Fernando de la Riva | Memorias de un futuro imperfecto | 7/05/14.
Nuestras habilidades y capacidades "profesionales" son hoy más necesarias que nunca -o tan necesarias como siempre- para facilitar esos procesos de búsqueda y construcción colectiva de lo nuevo.
Hace algunos días participábamos en un interesante diálogo #HablemosEduso, organizado por Marimar Román, con un puñado de buenos colegas y amigos, sobre la relación entre la política y la educación social.
El tema es -como dice el tópico- de "rabiosa actualidad" y, al mismo tiempo, "más viejo que el hambre".
La pregunta de si nuestro trabajo -el de las educadoras sociales, los animadores socioculturales, las trabajadoras sociales, los dinamizadores comunitarios...- es o no "político" viene planteándose desde el primer día en que una persona empezó a trabajar en una comunidad para impulsar su desarrollo o se implicó con un grupo de personas en situación o riesgo de exclusión social apoyando su crecimiento personal y colectivo.
Ya decía Paulo Freire que en este terreno no cabe la neutralidad, y cuanto más nos hemos empeñado -en ciertas épocas- en afirmar el carácter técnico y "apolítico" de nuestro trabajo, más se nos veía el plumero de la complicidad con un sistema -económico, político, social, cultural...- que se basa en la desigualdad, el reparto injusto de la riqueza, del poder y el conocimiento.
Así que, queramoslo o no, nuestro trabajo es político, porque tiene una incidencia en lo público,en la vida de las personas, en su bienestar personal y colectivo, en la satisfacción de sus necesidades, en el ejercicio de sus derechos...
Aclaremos -aunque pueda parecer obvio- que eso no supone militancia en ninguna organización o partido político. O sea, "política" no es sinónimo de "partidario", en ciertos momentos incluso pueden parecer conceptos antagónicos.
Pero la pregunta que hemos de plantearnos en cada tiempo histórico -hoy también- es: "¿Qué significa hoy hacer política?".
Me atrevo a intentar algunas respuestas para seguir animando la reflexión y el debate.
Hacer hoy política - desde la educación social, la animación sociocultural y otras formas de intervención social- significa, en mi opinión:
Tener claro para qué y para quien trabajamos. Trabajamos para la gente, para las personas y grupos a los que acompañamos en sus procesos, no para las instituciones que nos pagan (si es que nos pagan). Trabajamos para contribuir a hacer posible que esas personas y grupos puedan transformar su realidad, mejorar sus condiciones de vida, satisfacer con dignidad sus necesidades, ejercer con justicia sus derechos... no para amortiguar conflictos sociales, ni para ganar elecciones, ni para perpetuar el sistema.
Despertar el sentido crítico, frente al conformismo y la resignación. Hacer política no es adoctrinar, sino facilitar el ejercicio de pensar por si mismas a las personas y los grupos para/con los que trabajamos, estimular su capacidad de preguntarse por su realidad y por el mundo, de construir sus propios sueños.
Respetar el protagonismo de las personas, los colectivos y las comunidades, facilitar su participación, promover y facilitar su voz propia, su empoderamiento, su iniciativa, promover su autonomía, su capacidad de organizarse y actuar por si mismas.
Un buen educador social, una buena animadora sociocultural, etc., deben ser -en primer lugar- buenos "profesionales", llevar a cabo eficazmente su trabajo. Pero también deben ser buenos ciudadanos y ciudadanas, vivir con una mínima coherencia los valores que proponen: la corresponsabilidad, la cooperación, la solidaridad, el compromiso con lo común, la igualdad entre las personas... Y eso no significa que haya de ser un/a "militante a tiempo completo", pues el nivel del compromiso es una opción personal de cada cual, pero la búsqueda de la coherencia parece una condición obvia.
Todo ello, en el momento presente, se traduce en que los y las educadoras sociales, animadores/as y dinamizadores/as sociales, debemos estar con, apoyando y siendo parte de los movimientos sociales que trabajan por construir otro mundo posible.
Significa que hemos de formar parte activa de la denuncia de este sistema injusto y de sus consecuencias sobre la vida de las personas y las comunidades sociales.
Significa que debemos compartir la búsqueda, la construcción de alternativas a las formas y modelos de vida que nos impone este sistema.
Nuestras habilidades y capacidades "profesionales" son hoy más necesarias que nunca -o tan necesarias como siempre- para facilitar esos procesos de búsqueda y construcción colectiva de lo nuevo.
Y todo eso es política.