Alba Rico. Durante siglos los europeos perdimos horas y horas tratando de calzarnos y descalzarnos. Miles fracasaron en sus empleos, fueron tratados de estrés o incluso se suicidaron por esta causa; y todos dedicamos de niños las largas tardes de verano a tratar de averiguar, entre asustados y maravillados, qué habría allí dentro. Hasta que el pasado año Hans Dieckersen, montañero danés de 33 años que trataba de sacarse una piedrecita del zapato, descubrió que los calcetines son reversibles. Aún más: descubrió -demasiado tarde- que, al darles la vuelta, los calcetines salen volando, siempre en dirección hacia el sur. Desde entonces, sobre todo al comenzar el invierno, podemos ver en el cielo bandadas de calcetines, todos del revés, cumpliendo sus ciclos migratorios.
Luego descubrimos que en realidad toda la ropa interior y todas las prendas de vestir son reversibles. En las casas, el desorden se ha trasladado al techo, de donde todas las mañanas tenemos que descolgar medias, pantalones y camisas. Muchas veces ha ocurrido que los enamorados no vuelven a encontrar su ropa.
Ayer fue detenida Odalis Figueroa, criada ecuatoriana de la familia Sánchez Tejada. Resentida tras ser duramente regañada por su señora, aprovechó la oscuridad de la noche para abrir todas las ventanas y, habitación tras habitación y armario tras armario, dar la vuelta a todos los trajes y vestidos de la familia. Tras poner del revés camisas, jerseis, chaquetas, medias, calzoncillos y faldas, se dejó llevar por un ímpetu embriagador y casi sin comprender lo que hacía dio la vuelta en sus camas a Luis Sánchez Tejada, a su mujer y a sus tres hijos.
“ Creí sencillamente que iban a echar a volar”, declaró la joven.
Pero Odalis, camino de la comisaría, descubrió que los cuerpos de los inmigrantes, al contrario que los de los ricos, sí son reversibles.