La imagen destacada que acompaña estas líneas es una de las más famosas en la historia de la ciencia. La fotografía, tomada durante la Conferencia de Solvay en 1927, muestra a Marie Curie rodeada de hombres, entre los que se incluyen Niels Bohr, Albert Einstein o Erwin Schrödinger. Pero esta imagen icónica, lejos de ser cosa del pasado, sigue siendo una triste realidad.
El motivo que explica la desigualdad de género, que ocurre no solo en la ciencia sino también en los consejos de administración de las empresas europeas o en política, se llama techo de cristal. Esta metáfora, acuñada por los expertos en investigaciones sobre género, se refiere a la existencia de barreras invisibles que encuentran las mujeres a la hora de abrirse paso en su carrera profesional e ir progresando hacia puestos de mayor responsabilidad.
En los estudios de género, se denomina techo de cristal a la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones. Se trata de un techo que limita sus carreras profesionales, difícil de traspasar y que les impide seguir avanzando. Es invisible porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres.
El término «techo de cristal» («glass ceiling barriers» en el original en inglés) apareció por primera vez en un artículo del Wall Street Journal en 1986 en los Estados Unidos. El artículo describía las barreras invisibles a las que se ven expuestas las mujeres trabajadoras altamente cualificadas que les impedía alcanzar los niveles jerárquicos más altos en el mundo de los negocios, independientemente de sus logros y méritos.
El techo de cristal se relaciona con el número de personas que hay en cada empresa en función del género, el diferente salario que perciben según el sexo, las diferencias para ir escalando a nivel profesional dependiendo de si eres un hombre o una mujer y, por último, si esos problemas aumentan o disminuyen en función del nivel en el que nos encontremos. Estas barreras, que a menudo no son de cristal sino más bien de hormigón, no desaparecen por sí solas. Por otro lado, según recoge Politikon, la invisibilidad del techo de cristal provoca que sea muy difícil explicar su existencia.
El techo de cristal está construido sobre la base de rasgos que son difíciles de detectar, por eso no se ve y se llama de cristal.
Esta barrera invisible aparece cuando las mujeres se acercan a la parte superior de la jerarquía corporativa y les bloquea la posibilidad de avanzar en su carrera profesional hacia cargos de nivel gerencial y ejecutivo.
Aunque el concepto fue originariamente utilizado para analizar la carrera laboral de las mujeres que habían tenido altas calificaciones en sus trabajos gracias a su formación educativa superior y no podían ascender porque se topaban con esa superficie superior invisible o techo de cristal, la metáfora rápidamente se extendió para referirse a los obstáculos que impiden el avance de las minorías en general: sean minorías raciales, religiosas, por orientación sexual, por nacionalidad, etc.
¿De cristal o de hormigón?
La discriminación que sufren miles de mujeres en todo el mundo, lejos de ser un hecho histórico que poco a poco ha ido cambiando por su incorporación al sistema educativo y al mercado laboral, sigue muy presente. De acuerdo con las conclusiones de un informe realizado por Comisiones Obreras, las mujeres deben trabajar 109 días más para ganar lo mismo que un hombre. La nómina no es la única barrera de ese techo de cristal. También la falta de visibilidad femenina es un problema, que provoca serios prejuicios sobre las capacidades de las mujeres para acceder a puestos de responsabilidad o recibir galardones por su trabajo. Como ejemplo, basta recordar que la última edición de los premios Nobel reconoció la labor de siete científicos, dos economistas, un político y un músico. Ninguno de ellos era una mujer.
Los sesgos cognitivos existen, como recordaba un editorial en la revista Nature Materials, y afecta a la igualdad de género. Analizar las barreras invisibles que, en forma de techo de cristal, discriminan a las mujeres, es fundamental. Como también lo es impulsar medidas proactivas que garanticen la igualdad sin que exista ningún tipo de discriminación por género o por cualquier otra cuestión. El primer paso, sin duda, consiste en dar voz y visibilizar el trabajo diario que hacen miles de personas en todo el mundo.
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