En pocos años las entidades han conseguido las riendas de lugares icónicos como la Flor de Maig
Can Batlló celebra su cuarto aniversario de vida convertido en un sólido referente de autogestión.
Helena López | @Hlopezvallejo | El Periódico
Pese a que estos días el recinto anda manga por hombro, lleno de máquinas, excavadoras y obreros, la metamorfosis de Can Batlló en los últimos cuatro años --la festiva entrada vecinal coincidió, caprichos de la historia, con la toma de posesión de Xavier Trias como alcalde-- es de aquellos fenómenos que necesitan ser vistos. Sentidos. Es difícil imaginar, por bien que se lo cuenten a uno, cómo un enorme polígono --ocupa el 25% de La Bordeta-- puede convertirse en una suerte de ciudad autogestionada dentro de la ciudad, gracias a la cabezonería de un vecindario que llevaba 35 reivindicando el espacio, hasta hace nada propiedad de la familia Muñoz Ramonet.
Can Batlló se ha convertido en referente por lo simbólico de suasalto -iban a entrar ese día o por las buenas o por las malas, y finalmente pudieron hacerlo llaves en mano tras el acuerdo municipal alcanzado in extremis. Y, aunque en la ciudad ya había grandes espacios públicos gestionados con éxito por entidades -como el Ateneu Popular de Nou Barris-, en estos años la gestión ciudadana está viviendo su máximo esplendor. Al poco tiempo del nacimiento del proyecto autogestionado en Can Batlló, la presión vecinal forzó al municipio a hacerse con la antigua cooperativa La Flor de Maig, en Poblenou, y ceder su gestión a los vecinos, el mismo camino que está siguiendo el Segle XX, en la Barceloneta, tras años de reivindicaciones; y las entidades de Sant Andreuganaron la batalla por L'Harmonia, el nuevo casal de la Fabra i Coats.
ESPAI GERMANETES
Esa eclosión de la gestión ciudadana también se ha visto en la recuperación y conversión en puntos de encuentro ciudadano de múltiples solares abandonados dentro y fuera del Pla Buits, iniciativa municipal que acaba de lanzar su segunda edición con un nuevo paquete de espacios. Uno de los ejemplos más relevantes es el Espai Germanetes, en el Eixample, surgido de la iniciativaRecreant Cruïlles, hija del 15-M.
Cuatro años después de aquel 11 de junio del 2011, el Bloc 11, el primero al que accedió la Plataforma Can Batlló és pel barri, surgida en el Centre Social de Sants, es un concurrido punto de encuentro, con un bar que funciona por turnos decididos en la asamblea -como todo-, una biblioteca y una sala de exposiciones donde ultiman los preparativos para una muestra sobre el cartelista libertario Helios Gómez, autor de la Capilla gitana de la Modelo, y un auditorio que ha acogido un sinfín de actos culturales y políticos.
Más allá del Bloc 11, los vecinos han hecho también suyas las calles ganadas al barrio en el recinto. Por un lado han creado un inmenso pipicán autogestionado en el que los perros pasean a sus anchas, y donde han plantado árboles, han instalado bancos y hasta unos toldos, para sentarse a la sombra mientras los perros se entretienen.
"Lo bonito del pipicán es que no nace de personas implicadas en el proyecto, sino de vecinos que paseaban a su perro por aquí y se animaron. Nosotros les pusimos todas las facilidades y estamos encantados con su implicación. Este es nuestro reto, abrirnos a todos los vecinos, no solo a los más implicados en el tejido asociativo", explica Jordi Soler, uno de los padres del proyecto. Tras el pipicán, un gran huerto, que tuvieron que mover de parcela por las obras de uno de los bloques de vivienda protegida que han empezado a levantar.
NUEVAS PARCELAS
Las máquinas que estos días enturbian el paisaje trabajan para hacer realidad una de las primeras reivindicaciones del vecindario para el lugar: la urbanización del viejo recinto para convertir en avenida lo que ya es una nueva zona de paso para cruzar el barrio, que une, atravesando el recinto, las calles de Amadeu Oller y de Parcerisa. "Se crearán nuevas parcelas, para las que tendremos que decidir los usos entre todos", relata Soler.
Una de las preocupaciones en la activa asamblea de Can Batlló son las promociones de vivienda libre que se están vendiendo sobre plano a una velocidad asombrosa. Está previsto que se construyan 670 pisos. El problema que les plantean las nuevas edificaciones es que taparán la ganada entrada por la calle de Parcerisa, que hacía el espacio permeable (tras años detrás de un muro). Dejarán un paso, "pero la barrera que significará, otra vez, duele", lamentan.