Carta abierta al diario El País. Víctor J. Ventosa Pérez. El perfil profesional del animador sociocultural últimamente se ha visto catapultado a la palestra mediática, gracias a la repercusión que han tenido las declaraciones realizadas por el ex-presidente de la intervenida Caja Castilla-La Mancha, (CCM) ante el juez que lleva la causa contra él y otros directivos de la misma por administración desleal y falseamiento de cuentas entre otros delitos imputados.
En dichas declaraciones identificaba (no sólo comparaba) su función en la CCM con la de un animador sociocultural, para tratar de justificar su ignorancia sobre las cuentas de la Entidad y su incompetencia en materia ejecutiva, exculpándose de este modo de sus responsabilidades presidenciales y delitos que se le imputan. Con ello, el Sr. Hernández Moltó no sé si demostrará su ignorancia ante el juez en materia bancaria, pero lo que sí demuestra es su ignorancia (quiero pensar que no maledicencia) sobre lo que es un animador sociocultural.
No obstante y pese a la desafortunada ocurrencia, tanto dicho símil como su autor parece que “han hecho fortuna” con este ejercicio (real o simulado) de intrusismo profesional, habiendo encontrado estas manifestaciones amplio eco e ingeniosa glosa por parte de comentaristas y periodistas en diferentes medios, entre los que sobresale el artículo de opinión de Jesús Mota, aparecido en El País el pasado 4 de febrero, texto en el que se llega a asociar la profesión del animador sociocultural con la de showman y presentador de TV.
Hemos de reconocer que el perfil de los animadores socioculturales aún no es suficientemente conocido entre el público en general y su polivalencia tanto conceptual como profesional se presta a posibles confusiones con otras figuras de la animación que no llevan el apellido sociocultural. Pero precisamente por ello, en nada contribuyen a su clarificación y dignificación, la amplificación mediática y glosa periodística de comentarios como los aludidos.
Por todo ello y con el fin de contrarrestar esta ceremonia de la confusión derivada de la ignorancia (quiero pensar que no de la maledicencia) sobre las auténticas funciones de los animadores socioculturales, desde la Red Iberoamericana de Animación Sociocultural que tengo el honor de presidir queremos manifestar nuestro malestar por esta situación y hacer algunas aclaraciones al respecto:
La animación sociocultural es una disciplina y una profesión oficialmente reconocidas en sus diferentes modalidades y niveles formativos y académicos, que tiene por misión principal la de educar en la participación implicando a sus destinatarios en el disfrute y desarrollo de proyectos y actividades socioculturales de su interés para mejorar su calidad de vida y la de su entorno.
Los animadores y las animadoras socioculturales, por tanto, son profesionales cualificados cuyo trabajo ha de estar acreditado por una titulación oficial profesional o académica que habilita para el ejercicio de su profesión dentro del sector de los Servicios Socioculturales y a la Comunidad o de la Educación Social respectivamente.
En razón de lo anterior, pueden existir (y de hecho existen) animadores socioculturales trabajando en entidades bancarias, especialmente dentro de sus Fundaciones y Obras Socioculturales, en cuanto gestores y dinamizadores de los proyectos socioculturales que éstas ofertan. Pero ciertamente ni con el sueldo, ni con las competencias y responsabilidades que ha de tener un presidente o directivo de entidad bancaria.
La Animación Sociocultural es una didáctica de la participación y educa en valores a través del ocio, del juego y de las actividades sociales y culturales, para empoderar a las personas de manera que puedan ser ciudadanos activos y responsables en una sociedad democrática. Una profesión que de fomentarse y valorarse más de lo que se fomenta y valora por los poderes políticos, públicos y mediáticos, posiblemente evitaría situaciones y personajes como los que acabamos de aludir.