Alba Rico. Rebelion. Nacida hace 43 años en Guatemala y afincada en Madrid desde el año 2007, Patricia Alvarado vio morir a sus padres, asesinados por el ejército, cuando sólo contaba 12 años. Esta trágica experiencia, junto a la separación de su hijo, al que no ha vuelto a ver desde que abandonó su país, han marcado todo su pensamiento, caracterizado por esos conocidos giros penumbrosos y esas personalísimas melancolías de jungla húmeda. Para algunos sus frases son demasiado duras y pedregosas y su visión del mundo contemporáneo, y de Europa en particular, de un pesimismo casi caricaturesco. Para otros, en cambio, su expresión habitualmente puntiaguda realza aún más esos momentos líricos, frondosos, jubilosos, igualmente típicos de su estilo. A veces parece que va a contraerse hasta la extinción y otras que va a expanderse hasta la floración.
Algunos aseguran haberla visto bailar merengue y regatón hasta las cinco de la madrugada en un bar de la plaza de Callao.
Algunos dicen que ama a Juan José, un albañil ecuatoriano que los sábados por la noche da candela a su cuerpo, con dedos y labios, sobre un colchón de gomaespuma.
Algunos la han oído reírse a carcajadas, en un locutorio de Lavapiés, mientras escuchaba una voz infantil procedente del Quiché.
Hoy firma su obra en El Corte Inglés, en la planta sexta, juguetes y complementos, en el aseo de caballeros. Allí, en la pared, a la izquierda del lavabo, en la hoja de Control de Limpieza, figura su nombre tembloroso, “Patri”, junto a la x que confirma que ha renovado el suministro de papel higiénico y de jabón.
Hoy, a las 16.30, Patricia Alvarado ha firmado su obra por última vez.