Urbanismo participativo: el protagonismo de los niños en la ciudad

“En un tiempo tuvimos miedo del bosque. Era el bosque del lobo, del ogro, de la oscuridad. Era el lugar donde nos podíamos perder. Cuando los abuelos nos contaban cuentos, el bosque era el lugar preferido para ocultarse los enemigos, las trampas, las congojas. (…) En un tiempo, nos sentimos seguros entre las casas, en la ciudad, con el vecindario. Éste era el sitio donde buscábamos a los compañeros, donde los encontrábamos para jugar juntos. Allí estaba nuestro sitio, el sitio donde nos escondíamos, donde organizábamos la pandilla, donde jugábamos a mamás, donde escondíamos el tesoro… Eran los lugares donde se construían juguetes según las modalidades y habilidades robadas a los adultos, aprovechando siempre los recursos que ofrecía el medio. Aquél era nuestro mundo.” (Tonucci, F.)1

Sabrina Gaudino Di Meo | @gaudi_no en La civdad viva


¿En qué se parecen el bosque del cuento de la Caperucita Roja y la vida en una ciudad moderna? La referencia del bosque, los miedos que evoca desde la oscuridad y los peligros que este oculta son tópicos que encontramos en cuentos y que Francesco Tonucci nos plantea para hacer la analogía con la ciudad y los peligros que presenta para los niños. Con esta oportuna semejanza partimos hacia la reflexión sobre el espacio público, sobre cómo les afecta la calidad del entorno, señalando algunas prácticas que pueden darnos pistas sobre cómo hacer espacios flexibles y en consonancia con los anhelos de los habitantes más vulnerables de la ciudad. Esto nos llevará a conocer una parte del proyecto PAM con el dibujo de la Plaza Pizarro, actividad participativa y de experimentación del espacio que dejó en evidencia el protagonismo de los niños en la ciudad.

Con este precedente podemos afirmar que en las urbes los problemas que afectan a los niños de las ciudades son la inseguridad y la dureza del espacio público. Estos males propios de las ciudades contemporáneas son consecuencia de la forma de planificación, la forma de gestionar y distribuir los usos, del diseño y de las dinámicas que resultan de todos estos factores combinados.

En un entorno donde el diseño urbano se ha centrado en producir espacios con evidente incapacidad para adaptarse a las distintas formas de usos y de ofrecerse disponible para todos los ciudadanos (incluyendo los más vulnerables), observamos que los niños no están visibles activamente en las calles si no es de la mano de sus padres, al paso de un ir y venir de la casa al colegio o de un lugar a otro sin permanencia, sin intercambio, sin interacción con el contexto y con otros niños, no los vemos correr ni jugar libremente porque la ciudad es, como lo es el bosque para caperucita roja, un lugar que encubre peligros. Calles donde los automóviles desarrollan altas velocidades, motos que se suben a las aceras para aparcar, ausencia de espacios para la estancia, carencia de mobiliario flexible… son algunas características del espacio que ha producido el diseño urbano y que ha expulsado a los infantes de las calles, confinándolos a recintos aislados. De esta forma el urbanismo, haciendo ademán de solución a los requerimientos según tablas y porcentajes, les da a estos pequeños ciudadanos el esquinazo de una zona programada de juegos (con carácter de oasis) como única alternativa recreativa. Aunque estos lugares son utilitarios, para un niño el medio urbano (además de los espacios naturales) produce mayor interés que una zona aislada de juegos. En el proceso de crecimiento humano es fundamental la experimentación de la ciudad porque además de ser este el medio donde habitamos, es el continente del conocimiento, de los distintos niveles de organización y complejidad, extenso y variable que configura el sistema social.

La zonificación ha hecho su aporte calificando el espacio tan rígida y matemáticamente, distribuyendo porcentajes de área como si de un dispositivo mecánico se tratara. Las zonas verdes en la ciudad son muy necesarias y de un gran valor para la calidad paisajística y ambiental, pero no son suficientes para la integral interacción, experimentación y aprendizaje de los niños en su entorno urbano; estos espacios verdes (sin menosprecio de la necesaria interacción con el medio natural antropizado) son complementarios de una red más amplia dentro de la ciudad compuesta de espacios abiertos como lo son las calles y las plazas.

“Si le arrebatamos el lugar de juego al pie de su casa y se lo devolvemos, quizá cien veces mejor y más grande, a un kilómetro de distancia, en realidad se lo hemos robado. Y punto. Al parque lejano sólo podrá ir si un adulto lo acompaña; por tanto, sólo dentro del horario del adulto. Podrá ir únicamente si se cambia, si no da vergüenza ir con él por la calle; quien lo acompaña debe esperarlo y mientras lo espera, lo vigila; pero bajo vigilancia no se puede jugar.” (Tonucci, F.)2

A la par de promover espacios verdes en la ciudad es menester complementar la infraestructura de la ciudad con un itinerario de espacios que ofrezcan a los niños la posibilidad de crecer en un escenario seguro, didáctico y amigable, porque la ciudad es el soporte para el desarrollo y la construcción de la identidad social y cultural.

“Los ambientes donde los niños pasan la mayor parte de su tiempo tienen gran importancia en su desarrollo ya que éstos buscan de manera activa pistas sobre cómo comportarse, quiénes son o qué pueden hacer en esos ambientes. Al ser más permeables a lo que les rodea, es importante la calidad del ambiente en el que crecen los niños, ya que son más vulnerables a las condiciones adversas que los adultos. Y, en este sentido, puede afirmarse que, a mayor calidad ambiental, mejor funcionamiento cognitivo.” (Corraliza, 2015)3

Salir del espacio papel de un proyecto haciendo partícipe de este a los ciudadanos, experimentando y viviendo el espacio, es una alternativa a la planificación del urbanismo clásico que se conoce como urbanismo táctico o emergente. Una alternativa que, con miras a definirse como modelo o método, puede trascender de lo optativo a lo fundamental. Esta forma de urbanismo funciona como un programa abierto que permite su verificación y retroalimentación constante a través de los datos que aportan todas las variables. Es un modelo flexible, permeable, transparente y participativo.


Hace unos meses tuve la oportunidad de participar en el dibujo de la Plaza Pizarro a escala real. La plaza es parte del proyecto PAM (Propuesta Alternativa de Mejora del diseño de las calles Hernán Cortés y Pizarro)4 que ha desarrollado el equipo EFGarquitectura y que contempla reurbanizar un sector del Ensanche de la ciudad de Valencia con intención de extrapolarse a otras calles de la zona. En el sector que comprende la plaza se propone convertir la intersección de dos calles en una plaza, extendiendo a su máxima expresión la acera de uno de los chaflanes hasta su opuesto, dejando un espacio perimetral para el paso de vehículos; priorizando al peatón y suavizando el tráfico motorizado.


El proyecto PAM surgió como una respuesta a la iniciativa del Ayuntamiento de poner en marcha las obras de reforma de infraestructura de un sector del primer Ensanche de Valencia, en vista de que el Proyecto Municipal carecía de soluciones sensibles a la calidad del espacio público. Estamos en un sector céntrico muy transitado que además de ser una zona residencial y comercial (aquí encontramos tiendas, oficinas y servicios) también forma parte de la ruta turística de la ciudad.

Ante el inminente inicio de las obras del Proyecto Municipal, el equipo redactor (arquitectos que viven y trabajan en la zona) de la PAM  desarrolló en tiempo record una contrapropuesta que fue entregada a la Concejalía de Urbanismo para conciliar el diálogo y la participación entre los vecinos y el Ayuntamiento. La propuesta busca resolver los problemas que presentan las calles de esta zona: contaminación sonora y del aire por el alto índice de tráfico motorizado, ausencia de espacio público y de mobiliario urbano para la cómoda y segura estancia de los viandantes, aceras estrechas, ausencia de arbolado y de recorridos verdes.

Por otro lado el Proyecto Municipal se resume en aprovechar los chaflanes para ampliar las aceras en esos puntos y en el resto de transversales y “renovar” el aspecto de las calles cambiando el acabado del pavimento. A pesar de la problemática evidente no encontramos en el Proyecto Municipal una contundente solución a éstos; el automóvil sigue teniendo primacía, ampliar la acera del chaflán por sí solo no genera espacio público, ampliar un poco más las aceras sin arbolado no aumenta el confort climático en verano ni se mejora la calidad del paisaje.


Participación y comprobación: Figuración de la propuesta y dibujo de la plaza. Fuente EFGarquitectura

La ausencia de respuesta por parte de la Concejalía de Urbanismo a la presentada PAM dejó en suspenso el intento de confrontar y conciliar posturas, de atender los requerimientos de los vecinos. Este escenario dio fuerza a la intención de dibujar la Plaza Pizarro a escala real para la experimentación del espacio a la vez que una forma de mostrar y comprobar con todos (vecinos, viandantes, trabajadores de la zona…) la propuesta alternativa. Uno de los objetivos era hacer eco de la opinión de los ciudadanos dando la oportunidad de participar a los vecinos y viandantes. Otro de los objetivos era comprobar, a modo de test, el contenido técnico y de diseño del proyecto para evidenciar la posibilidad de aprovechamiento máximo del espacio, transformando “un cruce en una plaza”. Todo esto en contraposición al Proyecto Municipal que propone ampliar las aceras de los 4 chaflanes dejando un espacio fragmentado con reducida utilidad para la estancia.


Urbanismo participativo: Un cruce se convirtió en plaza por 10 horas


Aquel día se cortó el tráfico por diez horas a los vehículos motorizados en el tramo de intersección de la calle Pizarro y Cirilo Amorós. Con tiza en mano se delimitó el espacio, se dibujó una de las dianas que caracterizan los cruces y el sambori, un centenar de cajas de plástico para naranjas apiladas formaban el mobiliario efímero, el resto se hizo al instante con la llegada de los niños que de forma espontánea iniciaron el juego en un lugar siempre dominado por el tráfico motorizado.


La prueba de la propuesta, en su parte técnica, no pudo llevarse a cabo en su totalidad porque no pudo incorporarse de la forma que se propone el paso vehicular dada la ubicación de elementos inamovibles del espacio, tal como las farolas y la batería de aparcamiento que ocupan lo que en la propuesta corresponde a la calzada; recordemos que la plaza no limita el paso de vehículos, simplemente les reduce la calzada a un carril. Sin embargo más importante en esta actividad era comprobar que una intersección de calles puede transformarse en un lugar flexible, seguro y amable si el espacio se planifica y diseña dando prioridad a las personas.



Como si de una fórmula mágica se tratara aquel cruce se transformó en un lugar de encuentro y de juegos. Los padres que venían de buscar a sus hijos a las guarderías se acercaron, los niños inmediatamente se encontraron cómodos para jugar y correr sin miedo al paso de los automóviles, los viandantes curiosos se detenían y se hacían asiento en las cajas que servían de banco, el bar de la esquina aprovechó para trasladar a la plaza las mesas que ocupaban la acera, los vecinos veían incrédulos desde sus ventanas que tanta vida peatonal pudiera darse lejos de los días de Fallas.



Las impresiones de los participantes dejaron en evidencia lo que se tenía analizado en la propuesta y las actividades que emprendieron los niños manifestaron la urgente necesidad de un lugar para ellos. Los niños y niñas decían, “es como estar en un parque”, “podemos encontrarnos con niños y niñas del barrio”, “me gustaría que fuese así todos los días porque al salir del cole podría venir a jugar aquí antes de subir a casa”, “aquí podemos jugar todos”. Los padres y madres comentaban que “es necesario disponer de espacios seguros en donde poder llevar a los niños, a pie de casa o más cerca del río (así se le llama al parque que era el antiguo cauce del río Turia), porque son varios kilómetros para llegar al parque y el poco tiempo que dejan los deberes de los hijos y el trabajo reduce las horas de esparcimiento al fin de semana”, “dejarlos salir de casa y que cerca tengan un espacio seguro donde jugar con otros niños”. Los grupos de jóvenes adolescentes comentaban “echamos en falta un lugar donde encontrarnos, donde poder pasar el rato sentados, charlando”. Los viandantes curiosos preguntaban “¿qué pasa aquí?”, “¿alguna actividad para los niños?”, “¿puedo quedarme?”. Vecinos y viandantes se pusieron cómodos en los asientos que ofrecían las cajas de naranja y comentaban que “en esta zona hace falta un lugar donde estar un rato sin tener que comprar un café para sentarte en la terraza del bar”. Las personas que trabajan en los comercios opinaron que “de hacerse realidad la plaza habría más afluencia y tráfico peatonal, un espacio así llama a mucha gente y eso favorece al comercio”.



Los niños estaban ocupados en sus juegos mientras los adultos intercambiábamos impresiones. Ver a los niños libres, corriendo de una esquina a otra, saltando en el sambori, subiendo y bajando de las cajas que habían apilado para hacer una tarima, los niños jugando con sus padres, improvisando porterías imaginarias en el lugar delimitado como “campo de fútbol” y diseñando el mundo de sus aventuras en aquella efímera idealización, me recordó la habilidad que tenemos de transformar el espacio y del poder que tienen los niños de darnos lecciones de cómo vivir bien.



El proyecto PAM es mucho más amplio e integra soluciones de tipo técnico y logístico del entorno así como aspectos de diseño y paisaje. En esta ocasión se ha enfatizado en la Plaza Pizarro, que corresponde a un sector de la propuesta, puesto que la experimentación puso en evidencia la carencia de lugares para los niños, demostró la necesidad que tienen estos de salir de sus casas y encontrarse con otros. La compacidad del barrio permite que se reafirmen las características más valoradas del espacio público, la seguridad, la flexibilidad y la participación para incluir a todas las personas sin restricción de edad.

Fórmulas urbanas: flexibilidad


Retomando aquella frase de un párrafo anterior “como si de una fórmula mágica se tratara”, hacemos la reflexión sobre lo que solemos aplicar cuando llamamos a las fórmulas para tratar los problemas urbanos, aquí entramos en un campo complejo. El urbanismo clásico carece de cientificidad5 para determinar la efectividad diciendo que sólo utilizando determinados elementos se obtendrán tales resultados que favorezcan determinadas condiciones, y que en el intento de solucionar un problema no se vean afectadas otras variables; el urbanismo clásico trabaja de forma rígida, vertical-horizontal, no transversalmente. Las variables del universo urbano son de tal complejidad e incertidumbre que requieren una comprensión hermenéutica para tratar problemas en un entorno no controlado; la ciudad no es un laboratorio en el que se puedan controlar todas las variables y predecir los resultados.

La inflexibilidad del urbanismo moderno es consecuencia de entender la ciudad como un “problema sencillo de dos variables”6. Por el contrario se habla de flexibilidad cuando se planifica entendiendo la complejidad de lo urbano como un organismo en el que múltiples factores participan en el funcionamiento de un todo, como podemos encontrar en el pensamiento organicista y funcionalista.

La experimentación del espacio a través de la participación y la gestión comunitaria parecen ser las formas de planificación más abiertas y hermenéuticas hacia la construcción de un urbanismo flexible, de entornos asequibles y más cercanos a los requerimientos humanos. Por tanto, las propuestas hacia la construcción de ciudades amables que sirvan a los niños y niñas deben conocer qué necesitan sus habitantes, qué echan en falta, qué aspectos y elementos mejorarían su calidad de vida o harían más agradable el trayecto al trabajo o a casa, qué espacios les permiten disfrutar de la ciudad. Una ciudad que hace protagonista a los niños es abierta, flexible, inclusiva, permeable, participativa y segura, porque éstos también son actores sociales.



Sabrina Gaudino Di Meo | @gaudi_no



Notas:

  1. Tonucci, Francesco. La Ciudad de los Niños. [en línea] Disponible en: http://myslide.es/documents/la-ciudad-de-los-ninos-francesco-tonucci.html
  2. Ibidem.
  3. Corraliaza, José Antonio. (2015). Experiencia infantil de los entornos urbanos. En: http://www.fundrogertorne.org/salud-infancia-medio-ambiente/divulga/inspira-nuevo/2015/08/13/experiencia-infantil-de-los-entornos-urbanos-2/
  4. PAM al completo en: http://efgarquitectura.es/wppam/
  5. Cientifismo: “Término usado para calificar aquellas prácticas que conceden un papel crucial a la ciencia y la tecnología como factor de resolución de problemas y estructuración de las relaciones sociales. Se trata de destacar el decisivo papel que desempañan la ciencia y al tecnología en las sociedades desarrolladas contemporáneas. Según Feyerabend, la ciencia y la tecnología se han erigido en un mecanismo ideológico que permite la hegemonía de un determinado tipo de conocimiento frente al resto de tradiciones.” En: Castro Nogueira, L. Castro Nogueira, M. & Morales Navarro, J. (2008). Metodología de las ciencias sociales. (2ª.edición) (p.817). Madrid: Tecnos.
  6. Jacobs, Jane. (2011). Muerte y vida de las grandes ciudades. (p.468). Madrid: Capitán Swing Libros, S.L.

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