Asistimos estos días a la constitución de los nuevos ayuntamientos fruto de las elecciones del pasado 24 de mayo. En muchos casos se están formando gobiernos de coalición, con acuerdos entre diferentes fuerzas políticas, en otros son resultado del triunfo de candidaturas ciudadanas de unidad popular cuyos componentes provienen -en muchos casos- del activismo social.
Pero, en todas las ocasiones, la participación de la ciudadanía, el protagonismo de la gente y una nueva forma de relación entre instituciones políticas y sociedad civil, forman parte del nuevo discurso político.
por Antonio Moreno Mejías y Fernando de la Riva Colectivo de Educación para la Participación, CRAC | Apuntes para la Participasión
Ese objetivo, que atraviesa transversalmente toda la acción política, y que consideramos una clave esencial de la llamada “revolución democrática”, no es tan fácil, ni va a ser resultado espontáneo del puro voluntarismo, de la buena intención de las bases sociales y de las dirigencias políticas de estos nuevos gobiernos municipales.
No basta con querer, ni siquiera con poder, como hemos señalado en innumerables ocasiones, la participación ciudadana precisa saber: se requieren saberes, valores, conocimientos, habilidades, aptitudes y actitudes en la ciudadanía y en sus dirigentes que no se improvisan, que es preciso aprender. Es más, venimos de décadas (por no decir siglos) de mala-educación para la participación, de manipulaciones, imposiciones, monólogos, dogmatismos, competitividades… que han “viciado” la práctica de la participación ciudadana. Por eso, no solo necesitamos aprender, sino que también nos hace falta des-aprender muchas cosas.
En este artículo tratamos de señalar, desde nuestra experiencia en distintas iniciativas de fortalecimiento del tejido asociativo y la participación ciudadana, algunas claves a tener en cuenta para la orientación de las políticas de participación en el ámbito municipal. Esas claves han de ser “traducidas” a cada contexto y puede que unas tengan más peso que otras según sea cada realidad concreta. Lo que si nos parece fundamental es que cada paso que se oriente a que las personas tengamos más protagonismo en la gestión de lo público y de lo común no se improvise, sino que implique una apuesta decidida por la Educación para (y desde) la Participación.
ESCUCHAR ES EL PUNTO DE PARTIDA
No hay participación ciudadana posible sin escucha. En todos los sentidos y todas las direcciones. Escucha a la ciudadanía por parte de sus responsables político-institucionales. Escucha a los barrios, sus necesidades, sus problemas, sus sentimientos colectivos, sus sueños. Escucha a los distintos sectores ciudadanos, a los actores sociales, culturales, económicos, profesionales, especialistas, educadores/as, comunicadores/as… a la gente organizada -los colectivos, las asociaciones, los grupos informales…- y a la no organizada… Escucha de unas ciudadanas a otras, de unos ciudadanos a otros. Escucha de la ciudadanía a sus representantes La escucha del otro, desde el respeto, desde la empatía… antes de pasar a la propuesta, a la palabra, al discurso. Menos hablar y más escuchar. La política de la escucha no cuesta dinero.
ENTENDER -DE OTRA FORMA- EL GOBIERNO ABIERTO
La participación ciudadana es un elemento esencial, junto a la transparencia y la cooperación, de una forma nueva, distinta, de entender el gobierno de lo público desde la defensa del bien común. Es esta forma de gobierno abierto, de gobierno basado en el diálogo social, la que orienta el conjunto de políticas y las formas de relación entre la ciudadanía y los gobernantes. Un gobierno que es reflejo de lo que sucede en la calle y que estimula la intervención de la ciudadanía como un actor con el máximo protagonismo. Los problemas a los que nos enfrentamos requieren de la cooperación, de la acción coordinada de diferentes agentes sociales. No hay participación social sin tejer complicidades, sin establecer y reforzar las conexiones ciudadanas.
PREDICAR CON EL EJEMPLO
La participación también es una forma de entender la organización de la institución municipal, un elemento clave de su arquitectura interna, no solo en cuanto a la incidencia de la ciudadanía en las decisiones comunes, sino en el necesario papel proactivo del conjunto de profesionales que trabajan en los servicios públicos, cuya experiencia y capacidad se deben poner al servicio del bien común, desde la coordinación permanente de las diferentes áreas y la comunicación continua con la ciudadanía. La participación no es un área de trabajo específica, es una apuesta transversal de gobierno. No cabe pedir cooperación a la ciudadanía cuando la administración funciona de manera compartimentada y descoordinada. Es poco creíble que el área de participación de un ayuntamiento abra un proceso de consulta, cuando el resto de áreas no se relacionan y comunican con la gente.
ESTIMULAR LA PARTICIPACIÓN
La participación no es un trámite, muy al contrario partimos de una situación polarizada en la que un sector minoritario de la población está muy movilizado, pero la mayoría sigue pareciendo apática ante los asuntos que se refieren a la gobernanza, a la gestión de lo público y lo común. Es labor de las administraciones públicas estimular y alentar la participación ciudadana en aquellos temas que afectan directamente a las personas. Desvelar realidades, hacerlas visibles, estimular el pensamiento crítico (y auto-crítico), que las personas tomen conciencia de sus propias necesidades… son aspectos clave para que existan verdaderos motivos para la participación, desde la responsabilidad cívica, sin paternalismos, tratando a la ciudadanía con respeto, valorando en su justa medida los saberes y experiencias cotidianas de las gentes. La sensibilización, la motivación para la participación es otra clave.
PROMOVER DIÁLOGOS
Nada de lo anterior es posible sin una relación cotidiana con la sociedad civil organizada y con los diferentes agentes sociales, desde una actitud de permanente experimentación en las formas de interlocución y relación que ponga el acento en la Educación para la Participación (foros, asambleas, jornadas, encuentros, fiestas, espacios en internet…etc.), con plena conciencia de que es necesaria la construcción de una cultura de la participación cívica que no existe. Ya hemos señalado la importancia de la escucha. Lo que sigue es el diálogo. Y condición de todo ello es la comunicación.
FORTALECER LO EXISTENTE, INCENTIVAR SU TRANSFORMACIÓN
En la apuesta por la participación ciudadana no partimos de cero, existen organizaciones sociales con mucho recorrido, con experiencias positivas y negativas, con años de trayectoria que tienen mucho que decir y aportar, pero a las cuales debemos apoyar para su transformación y adecuación a los momentos actuales. Una apuesta por el protagonismo ciudadano implica facilitar su auto-organización. El protagonismo debe ser de la ciudadanía. Hay que huir de las viejas tentaciones de control, de suplir la iniciativa y el protagonismo real de la gente, de las políticas de participación paternalistas y condescendientes, del clientelismo partidista. Eso ya huele mal, no es defendible ética ni políticamente. Al contrario, democratizar el tejido asociativo, favorecer su renovación, impulsar políticas de empoderamiento ciudadano es un verdadero reto. Favorecer la participación no solo para gobernar con la gente, sino para que la gente, cada vez más gente, se organice por su cuenta y con sus propias formas.
“ENREDAR” TODAS LAS FORMAS DE PARTICIPACIÓN
Con independencia de si se es una asociación legalmente constituida o no, necesitamos poner en valor todas las formas de participación que surjan, desde el respeto mutuo y el reconocimiento de la contribución que realizan en el desarrollo de valores democráticos. Para ello, mas que fórmulas de interlocución estrechas o burocratizadas -consejos representativos, etc.-, es el funcionamiento en red el que nos permitirá integrar las diferentes aportaciones de la ciudadanía a los diferentes proyectos de nuestra localidad. Potenciar las conexiones, las relaciones, las redes comunitarias, en torno a los diferentes ejes de la acción de gobierno, de la política municipal y también con visión transversal, conectando unos y otros temas y ejes. Si hay que abordar la situación de comedores escolares, no trabajamos solo con el equipo directivo de la escuela, sino con las asociaciones de padres y madres, de vecinas del barrio, dispositivos asistenciales, colectivos educativos…etc.
ESTABLECER CON CLARIDAD LOS DISTINTOS NIVELES DE PARTICIPACIÓN
Participación ciudadana no significa: todas las personas intervienen en todo. Eso hace inviable, imposible cualquier proceso de participación. Se hace imprescindible establecer niveles, combinar la participación directa con la representación, las asambleas ciudadanas con los grupos de trabajo especializados.
Priorizar los temas que pasan a consulta, sin establecer ritmos de reuniones imposibles para quienes tienen que hacer mas cosas con su tiempo; muy al contrario, no debemos quemar las ganas de participación en un activismo continuo que demore la toma de decisiones. Para ello, en cada proceso que se impulse se deberá definir con claridad el nivel de participación -y se respetará hasta sus últimas consecuencias-, los mecanismos, ritmos y calendarios que permitan impulsar grupos o equipos motores mixtos entre personas a título particular, organizaciones sociales y ayuntamiento. Si se impulsa un proceso de toma de decisión, se debe respetar. Si el proceso es pasar a consulta ciudadana no vinculante, se debe dejar claro.
COMBINAR ESTRATEGIAS Y FORMAS
Son frecuentes las afirmaciones de que no existen mecanismos eficaces de relación entre el ayuntamiento y la ciudadanía. Nada mas alejado de la realidad. Según nuestra experiencia, existen abundamentes ejemplos de reglamentos de participación ciudadana, consejos ciudadanos, presupuestos participativos, que han logrado niveles óptimos de representatividad ciudadana en algunos casos… y en otros no. La cuestión es que los mecanismos y estructuras, en sí mismos, no garantizan el éxito de un proceso, sino la combinación de éstos con el sentido y la capacidad de hacerlas propias, de facilitar su apropiación por parte de la ciudadanía. Por tanto, debemos impulsar mecanismos que respondan a las diversas temáticas, territorios y sectores de población; nos importa no solo en qué se participa sino también cómo.
COMBINAR LO PRESENCIAL Y LO VIRTUAL
Aprovechar las herramientas de información, comunicación y participación de las tecnologías es una evidencia en la gestión municipal, así como hacer frente a la brecha digital aún existente y la combinación con espacios presenciales de relación, comunicación y diálogo directo entre las personas del ayuntamiento y la ciudadanía. El tiempo corre a favor de la incorporación de las TIC a la gestión de lo público y, especialmente para las generaciones más jóvenes, cada día será más normal el uso de estas herramientas.
EXPERIMENTAR, INNOVAR, APRENDER
En la participación ciudadana no existen recetas mágicas ni manuales de instrucciones, sino la experimentación permanente en diferentes contextos. Hay buenas prácticas que pueden servirnos de referencia y orientar nuestra acción, pero intentando adaptar a nuestra realidad cada una de ellas. Creatividad y coherencia al servicio del bien común. En la participación ciudadana, en los nuevos escenarios y en un nuevo tiempo, todo está por inventar, todo está por construir. No hay que tener miedo al error. Únicamente no se equivocan quienes no intentan nada, quienes no hacen nada. Solo hay que tener miedo a la insistencia en el error, cuando no nos sirve para aprender, para enmendar el rumbo, para mejorar nuestra práctica.
DEDICAR TIEMPO (Y CONSTANCIA)
Con frecuencia escuchamos está crítica: la participación ciudadana es más lenta, exige más tiempo, ralentiza las decisiones…. Si, es verdad…¿y qué? Está claro que es más cómodo (y menos democrático) interpretar la voluntad ciudadana -o pasar de ella- y tomar las decisiones sin contar con la gente. Pero no es eso. Está muy claro que los procesos que se llevan a cabo CON la gente, con su participación, son mucho más sólidos, más inclusivos, más inteligentes (“inteligencia colectiva”), y precisamente porque requieren tiempo, hay que ponerse en marcha ya, y avanzar paso a paso, con una apuesta progresiva y sostenida, que vaya incorporando mayor protagonismo de la gente a medida que crezcan sus capacidades. Sin cejar en el empeño, el empeño de la motivación y la educación para la participación.
DEDICAR DINERO, MEDIOS, RECURSOS
También hay que recordar, una vez más, que para llevar a cabo estas políticas participativas hay que contar con recursos materiales y recursos humanos que las hagan posibles. Como señalábamos al comienzo de este artículo, no es solo -aunque sea muy importante- cuestión de buena intención, de voluntarismo. Hay que invertir (no es un gasto, sino una inversión) en participación. Dependera, claro está, de la economía de cada municipio, unos podrán invertir más y otros menos. Pero, si verdaderamente creemos que se trata de una política transversal, la inversión también debe serlo y cada área o departamento de la organización municipal debe contribuir al esfuerzo. Cualquier política de participación ciudadana que no cuenta con presupuestos, con recursos humaos y materiales destinados a su puesta en marcha y desarrollo, es un mero “brindis al sol”, puro discurso vacío, demagogia.