El Caso Pablo. La mayoría de grupos que se potencian desde una entidad, acción formativa o proyecto de trabajo comunitario, comienzan siendo grupos donde la dirección inicial es por parte de una figura profesional para posteriormente y, cuando el grupo esté preparado, funcionar sin la dirección de ningún profesional, esto es, a regirse y funcionar como grupos autogestionados.
Al menos yo creo que debería ser así. Y trato de aplicarlo con cada uno de los grupos en los que tengo el grupo de trabajar. Sobre todo porque tengo grabado “a fuego” en mi mente que el proyecto / curso / proceso / acción son medios para logar un fin, no el fin en si mismos.
También siento que la mayor importancia en “lo social” no está en el QUÉ hacemos sino en CÓMO lo hacemos. Por eso os quiero hablar de la metodología de trabajo con grupos.
Metodológicamente se diferencian cuatro fases:
1″ FASE: Creación del grupo
La iniciativa puede provenir del profesional de la intervención social o bien de algunos futuros miembros del grupo. Esta primera fase consiste básicamente en actividades de difusión e información de la creación del grupo.
2ª FASE: Primeros contactos con el grupo
Esta segunda fase tiene como objetivo fundamental el crear un adecuado clima grupal así como fijar los objetivos y aspectos prácticos concretos para el grupo.
En esta fase el profesional o el persona generadora inicialmente del grupo, deben adoptar un rol activo para iniciar progresivamente el proceso de consolidación del grupo. Los miembros del grupo deben conocerse entre sí, conocer de manera más directa qué es el grupo y cuál va a ser la metodología de las sesiones, elaborar objetivos, normas, concretar actividades, decidir el número de miembros que van a tener, cuáles van a ser las condiciones de ingreso, dónde y cuándo van a reunirse,… Durante esta fase se ha de procurar que progresivamente el grupo tome la iniciativa, delegando funciones en algunos miembros del grupo.
En esta fase una persona del grupo o, de manera rotativa varias, debe recibir formación sobre aquellos aspectos específicos del grupo sobre metodología y dinámicas grupales que sirvan de base a la preparación y moderación de las sesiones de trabajo.
3ª FASE: Acompañamiento profesional
Una vez consolidado y establecidos los aspectos formales, en esta fase el grupo debe entrenarse en la práctica de la metodología de intervención con grupos. Uno de los aspectos básicos del entrenamiento son las referidas a técnicas apropiadas de comunicación. Durante esta fase el profesional estará presente en el grupo, intentando no dirigir sino ejercer funciones de acompañamiento y apoyo y así, preparará las sesiones con la persona del grupo designada o que corresponda y será esta quien coordine la sesión, interviniendo el profesional sólo cuando sea necesario, por ejemplo haciendo indicaciones para que personalice más, que no hablen de personas ausentes, que hable de lo que siente, que hable un poco más o bien que dé tiempo para hablar a los otros.
4ª FASE: Observación en el grupo
En esta fase, el papel del profesional queda relegado al de observador pasivo del grupo siendo importante que el profesional permanezca en la misma sala del grupo, pero que no se siente con él en círculo, sino que se sitúe fuera del grupo. El objetivo fundamental es que el grupo lleve a cabo la sesión sin la participación del profesional aunque al finalizar la sesión éste pueda hacer algún comentario sobre lo observado.
5ª FASE: Autodirección o fase externa
En esta fase el grupo debe tener ya la suficiente autonomía para poder funcionar por sí solo por lo que las reuniones deben realizarse sin la presencia del profesional. Sin embargo, en estas sesiones previas a la autonomía total el profesional puede reunirse con la coordinación del grupo si lo considera conveniente para ayudarle a realizar una evaluación.
A modo de resumen:
Tras estas fases el grupo funciona ya como grupo, teniendo el apoyo del profesional, cuando el grupo lo necesite, ante alguna situación de crisis o conflicto o ante algún cambio importante que ocurra en el grupo. La duración de cada fase no tiene porqué ser fija, ya que depende del tipo de grupo y de las características de sus miembros.
De una manera general se propone como duración total del acompañamiento profesional el período comprendido entre seis meses y un año, aunque son fechas aproximadas que dependen, entre otros, de la frecuencia de las reuniones, de las características del grupo y de la participación de los y las integrantes. De todas formas, es importante acordar con las personas del grupo cuánto tiempo va a durar el acompañamiento profesional.