El 26 de abril de 1986 era sábado, la gente escuchaba a Prince y George Michael, y en la central de Chernóbil (Ucrania) se produce el mayor accidente nuclear de la Historia. Pero también ardió la biblioteca central de Los Ángeles. Un incendio que quemó un millón de libros, mantuvo cerrada la biblioteca durante siete años y nunca se llegó a resolver.
En "La biblioteca en llamas" (Temas de Hoy), Susan Orlean señala que en el incendio se perdió un volumen de "Don Quijote", de 1860 e ilustrado por Doré, todos los libros sobre la Biblia, la cristiandad y la historia de la Iglesia, incluida una de las páginas de la "Biblia de Coverdale" (1635), que fue la primera traducción completa al inglés moderno; todas las biografías de la H a la K, todas las obras de teatro estadounidenses y británicas, todo Shakespeare.
También ardieron 90.000 libros sobre ordenadores, astronomía, física, química, biología, medicina, sismología, ingeniería y metalurgia, un libro del arquitecto Andrea Palladio del siglo XVI, 45.000 obras literarias de autores entre la A y la L; 12.000 libros de cocina, incluida una primera edición del manual de Fannie Farner "Boston Cooking-School Cook Book" (1896), toda la colección de libros de arte y tres cuartas partes de los microfilmes de la biblioteca.
La dimensión de la catástrofe se hace más patente por cuanto también fueron pasto de las llamas los cinco millones y medio de patentes estadounidenses registradas desde 1799, con dibujos y descripciones, y todas las patentes materiales canadienses de aproximadamente el mismo período.
No hubo testigos y no quedó prueba física ni había, como hoy, cámaras ni registros, pues "una biblioteca era un lugar muy abierto, sin control".
Harry Peak, aspirante a actor, contó a un montón de amigos que había sido el causante del incendio y fue entonces cuando la hermana de un compañero de habitación suyo decidió llamar a la policía, puesto que además se parecía al retrato robot policial publicado; sin embargo, cuando los agentes fueron a buscarle, "Peak despertó con el baño de realidad y, viendo que se trataba de un delito, rectificó".
La destrucción de la biblioteca pasó totalmente desapercibida en la prensa de Nueva York, la capital editorial del país, porque "coincidió con el desastre nuclear de Chernobil, que curiosamente también comenzó con un incendio. Es como si Chernobil hubiera quemado nuevamente la Biblioteca de Los Ángeles".