Los colectivos sociales más específicos, grupos que luchan por los derechos de las mujeres, de los jóvenes, de defensa medioambiental, de defensa de los derechos humanos, etc., tienen una visión de la realidad muy especializada en los temas que les atañen; sin embargo, la posibilidad de armar alternativas que incluyan la participación de los individuos permite aumentar las posibilidades de conocimiento, ofrecer una panorámica más completa y enriquecer los procesos.
En el desarrollo de los diferentes procesos participativos no existe, ni debe existir, una ortodoxia común, ya que al ser la realidad, las realidades, distintas y cambiantes en cualquier contexto, serán las propias peculiaridades y tradiciones organizativas de cada sitio, o las que se vayana creando en el sí del proceso, las que resulten asumidas y válidas para esa población.
La puesta en marcha de estos procesos implica apostar por la implicación gradual y progresiva de un conjunto cada vez mayor de personas que, pensando, diciendo y actuando sobre la realidad, construyan un tipo de participación "artesanal", en lo que tiene de bello y positivo el término: personal, distinto, único, irrepetible, alejándose de formas falsamente unificadoras y masificadas; sólo así cada cual podrá reconocerse como tal en el proceso y sentir que algo suyo está presente también en los resultados y alternativas. Incluso si el resultado final no se correspondiera con las expectativas iniciales, ello no supondría en absoluto la desvirtuación del propio proceso iniciado, ya que el aprendizaje colectivo y las experiencias realizadas suponen, en sí mismas, un bagaje inestimable a la hora de iniciar otras nuevas, un genuino ejemplo de construcción colectiva del conocimiento.