Las primeras mujeres que se reconocieron como mineras
han muerto. El arco-iris vuela
como un contrafuerte al aire desde las paredes sombrías
la vena plateada y verde
aguarda el golpe de la pica
el obscuro filón clama por la luz
Mi corazón se conmueve por cuanto no pudo salvar:
tanto se ha destruido
debo echar mi suerte con aquellos que,
siglo tras siglo, con astucia,
sin poder extraordinario alguno,
rehacen el mundo.
ADRIENNE RICH (1977)
(Traducción de Myriam Díaz-Diocaretz)