Traviesos, imprevisibles, muy sensibles a todos los estímulos, a veces atemorizados como niños en la oscuridad, otras alegres y desenfadados como adolescentes en botellón, a menudo ceñudos y pensativos pero en general rápidos, efervescentes, intuitivos, a un tiempo calculadores y alocados, carismáticos, juveniles, arrogantes, quizás también algo gamberros, siempre caprichosos e irresistibles como dioses, los mercados hicieron ayer otra de las suyas, según nos relata nuestro corresponsal en Atenas.
Irene Pantoulas, estudiante de quince años en una escuela del popular barrio de Echarjia, en la capital de Grecia, volvía a su casa a las 16 horas cuando los mercados le salieron al paso, la condujeron a la fuerza a un callejón, la desnudaron, la violaron y le robaron los cinco euros que llevaba en la cartera. A continuación los mercados, dejándose arrastrar por el entusiasmo, rompieron todos los cristales del hospital público de Omonia y derribaron el puesto de un vendedor ambulante en la plaza del mismo nombre. Finalmente y antes de abandonar el barrio, lanzados ya en su tendencia alcista, los mercados atropellaron a un inválido en un paso de cebra de la calle 28 de Octubre y desaparecieron a toda velocidad en dirección al Pireo.
Según la agencia Reuters, ayer los mercados se comportaron de la misma manera en casi todas las ciudades europeas. En Londres los mercados expresaron su fortaleza quemando a tres ancianas que acudían al banco a cobrar su pensión; en Madrid los mercados se subieron alegremente a un balcón y dispararon sobre una embarazada; en Roma, más conservadores, los mercados cerraron el día robando con tiento una farmacia y apaleando sin mucha convicción a un inmigrante.
Hoy todas las bolsas del mundo han reaccionado a estas noticias con una esperanzadora subida de diez puntos.