Ramón Calandria | El Salto. “Septiembre”, de Los Enemigos, rescató a una generación que, sin romanticismos, estaba condenada a no ocupar ni un renglón en la historia del milagro español.
Se llamaba Evaristo Fidel. No era nadie conocido. Su muerte apenas llenó una columna del periódico El País: “Murió en la madrugada de ayer en Murcia a consecuencia de las gravísimas quemaduras sufridas cuando en la tarde del viernes en Valencia, prendió fuego a su cuerpo, previamente rociado con un líquido inflamable”.
“Ayer” era el 6 de septiembre de 1986. Evaristo Fidel había dejado una nota “en la que anunciaba que ya tenían el primer muerto de la Escuela de Telecomunicaciones y que el sistema docente no funcionaba”. Escuela Española, una revista sobre educación, sumaba su nombre a los de José Luis —que se ahorcó en Cartagena (Murcia)—, un anónimo joven de 15 años que se pegó un tiro en Zaragoza, y Marino, que también se disparó en Castellón tras haber suspendido latín, matemáticas y francés en la convocatoria de repesca de septiembre.
Fueron muertos sin homenajes públicos. Recogimiento, madres velando a los difuntos, amigos consternados. Muertos en septiembre, en los primeros septiembres de recuperación tras los “cates” de junio.
El 4 de diciembre de 1986 se celebraron manifestaciones multitudinarias; el 17 de diciembre, en todo el territorio estalló una huelga educativa sin precedentes. Los estudiantes, muchos de ellos estudiantes de septiembre, se rebelaban contra el plan educativo del PSOE. Pronto llegaría el polémico plan de empleo juvenil y la huelga general de 1988. La educación vista como una fábrica de futuros parados, como un engranaje más en la búsqueda de la anhelada productividad, marcaría a una generación anónima.
Muchas canciones han hablado del impacto de la droga en los primeros años 80. La infrapolítica de los palos y los yonquis ha sido suficientemente glosada y romantizada en la cultura popular. El fracaso escolar apenas ha tenido quien lo cantase, pese a ser más determinante en la construcción del capitalismo español desde los 90 hasta la actualidad.
Fueron Los Enemigos, una banda surgida del ambiente canalla de Malasaña (Madrid) con raíces en el blues y en la música de contenido humorístico, quienes se constituirían, sin pretenderlo, en voz de una nueva generación perdida. Quizá en la etapa más feliz de su carrera, seguro en su despegue como uno de los grupos de referencia del rock español, Los Enemigos encadenaron a principios de los 90 dos discos —La vida mata (1990) y La cuenta atrás (1991)—, en los que rescataban los relatos de ese grupo de jóvenes abocados a un fracaso sin épica.
Junto a la canción que da nombre a La cuenta atrás,“Septiembre” (1990) es la más explícita en ese intento de rescate de chavales y chavalas enviadas a la cuneta por el sistema neoliberal que se estaba abriendo paso tras el arreglo político de la transición. Una competición a cara de perro y con pocos aliados, que en ambas canciones es asumida como un destino jodidamente inexorable.
La música, con un leve toque de marcha militar merced a la batería de Chema Pérez y el bajo de Fino Oyonarte, subraya la cadencia con la que Josele Santiago entona la despedida del mundo de un mal estudiante. Se trata de una canción sencilla de rock que, sin embargo, rescata las historias de un montón de jóvenes caídos en la carrera hacia la construcción de la Marca España.