Hacia lo común desde el feminismo

SurSiendo | @SurSiendo. Seguro que de los conflictos del 99% iremos aprendiendo y crearemos procomún, gestionando de otra forma nuestras vidas y nuestros mundos. ¿Cómo hacerlo? Quizás creando espacios donde podamos garantizar el encuentro, el debate y la acción; es decir: con prácticas sociales en espacios concretos. Quizás descolonizándonos, rompiendo con preceptos y modos occidentales muy naturalizados en nuestro cotidiano, pero que son la base de la crisis civilizatoria que transitamos. Quizás cuidándonos más como sujetos políticos colectivos, aún en la divergencia y el conflicto. Quizás…

En las líneas que siguen partimos de una cita de un texto de la antropóloga mexicana Marta Lamas para lanzar unas ideas, a modo de reflexiones sueltas, que son más dudas que certezas, para ver qué sale.



Ya para terminar, quiero señalar que las antropólogas feministas que trabajan en la dirección de unir teoría y praxis, apoyándose en el marxismo y en el psicoanálisis, lo hacen con una clara conciencia de trabajo colectivo. Rayna Reiter (1977) lo expresó con estas palabras: Pasarán fácilmente décadas antes de que la crítica feminista aporte lo que Marx, Weber, Freud o Lévi-Strauss han logrado en sus áreas de investigación. Pero un punto principal de la crítica feminista es que las feministas no intentamos repetir ese proceso por el cual individuos impresionantemente preparados como scholars y totalmente confiados en su misión como pensadores críticos, redefinen una tradición dándole una nueva dirección. A lo que nos dirigimos y lo que intentamos es algo deliberadamente menos grandioso yconscientemente más colectivo. Porque aunque somos hijas de los patriarcas de nuestras respectivas tradiciones intelectuales, también somos hermanas en un movimiento de mujeres que luchan por definir nuevas formas de proceso social en la investigación y en la acción. Por nuestro papel de hermanas luchamos por una noción compartida, más recíproca, de investigación comprometida.

Reiter finaliza señalando que todo ese trabajo colectivo servirá “para apoyar e informar a un contexto social desde el cual se procederá a desmantelar las estructuras de la desigualdad”.

Como vemos la autora nombra a hombres ilustres del pensamiento occidental, fundamentales para comprender la Modernidad, ese tiempo en el que se da impulso al Estado-nación, la individualización de las personas, el racionalismo y el antropocentrismo, la consolidación del capitalismo… Pensamos que por ello se destacan autores (hombres) y no tanto movimientos, como reclama Reiter en la cita. Sin embargo, esos grandes autores se inspiraban en otros y otras, en su entorno, en la historia,…hacían remezclas (mejoradas).

Volviendo a los feminismos, con sus distintas corrientes, sin duda han renovado las formas de mirar lo social y lo político a partir de la segunda mitad del siglo XX y aún tenemos mucho que aprender, al igual que del ecologismo. El mundo vive hoy una crisis de civilización, más que una crisis económica o capitalista, y los aportes del feminismo debieran ser eje fundamental en cómo componemos nuevos mundos, más justos, igualitarios, comunitarios y libres. Sería el zapatista “un mundo donde quepan muchos mundos” y en cómo se relacionan esos mundos, cómo se crearían otras convivencias, radicalmente distintas a las moderno-capitalistas.

La politóloga belga Chantal Mouffe aboga por lo que llama el pluralismo agonístico, que es una defensa de la democracia como proyecto político frente a corrientes menos abiertas y una de las tesis que defiende de Marx es la de la historia humana como historia del conflicto. Así, sin ese antagonismo, “la sociedad no puede existir”. En las sociedades hay conflictos, el problema (o la oportunidad) está en cómo los resolvemos. Aquí debemos escuchar a las feministas y ecologistas.

Frente a la solución que inducen desde las políticas del 1%, estamos enfrente el 99% que somos la sociedad civil. Es un arriba y un abajo. Y como expresa recientemente Javier Gallego con su Elogio de la sociedad civil en eldiario.es: “es el arma más poderosa que tiene la ciudadanía. El ciudadano que, en estos tiempos, se siente indefenso y hasta ridículo con el voto arrugado en la mano como si fuera un manojo de flores marchitas para una cita con una democracia que no se presenta, se está reencontrando a sí mismo como ciudadano a través de la forma colectiva de hacer política. Está recuperando el terreno que ha cedido a la política de salón por haber quedado demasiado tiempo en el salón de su casa viendo la televisión”.

Los pensadores y partidos de izquierdas ya no son la vanguardia del mundo. Ahora aflora la red, la búsqueda de democracia en red. “Hemos dejado que los que partidos se apropien en exclusividad de la política pero cuando hemos visto que la estaban desgraciando, hemos empezado a reclamar que nos devuelvan el sitio que nos corresponde. Políticos somos todos. Política tenemos que hacer todos. La política tenemos que hacerla entre todos”, como dice Gallego.

Seguro que de los conflictos del 99% iremos aprendiendo y crearemos procomún, gestionando de otra forma nuestras vidas y nuestros mundos. ¿Cómo hacerlo? Quizás creando espacios donde podamos garantizar el encuentro, el debate y la acción; es decir: con prácticas sociales en espacios concretos. Quizás descolonizándonos, rompiendo con preceptos y modos occidentales muy naturalizados en nuestro cotidiano, pero que son la base de la crisis civilizatoria que transitamos. Quizás cuidándonos más como sujetos políticos colectivos, aún en la divergencia y el conflicto. Quizás…



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