Los «chaquetas negras» del mayo francés

Agente provocador. Los temidos blousons noirs («chaquetas negras») levantaron barricadas y se aliaron con estudiantes y parados. Los situacionistas los consideraron la vanguardia de la revuelta


El verano de 1959 fue conocido en toda Francia como «el verano de los blousons noirs», la subcultura francesa inspirada en la cultura anglosajona, especialmente en el rock and roll, las motos y la imagen de chaquetas negras (blousons noirs es «chaquetas negras»). Tuvo sus réplicas, más o menos similares, pero adaptadas al contexto de cada país, en toda Europa. A mediados de los cincuenta, con el auge del rock and roll y la cultura que arrastró, casi no se salvaba ningún país de una oleada de cuero negro, cadenas y brillantina. En el Reino Unido surgen los teddy boys, con su impecable imagen desviada del look eduardiano; en Alemania los Halbstarken, excesivos y homoeróticos que siembran el terror en el Berlín occidental; los nozem holandeses (antecedente en algunos casos de los pioneros provos), desbordan a la policía; los skunafolke suecos, durante la noche de San Silvestre de 1956, destrozan decenas de espacaparates en Estocolmo; los vitelloni italianos, por su parte, son detenidos en grandes redadas. La lista sigue, pero los rasgos son similares. Se habla de crimen y salvajismo. La chaqueta negra se convierte en el uniforme de la delincuencia. La prensa, casi siempre exagera el fenómeno, que sin embargo es innegable.


El blouson noir era el «barjot», inversión de «jobard» (tonto, loco). «Barjot» equivalía a decir «gamberro» y la mayoría eran menores de edad que, a comienzos de los sesenta, habían abandonado el movimiento por la cultura beat, la gran delincuencia o la cárcel. Sus héroes no pertenecen al mundo «civilizado». Son músicos vestidos de cuero negro con fama de ser peligrosos e inestables: Johnny Hallyday, Eddy Mitchell y, sobre todo, Vince Taylor, que en noviembre de 1961 visita París y los chicos de las chaquetas negras destruyen el pabellón en violentos disturbios. Aislados de las protestas sociales, sin ningún fervor patriótico y alimentando su odio hacia las fuerzas del orden, llegan los sesenta y, de pronto… Mayo.

LA NOCHE DE BARRICADAS QUE UNIÓ A BLOUSONS NOIRS Y ESTUDIANTES


«Era suficiente una noche de barricadas para que los blousons noirs se politicen y se encuentren en perfecto acuerdo con la fracción más avanzada del movimiento de las ocupaciones», afirmaba un ensayo situacionista titulado Enragés: y situacionistas en el movimiento de las ocupaciones que analizaba el desbordante movimiento de ocupaciones del Mayo francés. Tras la cita estaba René Viénet, uno de los más activos situacionistas y enrages. Algunos enrages, una de las facciones más radicalizadas del movimiento de ocupaciones y que simpatizaba abiertamente con los situacionistas, como René Riesel, lucían una imagen bluouson noir.

«Advertimos al lado de los manifestantes bandas de blousons noirs, armados de barras de hierro, que han bajado de las puertas de París para echar una mano a los estudiantes»

Los blousons noir, hasta la fecha, eran temidos casi sin excepción. Formaban parte del proletariado más salvaje y nihilista. Jamás se habían aliado con estudiantes y obreros, pero a comienzos de mes algo sucede. Los estudiantes se enfrentan a la policía en un duro combate. El 7 de mayo, el periódico L'Aurore escribe: «Advertimos al lado de los manifestantes bandas de blousons noirs, armados de barras de hierro, que han bajado de las puertas de París para echar una mano a los estudiantes». Primero fueron los estudiantes, seguidamente los obreros y, finalmente, los chaquetas negras. Juntos plantan cara a las fuerzas del orden que bombardean con gases lacrimógenos.

Este día se distingue por la intervención en la lucha de los primeros obreros, y alumnos de segunda enseñanza que desde la mañana temprano organizaron manifestaciones en las que participan blousons noirs y parados. La espontaneidad y la violencia de esta serie de motines contrastaban con la simpleza de los fines y slogans de sus iniciadores universitarios. Su apoyo era decidido. Son los primeros conatos de la «fiesta» de los motines y las barricadas. «Ya el hecho de que los blousons noirs hayan podido pelearse gritando “La Sorbona para los estudiantes» demuestra el fin de todo un periodo. Ocho días después, estos blousons noires se encontraban en la Sorbona», añade el texto de Viénet.


Muy similar es el testimonio de Daniel Cohn-Bendit en Nuestra Comuna del 10 de mayo: «Era el sentimiento de mucha gente. No podíamos impedir de pensar en la Comuna. Hasta había quienes escribieron en las paredes: “Viva la Co­muna del 10 de mayo”. Ya no se trataba solo de un movimiento de estudiantes. Los otros, los jóvenes obreros, comprobaban que, por primera vez, había una acción real, masiva, contra el régimen y contra el sistema que los oprimía. Era lo mismo para los blousons noirs que nos acompañaron durante la larga marcha del martes, de Den­fert-Rochereau a Etoile. Pregunté a uno de ellos por qué habían venido. Me dijo: “A ustedes, los policías los molestan de tanto en tanto; a nosotros, en todo momento. No podemos hacer nada sin que nos caigan encima. Y no podemos defen­dernos porque estamos solos. Hoy somos muchos y podemos hacerles frente”. Y el hecho de que se encontraran allí marcaba ya una toma de concien­cia política».


BANDAS, MERCANCÍA, ESPECTÁCULO


Las bandas y su violencia desafiaban la lógica de la mercancía el espectáculo. En cada país, los izquierdistas soñaron con que las subculturas urbanas se convirtiesen en la fuerza de choque de la revolución que estaba por venir. En Holanda, los provos hacen un llamamiento a los nozems, que aparecen en sus manifiestos; en Inglaterra, King Mob hace lo mismo con los skinheads. La clave estaba en un texto publicado dos años antes del Mayo y que protagonizó todo un escándalo. Los estudiantes de Estrasburgo tenían algo de dinero. Muchos de ellos estaban fascinados con el estilo y potencia de las proclamas de la Internacional Situacionista. Deciden hacer algo a la altura de las circunstancias y, finalmente, publican una gran tirada de uno de los grandes clásicos de la contracultura surgida en plena ola de incendios y levantamientos en medio mundo: Sobre la miseria de la vida estudiantil considerada bajo sus aspectos económico, político, psicológico, sexual e intelectual. En el texto ya se habla de los blousons noirs y se anticipa lo que se esperaba de ellos:

«Al nivel más sumario, los Blousons noirs en todos los países expresan con la máxima violencia aparente el rechazo a integrarse. Pero el carácter abstracto de su rechazo no les deja ninguna posibilidad de escapar a las contradicciones de un sistema del que son el producto negativo espontáneo. Los Blousons noirs son producidos por todos los aspectos del orden actual: el urbanismo de las grandes colectividades, la descomposición de valores, la extensión del ocio cada vez más tedioso, el control humanístico-policial cada vez más extendido a toda la vida cotidiana, la supervivencia económica de la célula familiar privada de todo significado. Desprecian el trabajo pero aceptan las mercancías. Quisieran tener todo lo que la publicidad les muestra al instante y sin que deban pagarlo. Esta contradicción fundamental domina toda su existencia y es el marco que aprisiona su tentativa de afirmación para la búsqueda de una verdadera libertad en el empleo del tiempo, la afirmación individual y la constitución de una especie de comunidad. (Tales micro-comunidades recomponen, al margen de la sociedad desarrollada, un primitivismo donde la miseria crea de nuevo, de forma ineluctable, la jerarquía en la banda. Esta jerarquía, que no puede afirmarse más que en la lucha contra otras bandas, aísla a cada banda y, en cada banda al individuo). Para salir de esta contradicción el Blouson noir finalmente deberá trabajar para comprar mercancías —todo un sector de la producción está creado especialmente para su recuperación en tanto que consumidor (motos, guitarras eléctricas, ropas, discos, etc.)— o bien debe atacar las leyes del comercio, sea de forma primaria, robando los productos, sea de forma consciente elevándose a la crítica revolucionaria del mundo de las mercancías. El consumo suaviza las costumbres de esos jóvenes rebeldes, y su rebelión cae en el peor de los conformismos. El mundo de los Blousons noirs no tiene más salida que la toma de conciencia revolucionaria o la obediencia ciega en las fábricas».

Los provos, para los situacionistas, eran la expresión de una toma de conciencia que se esperaba sucediera en sus homólogos franceses. Los cócteles molotov y las barricadas acercaron a estudiantes, parados y pandilleros. No sucedió la alianza, pero durante un tiempo, unas cuantas semanas, el sueño estuvo cerca, muy cerca.

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