Alba Rico. Jorge Vinuesa, abogado zaragozano de 47 años, y su hija Marta, de 17, son los únicos supervivientes de una trágica aventura que comenzó el 13 de septiembre de 2008. Ese día la familia Vinuesa, camino de Cádiz, decidió visitar el centro de Madrid y para ello tomó la M-30, conocida autopista de circunvalación de la capital de España. Ya nunca pudieron encontrar la salida. Equivocación tras equivocación, de anillo en anillo, acabaron atrapados durante dos años en la red de carreteras que ciñe la ciudad.
“ Empezamos a preocuparnos”, ha declarado Vinuesa desde el hospital, “cuando, a las dos semanas, vimos que estábamos adelantando coches a los que habíamos ya adelantado o con los que nos habíamos cruzado días antes”.
“ Cuando se nos acabaron los víveres”, dice Marta entre lágrimas, “tuvimos que comernos a Calvin, nuestro perro. Luego murieron mamá, Vanessa y Rodrigo”.
“ Cada cierto tiempo nos reencontrábamos y nos reconocíamos”, sigue el padre, “pero lo único que podíamos hacer, arrastrados por la velocidad, era intercambiarnos un desesperanzado saludo a través de la ventanilla”
Uno de los momentos más duros, según el relato de los supervivientes, fue el encuentro con un autobús fantasma a la deriva lleno de cadáveres de turistas japoneses, “A juzgar por la matrícula, debían llevar al menos doce años girando en la M-30”.
Consultado por este periódico, un alto funcionario de la DGT ha asegurado que hay miles de vehículos circulando sin conductor por la M-30. “Aunque es difícil dar cifras, la mayor parte de los españoles desaparecidos en los últimos diez años están seguramente allí. En cuanto al número de extranjeros, es incalculable”.
“ No podemos hacer nada por ayudarlos”, ha añadido, “todos nuestros equipos de rescate han desaparecido también en sus anillos”.