Santiago Alba Rico | Público.
No lo hacen por dinero ni por ambición social. Su desprecio por la propia vida resulta escandaloso para los que hemos aprendido a defender civilizadamente nuestros intereses; su fanatismo ciego produce repugnancia a una sociedad madura que hace siglos dejó atrás toda forma de barbarie. La noticia nos llega de Filardia, uno de los países más atrasados de Africa, donde se ha descubierto una tribu en la que la mitad de la población dedica toda su vida a hacer de “escudo humano” de la otra mitad.
Son miles de personas, pero la historia de Bosuana Gname resume la de todas las demás. Después de algunos pequeños ensayos cotidianos durante su infancia, se convirtió por primera vez en “escudo humano” profesional a los 17 años, cuando protegió dentro de su cuerpo, durante nueve meses, una vida expuesta a todas las amenazas. Seis veces más escondió en su propio vientre -mientras fuera los hombres rastreaban la zona- pequeñas criaturas perseguidas, vulnerables, indefensas. Bosuana fue luego “escudo humano” todos los días: interpuso su cuerpo entre el frío y los niños, entre el hambre y los niños, entre el miedo y los niños; y también, en numerosas ocasiones, entre los niños y el padre, que quería azotarlos con una vara. Cuando el dictador filardiano asaltó la aldea de Bosuana Gname en 2004, ella y otras sesenta mujeres hicieron de nuevo de “escudos humanos”, protegiendo con sus cuerpos la choza donde se habían refugiado los jóvenes. Desde hace diez años hace de “escudo humano” en la escuela de la localidad; y es “escudo humano” de algunos refugiados que han llegado, heridos o enfermos, desde otros pueblos; y es “escudo humano” de tres antiguos “escudos humanos” que ya no pueden cuidarse a sí mismos. Todo ello sin recibir ni esperar nada a cambio.
La opinión publica internacional, escandalizada ante este caso insólito, reclama una intervención de la OTAN.