Por un momento pareció finalmente vencido. Detenido en la ciudad de El Paso mientras levantaba del suelo un clamor de hojas, fue conducido el pasado viernes a prisión y encerrado en una celda de alta seguridad. Pero la alegría ha durado apenas unas horas.
Ayer por la mañana el viento se coló por los barrotes, recorrió las galerías arrancando las gorras a los carceleros, salió al patio con bufidos de felino e irrumpió en la biblioteca, donde pasó una por una todas las páginas de un gran tomo que acababa de abrir sobre la mesa un prisionero mexicano acusado de terrorismo. Después de leer el libro, el viento salió a la calle por la ventana del despacho del director -tras ordenarle todos los papeles- y se lanzó al desierto en libre y restallante galopada.
Según informa nuestro corresponsal, en las últimas 24 horas el viento ha recorrido todo el territorio de EEUU, de Texas a Alaska, arrancando de los mástiles todas las banderas, las cuales vuelan por encima de las ciudades, como una bandada de barras y de estrellas, para ir a precipitarse al mar de Bering. Desteñidas por el agua, los esquimales las recogen y las convierten en cometas del color del cielo.“Hacen juego con el hielo, que es una enorme bandera blanca”, ha declarado uno de ellos.
Por el camino, el viento ha dado la vuelta a todos los espejos, derribado las puertas de doce bancos, volcado un convoy militar, repartido libros y pañuelos en la periferia de Detroit, recolocado las tejas de la casa de Camila Jackson, arrojado un cubo de basura al paso del gobernador de Ilinois y trasladado al electricista William Piston, que llegaba tarde, hasta Dakota del Norte, donde le esperaban para empezar un nuevo mundo.
Europa se encuentra en estado de máxima alerta.