Fernando de la Riva | Apuntes para la particiPasión. Esa era la regla fundamental que guiaba la acción de Saúl Alinsky, un organizador comunitario que en los años 60 agitaba la lucha por los derechos civiles en los guetos negros de Chicago y la Costa Oeste de los EEUU.
Me inquieta la desmotivación y la desesperanza que se respira en muchos sectores sociales y muchas amigas y amigos, ante la aceleración de los cambios sociales, la crisis climática, la incertidumbre sobre el futuro… y la ausencia de una respuesta de los poderes políticos Con profunda sensación de impotencia, se repite la pregunta: ¿Qué podemos hacer? Y entonces me acuerdo de la máxima de Alinsky
Él decía: «no es fácil aceptar una cosa tan sencilla como el hecho de tener que empezar a partir de donde nos encontramos. Esto implica liberarse de las ilusiones con las que nuestra vida está tejida, porque la mayoría de nosotros ve el mundo no tal como es sino tal como desearían que fuera».
«Hacer lo que se pueda con lo que se tenga», puede parecer un lema algo ingenuo, obvio, de Perogrullo, pero esconde mucha sabiduría. Lo que nos propone es partir -en nuestra acción social y comunitaria— de donde realmente estamos, de «lo que tenemos», de lo que hay (lo que otras voces han llamado «partir de la realidad»). Eso significa un ejercicio permanente —personal y colectivo – de atenta observación y conocimiento de la realidad, una toma de conciencia continua de cómo es nuestra realidad concreta.
Respecto a «lo que tenemos», no solo tenemos necesidades, problemas, resistencias, debilidades, carencias, conflictos, etc., también tenemos recursos, capacidades, potencialidades, aprendizajes, experiencias… que igualmente forman parte de la realidad.
Pero no debemos confundir nuestros deseos con lo que hay, los medios que realmente tenemos, con los que quisiéramos tener, lo que depende de nuestra propia voluntad y compromiso con lo que depende de otros. Lo que hay es lo que hay.
Alinsky dice que se trata de «hacer lo que se pueda», no más (ni tampoco menos). Y eso relaja, nos humaniza, nos ayuda a poner los pies en el suelo, porque con nuestra acción colectiva no tratamos de salvar al mundo, ni de asumir la resolución de todos los graves problemas de la humanidad (aunque sepamos que nuestra acción «cuenta»), sino de hacer «lo que sea posible» para responder a las necesidades concretas que tenemos, que tiene nuestra comunidad. Y esa posibilidad de respuesta viene condicionada por «lo que se tenga», porque es imposible hacer lo que quiera que sea sin contar con medios para ello.
Así que nos toca hacernos —como suele ser habitual- tres preguntas: ¿Cuáles de las necesidades que tenemos —en este momento— son más importantes y urgentes? ¿Qué capacidades, potencialidades, recursos, etc., tenemos —realmente— para hacerles frente? ¿Qué acciones podemos llevar a cabo con esos medios para darles respuesta?