Si sólo entretiene, no es animación sociocultural

‘El lenguaje nunca es inocente’
Juan Goytisolo. Premio Cervantes 2014
La Espiral Educativa. No son pocas las ocasiones en las que presenciamos con asombro cómo el concepto de animación sufre distintas simplificaciones obscenas. Cuando se habla de animación sociocultural en un contexto alejado a la pedagogía o la educación social, muchas de las veces observamos a nuestros interlocutores definiendo esta profesión con un ‘ah, eso es lo de entretener a los niños pintándoles las caras, ¿no?’. Es curioso, porque nunca escuchamos decir que la medicina es ‘eso de meter un palo en la boca para ver la garganta’ o que el periodismo es ‘eso de hacer preguntas a la gente’. Sin miedo alguno, aquellos que se aventuran ligeramente a definir con más rigor lo que entienden por animación pueden llegar a enarbolar de manera difusa el concepto de ocio, de diversión, y generalmente asociado al ámbito infantil.

Entender que la animación sociocultural es una disciplina que persigue la emancipación de la ciudadanía ayudará a comprender el por qué de ese perverso reduccionismo que tenemos interiorizado. Desde finales del siglo XX y durante todo lo andado en el XXI, una especie de conjura institucional no escrita ha fomentado una percepción de la animación sociocultural únicamente como un medio para obtener entretenimiento. Desde el ámbito de lo público, a veces incluso en contra de sus propios equipos técnicos, se lanzan baterías inagotables de talleres de manualidades, globoflexias varias, decoraciones navideñas y otras actividades inconexas, dispersas y vacías de finalidad, usurpando así el nombre de la animación para dotar de relevancia a lo que únicamente busca entretener, especialmente a unos segmentos de población que disponen de tiempo libre en los infames horarios de centros de proximidad, casas de juventud y otros espacios institucionales. Mayores y personas sin ocupación son las beneficiarias de una oferta de ‘animación sociocultural’ que les proporciona entretenimiento, despreocupación, escape de la rutina… Los poderes públicos, a medio camino entre la torpeza y la vileza, se apoderan del concepto de animación para emplearlo en denominar a aquello que es justo lo contrario. En lugar de emancipar, adormecer. En lugar de concienciar, despreocupar. En lugar de empoderar, subsidiar.
Si sólo entretiene, no es animación. El trabajo educativo en el ámbito sociocultural persigue reducir los altos escalones que los academicismos han colocado entre las élites y las clases populares. Traducir los parámetros enrevesados que se utilizan en la política, la educación, la cultura y lo social es el fin último de la animación. Ser la chispa, y también el canal, para que aquellas personas que no están en las dinámicas de poder puedan entenderlas, reflexionarlas y transformarlas. Animar es acompañar y mostrar las vías para que cada grupo, cada colectivo, trace su propio destino, asuma sus responsabilidades y sienta que no deben dejarlo fuera de la toma de decisiones. En el barrio, en el centro o en lo rural, la verdadera animación sociocultural trabaja para favorecer el desarrollo intelectual de la población a partir de metodologías que están al alcance, que se basan en lo vivencial, porque es una disciplina que parte del convencimiento de que todas las personas lo entienden todo si se lo explican, claro, en base a los patrones de interpretación que poseen. La animación se resume en un ‘queremos ser, estar y opinar aunque nunca nos enseñasteis que teníamos derecho a ello y que estábamos totalmente capacitados para hacerlo’. Es natural, por tanto, que un verdadero proceso de animación sea, casi por definición, incómodo para el que prefiere gobernar sin diálogo. Es mucho mejor reducir la animación al taller aislado, a la ruta turística complaciente, al día amable en el campo…
Pero estamos alerta para no dejar que el lenguaje ayude a enmascarar nuestra acción. Estamos trabajando para que esa disciplina mantenga su importancia en los procesos horizontales de desarrollo social. Estamos preparados para dirigir las miradas al cielo, evitando que se queden en el dedo. Estamos aquí para continuar encendiendo luces, despertando conciencias, agitando mentes, y si para ello tenemos que pintar alguna cara, no les quepa la menor duda de que lo haremos.

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