Gente haciendo ciudades de transición

Sursiendo hilos sueltos. Vas al trabajo o al centro de estudios en bicicleta, al regresar pasas a comprar por uno de los mercados de frutas y verduras local, después de hacer la comida preparas la composta y más tarde participas en la asamblea de tu barrio donde ahora se está trabajando sobre poner bicimáquinas en los espacios comunes. El fin de semana asistes al taller de construcción de dispositivos de captación de agua de lluvia antes de irte a pasear a la montaña. En tu mente no deja de dar vueltas la idea de la lavandería colectiva.



¿En qué consiste todo esto? Pues son algunas de las hipotéticas actividades de vamos a necesitar hacer en las ciudades, y que mucha gente ya está haciendo. A raíz de analizar las crisis que estamos viviendo y las que se avecinan, sobre todo por el cambio climático y el agotamiento del petróleo, se conformó hace unos años un movimiento de ciudades en transición («Transition Towns» o comunidades en transición) que se ha ido extendiendo poco a poco.

La idea es sencilla: el fortalecimiento de los lazos comunitarios, vecinales y barriales para diseñar desde la base e ir practicando ya, con una visión positiva y transformadora, el futuro de los lugares donde queremos vivir. Pero a la vez es un esfuerzo complicado, según las inercias que vivimos.

El impulsor de esta iniciativa fue Louise Rooney en Kinsale, Irlanda, y luego fue extendida a Totnes, Inglaterra y popularizada por el ambientalista Rob Hopkins durante 2005 y 2006 con la idea que sostiene la permacultura. Desde esas pequeñas ciudades de las islas británicas se lanzó la idea al mundo:

“Los dos desafíos más duros a los que se enfrenta la raza humana en el inicio del siglo XXI son el Cambio Climático y el Cenit del Petróleo. El primero está bien documentado y es muy visible en los medios de comunicación. El Cenit del Petróleo, sin embargo, permanece por debajo del radar para la mayoría de la gente. Sin embargo el Cenit del Petróleo, precursor de la era de la disponibilidad siempre decreciente de combustibles fósiles, puede bien desafiar la estabilidad económica y social que es esencial si queremos mitigar las amenazas que muestra el Cambio Climático. Las iniciativas para la transición actualmente en marcha en Reino Unido y más allá representan la forma más prometedora de llamar a la gente y las comunidades a tomar las acciones de largo alcance que son necesarias para mitigar los efectos del Cenit del Petróleo y del Cambio Climático. Además, estos esfuerzos de relocalización están diseñados para resultar en una vida que sea más satisfactoria, más conectada socialmente y más equitativa.”

La idea principal de este movimiento es dar a conocer un modo de vida más sostenible y desarrollar la resiliencia que se basa sobre todo en dos aspectos: reducir su gasto energético y aumentar la producción local de recursos.

Las diferentes formas en que se ha llevado a cabo esta iniciativa incluyen actividades como la creación de huertos comunitarios, empresas de intercambio de residuos, reparación, reciclaje de objetos antiguos en lugar de tirarlos e incluso en algunas localidades el uso de una moneda propia. Todo ello pretende potenciar sobre todo el consumo de productos locales o de máxima proximidad. Todas ellas comparten el objetivo de concienciar sobre el hecho de que la vida sin petróleo podría ser mucho más agradable, de que se puede vivir en comunidad de forma que las emisiones de carbono se reduzcan y eso signifique ser más prósperos y resistentes.

Así esta transición es la respuesta de comunidades de personas al declive de la Era Industrial, marcada por el Pico del Petróleo, desde un presente que depende de los combustibles fósiles, el consumo desaforado, la destrucción del planeta y las desigualdades entre los pueblos, a otra realidad deseable basada en la localización de la producción, el uso de la energía y los bienes que se pueden obtener de manera sostenible de nuestro Planeta, la preeminencia de la colectividad, la recuperación de las habilidades para la vida y la armonía con el resto de la naturaleza.

Es la forma de encauzar el esfuerzo colectivo hacia una vida distinta, que rompa con la idea cartesiana de separación entre espíritu (o mente) y cuerpo, entre ser humano y naturaleza, donde los primeros se deben imponer sobre los segundos, basado así en una de las teorías que son la base del sistema capitalista y que nos ha llevado a la situación actual.

Según Javier Gutiérrez Hurtado, de la Universidad de Valladolid, a comienzos del siglo XIX la población urbana suponía el 2% del total de la población mundial. Desde hace un par de años ese porcentaje supera ya el 50%. Las tendencias para los próximos años mantienen esa carrera alcista. América, Europa y Rusia presentan un nivel de urbanización superior al 70%. Asia y África tienen una población urbana inferior a la media mundial, aunque sus porcentajes de crecimiento, sobre todo para el segundo, son espectaculares y llevarán a que ambos continentes superen el 50% de población urbana entre 2020 y 2030.

Un avance insostenible si no se produce esa transición, aún por diseñar y experimentar, que se quiere construida colectivamente desde la base, desde las gentes, y que puede beber de ideas, debates y análisis que ya están en marcha como son los del decrecimiento, el buen vivir, el desarrollo a escala humana y muchas otras.

Actualmente hay grupos que intentan impulsar este movimiento en cientos de países y hay ciudades ya en transición en Reino Unido, Irlanda, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Italia y Chile, donde las autoridades han hecho suyo el mensaje y están poniéndose manos a la obra, con decisiones políticas y acciones encaminadas a esos cambios, siempre con una sociedad civil protagonista, que incide, propone y participa. El movimiento difunde, con herramientas de comunicación basadas en software libre, y apoya iniciativas para extender el mensaje y compartir ideas y prácticas ya consolidadas.


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