Santiago Alba Rico | Público. El pasado 27 de julio, Ramón Benítez, informático de 47 años, se agachó en la oscuridad para buscar su teléfono móvil y tocó un bulto duro, semejante a una ciruela verde. Enseguida le pareció que se trataba de un tobillo. Aún más: le pareció que se trataba de su propio tobillo. Estaba envuelto en un calcetín y encajado en una funda de cuero que un recuerdo remoto -de algo que había leído o vivido hace muchos años- identificó con un zapato. Su asombro se transformó en angustia cuando palpó también una pierna que era -no cabía duda- su propia pierna, cubierta por sus propios pantalones, ceñidos a su vez por un cinturón que rodeaba unas caderas que eran también las suyas. Ramón Benítez comenzó a sentir terror. Intentó convencerse de que todo aquello era de otro y luego, cuando tocó un vientre prominente (¡su propio vientre!) y un pecho sobre el vientre (¡su propio pecho!), trató de disimular, de mirar hacia otro lado, de ocupar el menor espacio posible. Rezó para que la oscuridad se prolongase eternamente. Remontó una clavícula, un hombro, una cabeza con dientes y, al unir por fin sus dos manos temblorosas, se echó a llorar. Después de tantos años y a pesar de sus esfuerzos, había reaparecido: ¡tenía cuerpo!
Al encenderse las luces, el escándalo atronó la sala. Hubo gritos de socorro, carreras, desmayos. Ramón Benítez fue detenido y, como tenía espalda, se la quebraron a golpes en comisaría.
Durante el juicio, Ramón Benítez ha alegado que el cuerpo le brotó solo en la oscuridad y su abogado ha citado otros casos -incluso el de algunos personajes célebres- de cuerpos repentinos o cuerpos provisionales. Al parecer, Cristiano Ronaldo tuvo cuerpo una vez durante una hora y la reina Margarita de Dinamarca tiene cuerpo a ratos.
Pero el juez ha declarado a Benítez “inmigrante ilegal” y ha ordenado su inmediata expulsión al otro lado del muro