos autónomos. Se trata de un programa de acción, de conocimiento, de perseverancia y dignidad para construir un mundo alternativo, organizado con respeto a las autonomías y a las redes de autonomías. Su propósito es crear con las comunidades, por las comunidades y para las comunidades, organizaciones de resistencia que desde ahora formen mallas a la vez articuladas, coordinadas y autogobernadas que les permitan mejorar su capacidad de contribuir a que otro mundo sea posible.
Al mismo tiempo, el proyecto postula que desde ahora, en lo que se pueda, las comunidades y los pueblos tienen que ejercitarse en la alternativa que quieren para adquirir experiencia. No esperar a tener más poder para redefinir el nuevo estilo de ejercerlo.
El proyecto de poder, por lo demás, no se construye bajo la lógica del "poder del Estado" que aprisionaba a las posiciones revolucionarias o reformistas anteriores, dejando ayuno de autonomía al protagonista principal, fuera éste la clase obrera, la nación o la ciudadanía. Tampoco se construye con la lógica de crear una sociedad ácrata, esa lógica que prevalecía en las posiciones anarquistas y libertarias (y que subsiste en expresiones poco felices, como la del "antipoder", que ni sus autores saben qué quiere decir), pero que se renueva con los conceptos de autogobierno de la sociedad civil "empoderada" con una democracia participativa, que sabe hacerse representar y sabe controlar a sus representantes en lo que sea necesario para el respeto de los "acuerdos".
El de los caracoles es un proyecto de pueblos-gobierno que se articulan entre sí y que buscan imponer caminos de paz, en todo lo que se pueda, sin desarmar moral o materialmente a los pueblos-gobierno, menos en momentos y regiones donde los órganos represivos del Estado y las oligarquías locales, con sus variados sistemas de cooptación y de represión, están siguiendo las pautas cada vez más agresivas, crueles y necias del neoliberalismo de guerra, que incluyen el hambre, la insalubridad y la "ignorancia obligada" de la inmensa mayoría de los pueblos, ya sea para debilitarlos e incluso para diezmarlos o acabarlos si es necesario cuando fallen los sistemas de intimidación, cooptación y corrupción de líderes y masas.
El nuevo planteamiento de los caracoles combina e integra en la práctica
ambas lógicas, la de la construcción del poder por redes de pueblos
autónomos y la de integración de órganos de poder como autogobiernos de
los que luchan por una alternativa dentro del sistema. El planteamiento
hace suyos elementos antisistémicos en que la creación de municipios
autónomos rebeldes empieza por fortalecer la capacidad de resistencia de
los pueblos y su capacidad de creación de un sistema alternativo. Ambas
políticas -la de la construcción y la de integración del poder- son
indispensables para una política de resistencia y de creación de
comunidades y redes de comunidades que hagan del fortalecimiento de la
democracia, de la dignidad y de la autonomía la base de cualquier
proyecto de lucha.
Los caracoles zapatistas. Redes de resistencia y autonomía
En España, alguien comenta: "El zapatismo se ha vuelto una herramienta que puede ser usada por todas las rebeldías que navegan el mar de la globalización. Nos invita a materializar la construcción comunitaria y autónoma con la paciencia y la tranquilidad del caracol."
La idea de crear organizaciones que sean herramientas de objetivos y valores a alcanzar, y hagan que la autonomía y el "mandar obedeciendo" no se queden en el mundo de los conceptos abstractos ni de las palabras incoherentes, es una de las aportaciones más importantes de los caracoles. Sus creadores están conscientes de las limitaciones y posibilidades que el proyecto tiene.
El subcomandante Marcos reconoce con una mezcla de modestia y de entusiasmo que los caracoles constituyen "una pequeña parte de ese mundo a que aspiramos, hecho de muchos mundos. Serán -afirma- como puertas para entrarse a las comunidades y para que las comunidades salgan; como ventanas para vernos dentro y para que veamos fuera; como bocinas para sacar lejos nuestra palabra y para escuchar la del que lejos está. Pero sobre todo para recordarnos que debemos velar y estar pendientes de la cabalidad de los mundos que pueblan el mundo". Con sus palabras están los hechos.
Los caracoles corresponden a un nuevo estilo de ejercer el poder de comunidades entramadas en la resistencia y para la resistencia, en que sus comandantes se someten a las comunidades para construir y aplicar las líneas de lucha y organización, sin que por eso dejen de decir "su palabra" ni unos ni otras, pero siempre con respeto a la autonomía y dignidad de personas y pueblos, que ven en cualquier actitud paternalista y en cualquier "generosidad humanitaria" no sólo algo parecido a las "acciones cívicas" de los enemigos sino a las acciones equivocadas de los amigos, hermanos y compañeros que no han comprendido bien la importancia que tiene la solidaridad comprometida y respetuosa.
Más que una ideología del poder de los pueblos-gobiernos, los caracoles construyen y expresan una cultura del poder que surge de quinientos años de resistencia de los pueblos indios de América, y que se inserta en la cultura universal para la construcción de un mundo tan variado como el que implica cualquier alternativa multinacional, multicultural, con civilizaciones distintas y también con características y valores comunes de los constructores de la misma.
Los cambios que llevan a la concreción y a la precisión del pronunciamiento zapatista sobre los caracoles corresponden a un método muy novedoso, que debemos hacer explícito para nosotros mismos sin temor a equivocarnos y a que nos corrijan quienes le encontraron o dan otro sentido. También debemos hacer de ese método de pensar, hoy identificado con el zapatismo, una especie de sentido común en el que aparezcan nuestras distintas formas de pensar, de expresar, de actuar, a sabiendas de que el necesario diálogo aclara afinidades y diferencias, y permite lenguajes comunes y consensos cada vez más amplios, capaces de un accionar multicultural por un mundo alternativo.
Claros de que "el método de pensar" no es todo y que a él se añaden las "verdades del corazón", fundamentales en la cultura maya, necesitamos irlo precisando para nosotros y los demás en diálogos e intertextos que recojan su uso desde que los zapatistas planearon un nuevo proyecto universal en sus comunicados insurreccionales y en los que emitieron a lo largo de los diálogos de San Andrés y de la lucha por los derechos de los pueblos indios, hasta ahora en que asumen esos derechos que formalmente les fueron negados. Los zapatistas construyen en una nueva etapa de su historia una alternativa pacífica de transición a un mundo viable, menos autoritario, menos opresivo, menos injusto, que tenga la capacidad práctica de seguir luchando para la paz con democracia, justicia y libertad.
El método, o manera más o menos constante de hacer y pensar, parece tener siete características principales:
La PRIMERA consiste en usar las combinaciones más que las disyuntivas. En lugar de decir y hacer "esto o esto" se dice y hace "esto y esto". El conjunto es mucho más que la suma de las partes: es la articulación de las partes. El problema entre hermanos es doble: ni restar ni desarticular. La fuerza de resistir aumenta cuando los pueblos indios no sólo se articulan entre sí, sino con los pueblos no indios que luchan por los mismos objetivos, siempre con respeto a las diferencias personales o religiosas o culturales o tácticas.
La SEGUNDA característica consiste en generalizar los conceptos al tiempo que se generalizan las redes de comunidades. Cuando se generaliza el pensar, tomando en cuenta a los actores sociales pensantes que se integran a las redes de la resistencia y las alternativas, se pueden precisar con más facilidad los problemas de la unidad en la diversidad y la posibilidad concreta de que varios actores den las mismas luchas de la misma manera o de distinta manera: así, por ejemplo, si la generalización se hace en relación a la unión de distintos pueblos mayenses y de allí se pasa a generalizar incluyendo a pueblos de indios nahoas, mixtecos, tarascos..., las generalizaciones se enriquecen con las experiencias particulares de la resistencia y las autonomías que los otros pueblos viven y expresan. La fuerza de la generalización actual es todavía mayor cuando se incluye como actores a los campesinos, a los trabajadores, a los estudiantes que piensan y actúan en función de los mismos objetivos éticos, culturales y sociales de la resistencia y del mundo alternativo, pero que pueden tener varias estrategias y tácticas para alcanzarlos, algunas sólo válidas en la situación puntual de que parten y otras que pueden adaptarse para combinar experiencias que fortalecen y amplían a las redes.
En TERCER lugar, el método permite la elaboración de conceptos cada vez más profundos, como cuando se percibe quién está por aumentar la resistencia y quién está por debilitarla, por corromperla o destruirla, ya sea de una manera deliberada o no.
El concepto y la fuerza de las redes se profundiza (y ésta es una CUARTA característica) cuando tanto en la acción como en la reflexión se pasa de la lucha contra el cacique a la lucha contra el gobernador que apoya al cacique y de allí se sube a toda una "especie" o "clase" de "ricos y poderosos" que apoyan no sólo al cacique contra el que se está luchando, sino aun a otros caciques, políticos y empresarios que apoyan a una compañía trasnacional de las que dominan o buscan dominar grandes territorios con proyectos como el Plan Puebla-Panamá. De pronto se aclara uno mismo, como persona o colectividad, que la lucha contra el cacique no es lucha nada más de un pueblo sino de varios, y que todos los "hombres del poder y del dinero" no sólo apoyan al cacique o a los caciques cuando se sienten amenazados, sino hasta desatan una guerra encubierta o abierta con fuerzas convencionales y no convencionales, militares y paramilitares, destinada a defender sus intereses y valores o a conquistar nuevas riquezas, territorios y poblaciones a cuyos habitantes ven como futuros "desplazados", "enterrados" o "asalariados informales".
QUINTA: Para resistir el embate de "la especie" o "clase" de los ricos y poderosos, que se repite una y otra vez desde hace quinientos años, se siente en el corazón (con el significado mayense) y en la conciencia (con la redefinición crítica de la teoría de la praxis) que es necesario ir ampliando las articulaciones de las fuerzas hermanas que actual o potencialmente luchan por los mismos objetivos en los altos o las selvas de Chiapas, o donde quiera que sea de México y el mundo.
Una SEXTA característica se presenta como sigue: El subir de lo abstracto o formal a lo concreto o actual, corresponde a la expresión "ir más allá de..." que a menudo alude a etapas superadas. Pero aquí la expresión de "ir más allá" recoge la necesidad simultánea de superar aquello que manifestó debilidad en el pasado y de mantener al mismo tiempo lo que en el pasado dio fortaleza a la resistencia y a la construcción de una alternativa, eso sí, con las debidas adaptaciones y redefiniciones que la experiencia exige y que los cambios aconsejan, propias de la narrativa del viejo Antonio.
Una SEPTIMA y última característica, en esta lista incompleta, está relacionada con las utopías que se expresan y se realizan entre contradicciones. Corresponde a la necesidad de superar "las ideas de los caballeros andantes" que buscaban "desfacer entuertos" para construir ("haciendo camino al andar", como dijo el poeta) relaciones personales, relaciones sociales, culturales, sistemas sociales que faciliten, entre tropezones, practicar y concretar determinados objetivos como "la democracia, la justicia, la libertad". Esa es la característica de los sueños y de las impertinencias de Durito, de esos sueños e impertinencias bien y mal hablados, idealistas y picarescos que se nutren en la imaginación del mundo entero, maya o no maya, occidental o no occidental, clásico o moderno, o posmoderno.
Aquí parece necesario aclarar que en todos los casos se juntan los métodos del viejo Antonio y de Durito. Ambos plantean la dignidad de personas y colectividades como un elemento de fuerza inquebrantable, no negociable, esto es, como el arma más feroz contra la dictadura del mercado y la colonización mercantil de la vida. Para ser efectiva, la dignidad se articula a la autonomía de la persona y de las colectividades. No sólo se vuelve incluyente, recogiendo la mejor tradición de los liberales de respeto a todas las creencias, religiones, razas, nacionalidades, civilizaciones, sino que anima a todos aquellos que sean indios y no indios, mexicanos y no mexicanos, y que quieran construir otro mundo posible, a que se organicen en redes de autonomías allí donde vivan, incluyendo a sus vecinos cercanos y lejanos, conversando con ellos, intercambiando sueños fracasados y realizados, y yendo mucho más allá de la solidaridad, de por sí valiosa, pero insuficiente, hacia la construcción y organización de redes de pueblos autónomos y de otras fuerzas en lucha por un mundo donde tienda a prevaler la democracia, la justicia y la libertad.
El proyecto de los caracoles es la síntesis de muchos planteamientos anteriores de los zapatistas, aquéllos que el mundo empezó a conocer hace diez años y que ahora se articulan con los que descubrieron en el camino de rescatar el mundo para la humanidad de indios y no indios. Si luchan por la democracia, la libertad y la justicia empiezan por practicarlas y fortalecerlas en su propia tierra.
El nuevo proyecto zapatista se junta a todas las fuerzas que luchan contra el neoliberalismo, contra la guerra económica y militar que hace estragos en los países sujetos a los sistemas de endeudamiento y saqueo que imponen el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio, las grandes potencias encabezadas por el gobierno de Estados Unidos, y sus aliados y subordinados locales, como el actual gobierno de México, y todos los partidos que en el Senado y la Cámara de Diputados de México les negaron y quitaron a los pueblos indígenas los derechos que se habían comprometido a reconocerles.
La miopía o ceguera de las fuerzas dominantes es tal, y su soberbia o capacidad de engañarse tan obcecada, que no alcanzan a ver la inmensa posibilidad que se abre con la marcha de los caracoles, para imponer un cambio histórico pacífico mediante la negociación sin cooptación ni mediatización de líderes y fuerzas que luchan por sobrevivir y por un mundo alternativo. Los zapatistas ofrecen, otra vez, un novedoso camino de paz a México, con las puertas y ventanas abiertas a la humanidad.
UNA NUEVA ESTRUCTURACION DEL PODER
La fundación de los caracoles en los antiguos Aguascalientes realiza varias contribuciones a la restructuración del poder en forma pacífica y dentro de los marcos de la Constitución. Al mismo tiempo que mantiene su convicción rebelde genera una nueva lógica legislativa que viene de la sociedad civil y cuyo carácter innovador muy probablemente se extienda como la "espiral de trazo firme", que en la corteza de un árbol grabó el viejo Antonio.
De la explicación concisa del comandante Brus Li (09.08.03) y de otros textos que sintetizan lo que los caracoles son, se derivan algunas prioridades en la acción política para la restructuración del poder y para la creación de caminos a un mundo alternativo. Esas prioridades van a difundirse seguramente entre muchos movimientos alternativos sistémicos y antisistémicos, en un diálogo universal, actual y no sólo virtual, a distancia y presencial, que ya se realiza a través de los "sitios" y periódicos electrónicos y de encuentros y manifestaciones que van desde la propia Lacandona y el "Otro Davos" hasta Seattle y Cancún.
Precisar lo que las prioridades de los caracoles significan para concretar o actualizar en distintas partes del país y el mundo la restructuración del poder desde abajo y por los de abajo, plantea dificultades y posibilidades de traducción de una lengua a otra, de un lenguaje metafórico a otro más o menos directo y de una realidad histórico-social y cultural propia a una distinta. También plantea el hallazgo de las simpatías y diferencias concretas que en realidades diversas descubren los actores colectivos, rurales y urbanos, asiáticos, africanos o americanos del norte y el sur, europeos y australianos. Las generalizaciones se aparecen en vivo, las explicaciones universales también, y eso permite precisar más las diferencias que se respetan y conservan y las que se llevan al necesario diálogo del universo de actores. Las buenas traducciones conceptuales, racionales y emocionales facilitan el conocimiento de lo que los zapatistas se proponen con la fundación y organización de los caracoles, esa rara metáfora que tiene algo de la cultura mesoamericana y algo del pensamiento crítico más profundo y actualizado. "Los muchos" tendrán que hacer análisis, que renovar (o concretar) conceptos comunes aplicables y variaciones universales. Tendrán que priorizar, como géneros, el diálogo y el debate, la argumentación exacta que acerca a los objetivos más queridos hasta cuando tiene uno que retroceder y que, deseosa de hacerse entender, precede ese deseo por el de entender uno, mediante la observación, la reflexión y la expresión aclarada, las "palabras fundamentales" que logran consensos y efectos en la resistencia y la autonomía articuladas.
De las palabras del subcomandante Marcos sobre la organización de los caracoles se desprende que éstos corresponden al conocimiento de lo interior y de lo exterior, de la visión de quien no sólo se mira, sino mira a los demás; del que se anima y anima a otros, por lejos que estén y por dormidos que se hallen en sus escapes y sus sueños, a participar con acciones cada vez más eficaces para lograr los objetivos propuestos. Los caracoles se organizan para no perderse en las partes, para ver el conjunto y para actuar en el conjunto articulado de los pueblos de su propia "tierra" y del mundo.
Saber oír y hablar para pensar y actuar corresponde a un conjunto de acciones organizadas cuyo punto de partida aparece en la evocación de los dioses mesoamericanos que dejaron encargado a uno de sostener el cielo. Para cumplir su cometido, "el sostenedor del cielo" se puso "en el pecho colgado un caracol y con él escucha los ruidos y silencios del mundo para ver si todo está cabal, y con el caracol llama a los otros sostenedores para que no se duerman o para que despierten" (O4.O8.03).
A decir de los "enseñadores", "mientras la palabra camine el mundo (sic) es posible que el mal se aquiete y esté el mundo cabal..." "Así dicen" -comenta el subcomandante-, y añade: "Por eso la palabra que no duerme, del que está pendiente del mal y sus maldades, no camina directo de uno a otro lado, sino que anda hacia sí misma, siguiendo las líneas del corazón, y hacia fuera, siguiendo las líneas de la razón..." (Un comentario: Durito le hizo ver al sub que mejor "pusiera": "que anda hacia sí misma y hacia fuera siguiendo las líneas del corazón y de la razón..." ¡Sin la disyuntiva que en el pasado privó a la autocrítica del corazón... y hasta de la razón...! Aún no se sabe por qué el subcomandante mantuvo esa redacción...)
Una lectura correcta de los principios del pensar-hacer de las nuevas organizaciones zapatistas no sólo obliga a incluir la amplia gama que va del conocimiento de sí mismo hasta los procesos históricos que entre vueltas logran alcanzar puntos cada vez más altos. Una lectura cuidadosa de los textos metafóricos, narrativos, reflexivos, increpatorios, convincentes del EZLN, sólo logra una mayor comprensión si cada una de sus expresiones y figuras se liga a la enorme capacidad de resistencia que han mostrado los zapatistas en todos estos años de asedio y dolor, de pobreza y engaños, sin que les hayan destruido ni la esperanza, ni la decisión de seguir luchando, ni la inmensa capacidad de buscar nuevas formas de construir otro mundo que sea posible en las palabras y en los hechos.
Con ese mismo espíritu cabe esbozar algunas prioridades de los caracoles y relativizar lo que se dice a veces de ellos, aclarando lo obvio, que ésta es sólo una lectura de las mismas y que puede haber otras, incluso de sus propios autores:
1. Dentro del marco legal y nacional crear la autonomía ejercitada, y no depender de que el Estado la reconozca para organizarla, lo que significa darse a uno mismo la tarea y el ejercicio de construir y practicar la autonomía y el autogobierno. El autogobierno se responsabiliza de llevar a la práctica los principios de democracia, justicia y libertad, y de hacerlos explícitos con la comunidad o las comunidades que constituyan el autogobierno y de las personas que lo integren, cuya autonomía de pensamiento y crítica deberá también respetarse.
2. Combinar la democracia participativa con la democracia electoral siempre que se dé a la democracia su sentido actual de gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo, y a ese sentido se añadan los agregados esenciales de la lúcida propuesta de que los autogobiernos sean pluriétnicos y respetuosos de las distintas creencias y filosofías así como del espíritu laico en la educación, la investigación y la difusión de la cultura.
3. Pasar de "los espacios de encuentro" crítico y contestatario, generador de esperanzas y planes de acción, a las juntas de buen gobierno que escuchan, hacen, deciden y mandan, obedeciendo a las comunidades y sus organizaciones territoriales.
4. Asumir el papel y "la lógica del legislador de la alternativa" para hacer efectivos los derechos de los pueblos indios en la organización de su autonomía. El buen gobierno de los caracoles debe ser el primero en reconocer y ejercer los derechos para no actuar con arbitrariedad como lo hace el mal gobierno. En caso de que algunas reglas resulten en la práctica inconvenientes, el buen gobierno las modificará previa consulta a las comunidades. En caso de que el buen gobierno se vuelva mal gobierno, será destituido por las comunidades. (Costumbre por lo demás muy experimentada en las culturas mesoamericanas y que hoy se enriquece con las experiencias de otras culturas y organizaciones políticas que se propusieron el autogobierno y no lo lograron por errores o populismos y caudillismos no superados, no controlados, y cuyos efectos autodestructivos no estaban en la conciencia concreta de quienes querían construir verdaderos autogobiernos.)
5. Impedir a tiempo cualquier mella de la autonomía y la unidad, pues ambas son la fuerza de las comunidades y éstas sólo se pueden preservar si el buen gobierno impide, con el ejercicio diario de la democracia, la formación de mafias y clientelas que se separan de sus comunidades y hacen del separatismo de comunidades y pueblos una forma de satisfacer ambiciones meramente personales o de grupo, como ocurrió en muchos países de nuestra América, cuyas oligarquías desde el siglo xix rompieron el ideal bolivariano, o en la Yugoslavia que puso en un primer plano su fallido proyecto de autogobierno, origen de las mafias que después de la debacle mostraron y aumentaron su fortunas mal habidas y sus autoritarismos contumaces. Si las lecciones de la moral están muy lejos de ser "puras ilusiones" para cualquier proyecto de interés general, es suicida olvidar las lecciones históricas de la inmoralidad pasada y presente. Esas lecciones están claras en el zapatismo cuando declara indignos a los que abusan del poder o se pliegan ante el poder, a quienes dan dádivas y concesiones personales y paternalistas desde el poder, y a quienes las reciben como agachados.
6. Tener la capacidad de cambiar uno mismo como rebelde sin dejar de serlo. Tener la entereza de pasar de proyectos insurreccionales armados a proyectos de negociación sin claudicación -como en San Andrés- o a posiciones de enroque en la resistencia -como después de que el Congreso negó los derechos a los pueblos indios-, o a la restructuración del poder local con las redes de los caracoles, tras un largo periodo de silencio expresivo y reflexivo en que las experiencias de la organización preliminar y local del buen gobierno en la autonomía permiten plantear un proyecto fuerte de redes con posibilidades nacionales e internacionales.
7. Al abandonar la toma del poder por la fuerza, construir el poder de las comunidades como proyecto que combina lo micro y lo macro en el proceso de construcción de las bases organizadas, con las variaciones que sean necesarias de unas regiones y países a otros, y en distintas situaciones dentro del mismo país o región. En este punto tal vez sea necesario aclarar un poco más que el proyecto de los zapatistas no corresponde a la lógica anarquista o libertaria, por actualizadas que estén, ni a la lógica estatista de toma del poder del Estado o de reformas al Estado, por decaídas o desprestigiadas que se hallen. Aclarar que el proyecto busca construir el poder desde la sociedad civil, consciente de que esa construcción en muchas partes del mundo, al agotar las luchas políticas y sufrir persecuciones armadas convencionales o no convencionales, obliga a los habitantes a ejercer el derecho de autodefensa de sus pueblos y hogares, y que si en un momento pasan a proponerse acciones armadas para una rebelión contra el orden injusto y opresivo, depredador, explotador y excluyente, ahora otra vez más confirman su vocación pacífica con un nuevo camino que en todo lo posible será rebelde y operará dentro de los marcos legales, y que hará todo lo necesario en sus estructuras políticas y sociales para impedir negociaciones con cooptaciones que mellen la autonomía de las personas y de las comunidades. La política de la dignidad empieza por el respeto a uno mismo que exige y organiza el respeto de los demás.
La lucha por la construcción del poder desde las más pequeñas comunidades y municipios, hasta zonas y regiones articuladas, es la lucha concreta de los zapatistas. Constituye una contribución muy importante para el aumento de la fuerza necesaria en la transición a un mundo nuevo sin que se sostenga una "teoría general" de que en todas partes, todos, todo el tiempo construirán la transición de la misma manera, lo cual sería un absurdo en que caen quienes se olvidan de la enormidad y variedad del mundo.
Al mismo tiempo, esa posición de los zapatistas ni es "antipartido" ni busca fundar un partido. Los zapatistas no se proponen fundar un partido que encabece a un bloque para la toma del poder del Estado, ni quieren luchar en las elecciones como un nuevo partido del Estado. Buscan recorrer el nuevo camino de construcción de comunidades y redes de comunidades autónomas. Si éstas logran acaso una "redistritación" y "remunicipalización" reconocida por el gobierno, ese hecho, como los acuerdos de San Andrés, seguramente no implicará ninguna concesión de principio y sólo permitirá que los pueblos luchen por sus valores e intereses con una legalidad formalmente reconocida.
En todo caso, la política de "redistritación" y "remunicipalización" supone, como requisito mínimo y prueba de buena voluntad del gobierno, el abandono de los hostigamientos militares y paramilitares que los pueblos indios han sufrido y sufren. Su cese necesario es ineludible para construir el nuevo camino. Si ese camino no se da es porque continúan dominando en el gobierno la ceguera y la pequeñez con que el Congreso rechazó los derechos de los pueblos indios, contra la voluntad de los pueblos de México y de la nación mexicana. La falta de reconocimiento legal de la autonomía dificultará pero no detendrá la marcha de los caracoles y su vigoroso proyecto de construir y articular las autonomías de los pueblos indios y no indios. El proyecto cabe en la Constitución y en el derecho de asociación de los pueblos y los ciudadanos.
8. Aclarar que si la nueva política no es insurreccional ni reformista ni libertaria o anarquista, reconoce la validez de muchas categorías descubiertas por esos movimientos y hasta por otros anteriores, como los liberales y patrióticos de nuestra América, pero que en todo caso descansa en el pensar y hacer colectivo de los pueblos indios para descubrir las definiciones actuales y los lenguajes comunicativos del pensamiento crítico y alternativo, sistémico y antisistémico, en sus distintas versiones y experiencias reformistas y revolucionarias o nacionalistas o libertarias.
Es más, resulta necesario aclarar con reiteradas expresiones verbales, mímicas, intertextuales, que hay elementos del posmodernismo europeo y estadunidense, en sus manifestaciones más creativas y radicales, que son y serán incluidos en los textos y contextos del buen gobierno con sus límites actuales y con los que aparezcan por las puertas y ventanas de "la más pequeña de las alternativas" o de aquéllas que se articulen desde cualquier punto cardinal. Que éste no es un proyecto nada más zapatista o indígena o chiapaneco o mexicano, sino que va al encuentro dialogal y mundial de proyectos parecidos no cabe duda, como tampoco que está justificadamente orgulloso del legado que le dejaron "los más primeros habitantes de estas tierras".
9. Precisar que el proyecto de los caracoles pasa de la mera protesta, o manifestación o movilización, a la resistencia y la organización del pensamiento, la voluntad y la acción. Que asume como prioritarias las políticas de educación y salud, y busca resolver en todo lo que se pueda y para que se pueda problemas de alimentación, vestido y vivienda, empleo y retribución justa de las comunidades y los trabajadores. Que al mismo tiempo alienta redes de comercio básico entre comunidades, pequeños productores y comerciantes de la "economía informal", señalando preferencias a los mercados locales y al nacional. Las limitaciones y contradicciones en estos terrenos son bien conocidas por los zapatistas. Plantean una mayor capacidad de resistencia frente al "comercio injusto" y a "las relaciones desiguales de intercambio", a los que buscan enfrentar en lo que se puede, con la articulación de los mercados y los productores locales para una política de sobrevivencia. La capacidad de alcanzar mejores "términos de intercambio" con los "centros rectores" o explotadores que venden caro y compran barato dependerá de los conjuntos de redes que se forjen y de su comportamiento en la restructuración del poder de las comunidades frente a los mercados colonizados. No cabe duda que aquí se encuentra uno de los puntos más difíciles de resolver y que es precisamente al que se enfrentan los más pobres entre los pobres: la explotación por todas las vías de los trabajadores de las etnias, y el comercio particularmente inequitativo con las etnias.
l0. Volver parte de la costumbre más arraigada en la vida cotidiana el respeto a las mujeres, a los niños, a los ancianos.
11. Apoyar y apoyarse en las organizaciones y movimientos auténticos de los obreros y los campesinos, de los estudiantes, de los "colonos marginales de las ciudades", de los "desplazados", de los migrantes nacionales y extranjeros; de los ecologistas; en los movimientos de género, de edad, de preferencias sexuales; en los que defienden tierras y territorios, derechos humanos sociales e individuales.
12. Asumir y articular la lucha creciente en América Latina y el mundo entero contra las políticas neoliberales de saqueo, depredación y conquista, entre las que son particularmente amenazadoras las del Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA), las del Plan Puebla-Panamá y en general las del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio y la triada de Estados Unidos-Japón-Europa con todas sus redes de gobiernos colaboracionistas y agachados.
13. Oponerse radicalmente a cualquier acto de terrorismo, ya sea de Estado o de la sociedad civil, y a cualquier acercamiento o trato con el narcotráfico.
14. Establecer redes de información y cultura, con espacios de reflexión y diálogo local, regional, nacional e internacional, promoviendo con ellas no sólo la información veraz y el diálogo político-social sino el diálogo de "las ciencias y las artes universales".
Hasta ahora el proyecto de los caracoles parece confirmar la decisión de los zapatistas y los pueblos indios de luchar en forma pacífica por los derechos de sus pueblos, por la democracia con autonomía y autogobierno en el interior de los mismos. Busca también articular sus luchas por la democracia, la justicia y la libertad con los otros pueblos de México y del mundo. En términos prácticos y políticos, se trata de un planteamiento que intenta imponer la transición negociada para alcanzar los derechos de los pueblos indios y no indios.
El proyecto de los caracoles se propone aumentar las fuerzas de los pueblos y sus redes para que logren soluciones negociadas con principios no negociables. Consciente de que sólo es "una parte muy pequeña" del movimiento mundial, el zapatismo enfrenta y exige el cese de la guerra de empobrecimiento, del acoso militar y paramilitar, de la discriminación cultural y social, de las políticas de insalubridad, ignorancia y hambre que tantas víctimas han hecho en México y el mundo. Va más allá de las meras increpaciones al imperialismo y a los gobiernos colaboracionistas, a sus jefes y mafias. De hecho, plantea una alternativa mundial no sólo a la opresión y dominación dictatorial de los pueblos, sino a la ofensiva colonialista del imperialismo neoliberal y al sistema capitalista mundial. A los proyectos revolucionarios y reformistas o libertarios anteriores, agrega uno que busca superar las malas experiencias de los gobiernos revolucionarios, reformistas o autócratas en su lucha por la democracia, la liberación y el socialismo. El nuevo proyecto universal, nacido en los pueblos pobres, tiende a juntar todas las luchas y a enriquecerlas con las que se dan por la moral política, por la autonomía y dignidad de las personas y las comunidades, y por empezar a hacer uno mismo lo que quiere que hagan los demás.
11 de septiembre de 2003.