Érase una vez una familia de cerditos formada por el papá, la mamá y los tres cerditos. El papá era un prejubilado de Campofrío y la mamá trabajaba de administrativa en Navidul. Un día de junio cualquiera reunieron a los hijos para decirles que, puesto que ya sobrepasaban todos los 40 años, era momento de que se independizaran.
ilustrado by Iribú |
El primero, el más joven, era el típico cerdo hippy con melenas que dejó a medias la carrera de Bellas Artes y que, como los escasos euros que ganaba de un contrato por obra discontinuo a tiempo parcial en una granja escuela haciendo monerías para los niños, no le daban para alquilar nada, ocupó junto a otros colegas perroflautas una casita de paja a las afueras de la ciudad.
El segundo se sacó unas oposiciones en un matadero municipal y, animado por las desgravaciones fiscales que ofrecía el cazador, se hizo una casita de madera con una hipoteca a 50 años al 5% TAE con límite de bajada pero libremente
aumentable hasta rayar la usura.
El tercero, un cerdo hecho a sí mismo no había terminado ni la ESO pero desde pequeño era un fiera de los negocios y revendía bocadillos de mortadela en el colegio. Empezó a invertir sus ahorritos en unos terrenos recalificables y en
constructoras y acabó haciéndose una casa que era de ladrillo. Pero también de piedra y la zona de la piscina de gres del güeno y el gimnasio acristalado y otra nave para invitados de esas feas modernas de hierro oxidado.
Un día que estaban todos en casa de los papás celebrando un cumpleaños escucharon por la ventana a otros animales que decían ¡¡que viene el mercado ferooooooz!! ¡¡que viene el mercado feroooooooz!!. Rápidamente se fueron cada uno a su casa y cerraron la puerta.
El mercado feroz primero se dirigió a la puerta de la casa de paja. Toc, toc, toc. -¿Quién es? -Soy el mercado feroz.
-¿Y qué quieres? -Sólo venía a comentaros una cosita sobre flexibilidad laboral, abaratamiento del despido y aumento de la productividad- Dentro, todos los colegas que estaban de buen rollito pasaban del tema y se oía a alguno que decía -“¡¡Otro mundo es posible!!”- Y otro de barbas -“¡¡Socialismo o muerte!!”- Y un último -“Joder, pásame ya el porro que no lo he catao”.
-¿En esas estamos?- dijo el mercado feroz -pues soplaré, soplaré y soplaré y vuestra casa derribaré: ¡¡Ffffffffffffffffffffffffffffffff!!- La casa de paja se fue a tomar por culo y el cerdito más pequeño se tuvo que volver a casa de sus padres.
El mercado feroz después se fue a la casa de madera. Toc, toc, toc. -¿Quién es?- Soy el mercado feroz. -¿Y qué quieres? -Sólo venía a comentarte una cosita sobre ajuste presupuestario, reducción del déficit fiscal y racionalización del gasto público- El cerdito, muy seguro de sí mismo, dijo -No, no, si yo soy funcionario.
-En esas estamos- dijo el mercado feroz, -pues soplaré, soplaré y soplaré y tu casa derribaré: ¡¡Ffffffffffffffffffffffffffffffff!!- Y el 10% de la casa se fue a tomar por culo…
Por último, el mercado feroz se dirigió a la casa del tercer cerdito, pero le resultó más difícil llegar a la puerta porque le paró el guarda jurado y le comentó que estaba en una propiedad privada, que era una zona videovigilada y que si quería llegar a hablar con su dueño tenía que desnudarse en un escáner y rellenar un formulario sobre los motivos de la visita.
-Pues sólo quería comentarle las últimas novedades sobre ventajas fiscales para las rentas más altas, modos de evasión a paraísos fiscales y nuevas inversiones en productos derivados: jamones futuros o bellotas subprime.
-Pase, pase, será un placer recibirle-.
El mercado feroz entró a la casa e instantáneamente surgió la pasión entre los dos, se enrollaron allí mismo excitados por las noticias de la quiebra de Grecia y los problemas del euro y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Y fueron felices e invirtieron en perdices.