SANDRO GORDO | TOMÁS MUÑOZ | El Salto. Un grupo de jóvenes que echaban pachangas con colegas se lanzaron a montar la Lliga Cooperativa de Basket.
Cualquier cancha de cualquier parque alicantino puede ser el escenario perfecto para presenciar un Unicojas de Alicante vs Mari Ángeles Lakers. Probablemente, como espectador, encuentres más jugadas de vértigo en la NBA, pero aquí las jugadoras y jugadores están disfrutando de jugar, con mayúsculas.
La Real Academia de la Lengua define ese verbo como hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades. Y es precisamente este significado lo que llevó a un grupo de jóvenes que echaban pachangas con colegas a lanzarse a montar la Lliga Cooperativa de Basket. Ochenta personas repartidas en ocho equipos (siete en Alacant y uno en Elx) han tardado apenas unos meses en autoorganizarse y poner en marcha una competición diferente. No esperen ver árbitros en la cancha, porque aquí no hacen falta.
En el juego infantil, en las pachangas, en patios de colegio o en la calle, nunca se ha necesitado una autoridad exterior para saber cuándo hay que parar porque alguien comete falta. Las personas que participan en esta singular liga quieren recuperar para sí mismas esa filosofía del deporte. “Todos sabemos cuándo has dado un palo o has hecho una falta. Creemos que los conflictos se tienen que solucionar con el diálogo. Si hay alguna falta dudosa, pues la primera para ti y la próxima para mí”, comenta Pedro Mario, jugador de los Deshechos, otro de los equipos que disputa esta competición.
En el juego infantil, en las pachangas, en patios de colegio o en la calle, nunca se ha necesitado una autoridad exterior para saber cuándo hay que parar porque alguien comete falta
El proyecto arrancó tras una aproximación a la idea de crear un equipo de basket con la filosofía del Club de Accionariado Popular, con secciones masculinas y femeninas. “Pero al hacer las cuentas del presupuesto que necesitábamos entre alquileres de pabellones para entrenar, material deportivo y las fichas federativas de todos los jugadores y jugadoras nos salía alrededor de los 25.000 euros anuales y se nos fue la idea de la cabeza al instante”, explica Pedro Mario.
Empezaron poniendo carteles sencillos: un número de teléfono y una declaración de intenciones sobre lo que es una liga cooperativa. “La idea es recuperar el baloncesto como herramienta de unión y hermanamiento, valores como el juego en equipo, que tan alejado está del deporte de élite o deporte-negocio que actualmente impera”, expone Bea Miralles, jugadora de Unicojas. Pusieron carteles en pistas callejeras y en tan solo seis meses han arrancado con una comunidad de 80 jugadores. Sienten que están aportando vida y valor a los barrios, ya que ellos son los primeros que se preocupan de que la pista esté cuidada.
La liga se diferencia también en que no hay ningún promotor o promotora en particular. Entre todas las personas que participan han decidido cómo organizar los partidos, los canales de comunicación entre los equipos y cómo gestionar el campeonato. Lo contemplan como un proyecto social además de deportivo. Gratis, porque el dinero no debe ser una barrera para disfrutar del juego en equipo. Eso sí, requiere implicación. “Hay que implicarse y ayudar a confeccionar, gestionar y organizar la liga. No dependemos de ningún estamento ni institución que nos marque las pautas, y, por tanto, decidimos entre nosotras cómo y cuándo queremos jugar”, expone Pedro Mario.
Las jornadas duran quince días para que los equipos tengan margen para organizarse entre sí y concertar la hora y el día, y otros detalles como la equipación. “Creemos en esto por lo que supone de integración, respeto, realización y superación personal, pero también para mejorar nuestra salud y tomarlo todo con mucho buen rollo y cachondeo”, describe el jugador de los Desechos.